Reencuentro - 6

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Segunda Parte

– Se acabó, por fin – suspiro aliviado.

– Ya lunes estas de vuelta en casa ¿verdad? Iwaizumi – preguntó el subgerente y superior de Iwa-chan.

– Así es, lamentablemente todavía tengo asuntos hasta el sábado aquí – comento el chico. – ¿Pero por qué tengo que quedarme el domingo también? –.

– Parece que quieren que recibas a la persona que va a ocupar tu lugar aquí – añadió después de ver como hacía un pequeño berrinche.

– Maldición –. Susurró entre dientes. – Bueno, ya terminé, me voy – dijo y despidiéndose se marchó.

Extrañaba su cama, no era lo mismo dormir en una común que dormir en la cama que tu cuerpo había moldeado.

En esos meses se estaba quedando en un departamento amueblado que alquilo. Este quedaba cerca del trabajo.

Había terminado pronto su trabajo, así que se apresuró a empacar todo, ya en un par de días vería a Oikawa y volvería a su rutina. Aunque lo negara si se emocionaría de verlo, a él y su pequeño bebé que aún ni nacía, se preguntaba cuanto habrá crecido en ese tiempo, ya que no tenía ni idea de embarazados.

El domingo esperaba ansioso a que llegará su sustituto uy poder marcharse en el siguiente avión.

De la nada apareció una pequeña chica, del mismo aspecto con el que le dijeron para poder reconocerla, solo que el dio por asegurado que seria un hombre, ya que el trabajo era pesado, incluso siendo de oficina. Jamás pensó ver a una chica morena, bronceada y talvez con rasgos africanos, a diferencia de todas sus raíces y el porcentaje de gente africana que él conocía, ella era pequeña y parecía delicada por su contextura.

– Debes ser Iwaizumi Hajime ¿no es cierto? – dijo con una sonrisa al final.

– Si, eres la que viene a sustituirme – respondió con cierta duda en sus palabras.

– Exacto, un gusto conocerte querido – comentó con un poco de picardía.

– Igualmente es un gusto pero estoy casado – decía Iwa-chan enseñando su anillo todo serio.

Lo cual sorprendió a la chica africana. – Una lástima, bombón – decía la chica ahora bromeando con lo último. – Yo también estoy casada – añadió divertida enseñando su mano.

Charlaron un poco más, el le indicó la dirección de la empresa y como llegar, termino siendo una persona agradable que podía ser tu aliada en otra situación.

El viento sopla fuertemente contra los cristales del aeropuerto, ahí estaba el moreno en busca de sus maletas, no siempre era tan descuidado, pero hoy si, las había perdido en las cintas de equipaje. Después de media hora buscándolas, las hayo y se dirigió a su hogar

Llegó a casa alrededor de las 6:00 PM, Oikawa había salido, por lo visto mando un mensaje diciendo que saldría por cosas para preparar la cena. El dejo sus maletas en el closet y se dispuso a darse un baño, estaba agotado por el viaje.

En cuanto termino con su ducha, se vistió y salió al escuchar unos ruidos en la cocina. Pudo divisar una cabellera castaña, de espaldas a él, estaba muy inverso haciendo la cena para darse cuenta de su presencia.

– Oikawa – lo llamó para que volteé, este hizo caso y su cara se ilumino de felicidad al verlo.

– Iwa-chaaan – un chillido del chico se hoyo, corriendo hacia el contrario y pegándosele como era normal, tan meloso como siempre pensó el mas alto.

Correspondió el abrazo y se quedaron así durante unos segundos, hasta que el hiperactivo Tooru pregunto.

– ¿Por qué no dijiste que ya habías llegado? – con una mueca de indignación que no iba en serio. – Te esperaba ansioso –.

– Me estaba dando un baño, tonto – comenzó a decir. – Ah, ese viaje si que ha sido cansado – comento moviendo su brazo para relajarlo, una pequeña sonrisa se formo en sus labios mientras le comenzaba a contar sus aventuras en el avión y una casi pelea con una anciana que iba al lado.

Elogios, uno tras otro, sobre lo delicioso que era la comida del menor, para lo que cocinaba antes, risas, muecas y comer de nuevo juntos, como si todo el tiempo que pasaron lejos el uno del otro, no afectara en su relación. Claro esta, Oikawa también tenía un sin fin de historias, desde peleas absurdas con algún niño, un intento de incendio por una tostada o creer que es el fin del mundo porque no había gomitas ácidas.

Un ambiente que la pareja anhelaba por igual, conversaciones tontas para otros, sin sentido incluso pero para esos dos chicos, era algo que extrañaron más que nada.

La calidez del otro, era sentirse como en casa, tanta tranquilidad que podía emitir un cuerpo que no sea el suyo, era raro. 

Pero, la soledad que habían sentido durante esos meses desaparecía con actos tan simples como ese, dormir dulcemente en los brazos del moreno y tener acurrucado al castaño en sus brazos, era una de las mejores sensaciones del mundo.

Pdta: Lo siento por ese final de capítulo tan malo, pero no sabía escribirlo y termino en algo improvisado. 

Gracias por leer.

Nueve meses de aventura // IwaoiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora