Silente lectura

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Tantos vástagos se regocijan en su hondo anhelar.
¡Tantos rayos radiantes!
¡De un astro radiante!

El lucero esperanzador que ví,
entre la resplandecencia y tus llameantes ojos,
siempre será sublimemente hermoso para mí.

Por todos los instantes del vocífero refugio,
siempre serás la vida,
para tí,
para tu madre,
para mí,
para todos nosotros.

Tantas hojas preciosas reverdecen al jardín
y, en tí, Abelito,
me dibujas
tu silente lectura.




AbelitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora