Extra 3

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Dos años antes

Lia

Me habían dejado plantada.

Solté un bufido mientras abría la puerta de mi departamento con furia, ni siquiera sabía porque demonios seguía siendo estúpida cuando se trataba de chicos, pensé que después de que fuese a la universidad las cosas cambiarían.

Mi vida estaba genial, había ocupado un año disfrutando de mi soltería mientras viajaba y conocía gente nueva, había hecho amigos, conocido nuevos paisajes y culturas, como una vez alguien que conocí en una avión me dijo “No viajas si no conoces a su gente”, era cierto, disfrutaba mucho cuando conocía a personas que me hablaban sobre lo que podía hacer en sus ciudades, sobre cómo es vivir ahí y sobre su cultura.

Tenía grandes expectativas, deseaba poder dedicarme a lo que me gustaba y era algo que veía posible pero también deseaba poder conocer al hombre de mis sueños, casarme, quería formar un familia, tener hijos pero no había conocido a nadie que valiese la pena, nadie que no me decepcionara. Tal vez los atributos que buscaba en alguien simplemente eran demasiado aunque yo no lo veía así, solo deseaba a un hombre caballeroso, amable, responsable, inteligente, que tenga un buen sentido del humor o que al menos entienda el mío, alguien serio pero no frío, alguien que tuviese las mismas expectativas para su vida.

Ya no buscaba en los hombres equivocados, siempre pensó que si aceptaba a hombres que solo la veían como un objeto sexual podía hacerlos cambiar, eso no pasaba, ella quería alguien que soñara con el matrimonio y ellos huían de algo más serio que un encuentro sexual, así que se propuso no interesarse en cambiar a nadie y simplemente buscar a aquel que tuviese los mismos pensamientos. Pero vamos que eso era prácticamente imposible, hombres como esos eran muy raros aunque sabía que había esperanzas.

Decidí entonces que no me quedaría enojada con un ese estupendo atuendo que recién había comprado para la cita, no desperdiciaria lo bien que me veía en un idiota. Apenas daban las siete, era obvio que la noche apenas comenzaba.

Saque el celular de mi bolso y busque entre mis contactos el número de una de mis amigas la cual me había dicho que estaría en una discoteca.

—¡Hey!

—¿Todavía sigue en pie la salida a esa disco?

—Por supuesto Lía, es más en cinco minutos estoy en ti casa, ¿Te has arreglado?

—Lista para todo, y que quede claro que cuando digo todo es todo—Mi amiga río al otro lado del celular y se despido con entusiasmo, hoy no habría límites.

Cuando ella llegó el sonido del claxon le aviso enseguida, bajo a toda prisa y rápidamente se montó en el coche, las dos castañas y una rubia la miraron con grandes sonrisas y rápidamente le lanzaron una botella de licor, no lo pensé mucho antes beber.

No fue difícil entrar a la disco, me sorprendió un poco el saber que la rubia llamada Flor era de hecho la hermana del dueño y tendrían todo lo que querían a su disposición. Pasaron a una de las mesas V.I.P y pronto llegaron algunas botellas de licor. Ella mi amiga pronto me arrastró a la pista de baile y comenzó a moverse seductoramente, quería un poco de una noche y lo conseguiría, sonreí, aveces ella le recordaba a Patricia.

Comencé a mover mis caderas, jugué con la sensualidad pero también con la discreción, no eran movimientos exagerados, como no queríendo llamar la atención pero sabía perfectamente que eso era de echo lo que más lo hacía, por algo sus trucos siempre funcionaban. Pronto un moreno y atractivo chico se acercó a mí, lo deje moverse al compás de mis caderas pero no deseaba un hombre está noche.

Le guiñe un ojo antes de alejarme de él para volver a la mesa cuando Ella me hizo una seña, vi a una de las castañas llamada Bri sentada llorando mientras las demás chicas la intentaban consolar.

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