4. La salud de los difuntos

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Estoy en una oscura sala y veo algo borroso, pero logro distinguir una silueta al fondo... Me voy acercando a ella y voy enfocando mejor esa imagen. 

Es una mujer y está de espaldas, tiene un moño. Yo sigo acercándome y ella empieza a girarse lentamente hasta que empiezo a ver su rostro tapado por una máscara. 

Conforme me voy acercando y ella se va girando, siento más miedo, todo empieza a temblar.

Grito asustada, estoy acostada al lado de una maleta y acabo de tener un extraño sueño. Me levanto y miro la hora en un reloj que tenía en el bolsillo, el cual robé de la zona de trabajo, son las 02:00 de la mañana.

No sé distinguir muy bien donde estoy, enciendo el mechero para alumbrar un poco, ya que está bastante oscuro. Hay muchas latas de conserva tiradas por el suelo y apiñadas, tablas de madera, cubos de agua y hay tuberías. 

Colgando del techo hay una cuerda donde hay un par de zapatos y varios manteles de los que cae agua, están empapados.

Sigo adelante por un pasillo donde encuentro cajas, una pala y muchas tuberías hasta llegar a una escotilla por la que me meto en uno de mis amados conductos de ventilación, sin ellos este camino hubiera sido imposible.

Alumbro con el mechero por todo el pasadizo hasta dar con una salida, entonces escucho pasos corriendo.

—¿Hay alguien? —no recibo respuesta, la pregunta es tonta, pero habría que verte a ti en momentos de tensión, querido lector, no te burles de mí...

Miro a ambos lados con el rostro serio y visualizo unas escaleras que van hacia arriba. Al subir encuentro puertas reforzadas y cajas fuertes. 

Veo en un pasillo sin salida una figura de pequeñas dimensiones y me acerco a esta. Es una figurita igual que la señorita del sueño, siento un pequeño escalofrío al recordarlo. 

La dejo donde está y busco un lugar para avanzar. Hay una puerta tapada por tablones, pero el inferior ha sido arrancado por alguien, lo que me permite entrar por abajo.

Doy con una habitación donde hay un sofá y varios cubos. Mis pies descalzos pisan un charco por lo que enfoco arriba con el mechero y veo que cuelgan del techo dos sillones y además cae agua de alguna parte. 

Hay una puerta con una ventanita en la zona superior, parecida a las puertas de las clases.

Me sobresalto al ver algo pasar por ella, me agacho y me pongo junto a la puerta para no ser vista, pero parece que eso ha pasado de largo... La puerta está cerrada. 

Veo un gran agujero en la pared junto a la cama y decido meterme por ahí, es la única alternativa. Me lleva directamente a otra habitación donde mis ojos se abren como platos al ver a un hombre ahorcado.

Sus piernas son sobrenaturalmente largas. En la habitación además hay un colchón, las zapatillas del hombre tiradas en el suelo, un rollo de papel higiénico... 

Y una carta en el suelo, a los pies de la silla de la que se ayudó ese hombre para suicidarse. Cojo la carta y la saco del sobre, empiezo a leer:

Don Solveig, The Maw. 27 de mayo de 1994.

A mis queridos familiares:

No soy hombre para seguir llevando toda la maldad que ha atesorado mi familia a lo largo de los siglos. No puedo seguir en este mundo después de haber contribuido a que nazca mi hija, Six, que según la tradición se convertirá en la sexta The Lady una vez mi mujer haya envejecido y se acabe con su mandato al frente de The Maw.

Por la presente me opongo rotundamente a que Six sea la siguiente Lady, por lo cual mi hija será simplemente Verónica. Esta familia maldita no debe tener más descendencia y este lugar en el que se junta todo lo peor de la sociedad, los peores vicios, lo más turbio habido y por haber en el mundo. 

Signal Interference IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora