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Desde pequeño he aprendido una cosa en esa casa con piso y paredes de madera, tan finas que escuchas cualquier sonido proveniente del lado contrario.
Esa lección que aprendí a la corta edad de 3 años fue:

No molestes a tu padre.

Simple, ¿no?

Debería ser fácil.

O eso es lo que uno creería.

Ese lugar, el cual llamabamos nuestro hogar, era un infierno, y el hombre al que llamabamos padre es el mismísimo diablo.

Que porqué digo esto te preguntarás. Bueno, complacer a este hombre no es tan fácil como parece.

Casi a diario podía escuchar los lloriqueos, golpes y gritos de el otro lado de la puerta.

Todos los días estuve encerrado en mi cuarto, escuchando cuidadosamente cada cosa que pasaba a mi alrededor. No lo entendía, era demasiado joven para saberlo, y no poder ver lo que sucedía con mis propios ojos era otra de las razones por la cual no noté lo horrible que es mi padre.

Veía a mi madre, hermana y hermanos llenos de moretones y heridas cada vez que venían a mi cuarto, lo cual era muy seguido. Mi padre nunca entraba.

Una noche, poco después de cumplir mis 3 años, me cansé de estar ahí, a solas, escuchando esos horribles sonidos que me daban pesadillas hasta aunque no supiera lo que eran.

Así que decidí salir, decidí ir y descubrir lo que era.

Que horrible decisión.

Salí de mi cuarto, a lo lejos se escuchaban quejas y golpes, los mismos que he escuchado tantas veces.
Caminé cuidadosamente, intentando no hacer ruido, y me acerqué a el cuarto de aquellos sonidos.

Abrí la puerta lentamente y lo que me encontré sigue espantandome de la misma manera que lo hizo aquel día.

Aquel hombre, el cual solo lograba ver en fotos, le estaba pegando a mi hermano mayor, Natsuo. Mi madre intentaba llegar a él, pero Touya no la dejaba, probablemente por miedo de lo que le podría hacer a ella. Le pedía que porfavor dejara de gritar o mi padre, Enji, iría por ella después.

Entré por impulso, queriendo ayudar a mi hermano mayor.

Pero que podría hacer un niño de 3 años?

Mi padre enfureció aún más al ver mi precensia enfrente de el, protegiendo a quien estaba golpeando anteriormente.

Todos quedaron callados, mirándome horrorizados.

Apartir de ese día dejaron de esconderme en aquel cuarto, ya no era necesario, ya era parte de esa tortura.

Desde aquel día de Febrero mi vida cambió por completo.

Para no molestar a mi padre, y no llevarme ninguna de las mayores consecuencias, aprendí a callar.

Aprendí a ser prácticamente invisible y a seguir cualquier orden dada por el hombre que me dio la vida. Por la cual no estoy agradecido.

Aunque ni estando entre las sombras podía ser completamente imune a los maltratos, porque aveces no había nadie más al quien darle la culpa.

Dos años pasamos así junto a nuestra madre. Ella estaba en la peor posición de todas... o así era hasta que se fue.

Siendo sincero, todos estábamos al borde de la locura, pero ella fue quien perdió la cordura primero.

Una noche estuve preocupado por mi madre, había sido abusada nuevamente, aunque en aquel tiempo creía que sólo eran golpes.

Noche de fiestaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora