𝙳𝙴𝚂𝙸𝚁𝙴

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De nuevo esa extraña sensación. Dejé de escuchar la conversación y las risas del grupo porque de nuevo, volví a percibirlo. Ese sentido que desarrolló nuestro instinto innato de supervivencia. Sabía perfectamente de que se trataba.

Sin una pizca de disimulo giré mi cabeza y como supuse, ahí estaba ella, de nuevo observándome; por supuesto; no duró mucho luego de que nuestras miradas se cruzaran.

Eso era una de las tantas cosas que me atraía de ella, nunca pudo sostenerme la mirada y me encantaba ponerla nerviosa. Muchos dirán que solo era su timidez haciendo acto de presencia pero no, sabía que era algo más.

Al mismo tiempo eso me consumía por dentro; ya habíamos hablado y dejado claro los diferentes caminos que tomaríamos, pero sus acciones, me daban esperanza.

La verdad no sabía bien cómo explicar lo que sentía, no estaba enamorado pero joder, la deseaba. Deseaba acariciar cada parte de su cuerpo, devorarla a besos y repetir, una y otra vez, hasta al cansancio. Creo que necesitábamos el cierre que nunca llegamos a tener.

Era raro que estuviera sola, siempre la acompañaba el estúpido de su novio. El pobre inseguro, me tenía riña. Lástima, hubiera sido divertida la noche cabreándolo.

Me giré de nuevo hacia mis compañeros. Luego de unos cortos segundos vi por el rabillo del ojo como intentaba escabullirse de mi vista para ir al baño.

—Enseguida vuelvo —les hice saber a todos.

Me dirigí hacia el mismo lugar que ella, no sé para que, solo sentía que debía hacerlo. Era un fiel creyente de que todo lo que sucedía, convenía. Éste encuentro casual en un bar, no fue solo una coincidencia. Me aseguré que no hubieran chicas cerca y entré en el baño femenino, le pasé el seguro a la puerta.

La pared de uno de los cubículos no dejaba ver el interior. Al pasarla la visualize en el lavabo limpiando sus manos y con la mirada baja; se notaba pensativa. No había notado mi presencia y aproveché para observar cada detalle de su ser.

Llevaba un vestido rojo vino que se le ajustaba perfectamente y combinaba con sus labios. Su pelo suelto descansaba en la resaltante curva de su espalda baja. Dios era perfecta.

—¿En qué piensas? —dije finalmente, se sobresaltó al escucharme pero intentó disimularlo. Intento fallido.

—Te equivocas de baño, el de hombres está al otro lado —otra de sus cualidades, hacerse la desentendida.

—Sé orientarme.

—Entonces, ¿qué haces aquí? —aún no se daba vuelta. Lo extraño, era que ésta vez si me veía a los ojos a través del espejo.

—¿Por qué me mirabas antes? —no creí que fuera responder, sabía que iba a negarlo.

—No... no estaba mirándote —titubeó, la conocía demasiado.

Caminé un poco más hasta situarme detrás de ella; tomando un poco de distancia, claro. Siguió con su vista cada paso que di.

—Deberías inventarte alguna excusa, eso de negarlo ya no tiene sentido.

Sacudió sus manos para secarlas y dió media vuelta para irse. Logré con rapidez apoyar un brazo en la encimera impidiendo el paso. Juro que actuaba por instinto, mi interior quería seguir intentando.

—¿Por qué me haces ésto? —preguntó en un tono de voz bastante bajo, con la mirada al suelo. Luego subió la cabeza y no reconocí lo que ví en sus ojos. Destellaban algo distinto.

—¿Por qué hago qué?

—¡Comportarte como un imbécil egoísta!, ¿crees qué puedes tenerme cuando quieras? Lloré por ti Grek, y lo sabes, ¡estaba jodidamente enamorada de ti y no te importó! Y ahora, que logro estar feliz con otra persona, vienes y te metes como si tuvieras derecho alguno, ¡¿por qué haces eso!? —soltó sin ni siquiera pararse a respirar; como si desde hace mucho tiempo tuviera pensado cada palabra. ¿Lo que más me jodía?, que todo era cierto.

—¿Feliz? ¿Llamas felicidad al trato que ese idiota tiene contigo? Tú que no puedes dar un paso sin que el lo supervise antes. Que ya no sales con tus amigos porque si no es con él no es con nadie. Que te amenaza con dejarte cada vez que sucede algo que no le gusta, ¿acaso es esa la felicidad a la que te refieres? Lo único que yo veo es toxicidad Ash —exploté también, no soportaba que ese tipo la tratara así.

Sus ojos se cristalizaron y una lágrima corrió por su mejilla. Ella sabía que estaba en lo cierto. Verla así ocasionó que mi pecho se estrujara.

—¡Es mi relación, no la tuya! Lo que pase en ella me concierne a mi, Tuviste tu tiempo Grek, ¿Por qué ahora? Eres un egoísta.

—¿Por qué ahora? —repetí riendo en un tono irónico —¡Joder no lo sé! Era un crío inmaduro que no sabía lo que tenía al lado. No es un excusa pero soy un ser humano, cometo errores y tal vez me di cuenta ahora que otro te toca, que otro puede tenerte, y que ese otro no te trata como debe, si, tal vez sea un egoísta, pero éste egoísta está motivado porque tiene la certeza de que tú sientes lo mismo. De que me miras porque todavía hay algo dentro de ti que siente algo por mi, y éste egoísta quiere tratar de enmendar su error, hacer las cosas bien.

Todo ésto solo provocó más lágrimas en ella. Sus labios comenzaron a temblar. Su mirada, nunca había visto tanta tristeza reflejada, y eso, solo confirmaba lo que acababa de decir. Sentí como mis ojos también se aguaron.

Sabía que no era justo, pero nadie manda en sus sentimientos y yo necesitaba decirle lo que ahora sentía. Tal vez si en verdad fuera feliz, me hubiera callado y alejado, pero no lo era. No lo sé, simplemente no lo sabía.

—Joder Ash, lo siento —llevé mi mano hasta su mejilla y limpié con el pulgar la humedad —, siento ésto y todo lo pasado, pero es que necesitaba decirte lo que pienso. Necesito decirte que me vuelve loco mirarte, que cada vez que me entero que has llorado por ese tipo solo quiero estrangularlo. Siento la necesidad de protegerte. —pegué mi frente a la suya.

—Bésame —ordenó, creo que ningún vampiro sintió tanta necesidad por la sangre como yo por acatar esa orden.

Sin más aferré mis labios a los suyos con miedo a que todo fuera un sueño. Era real, y me lo confirmó ese escalofrío que erizó mi piel y tensó cada músculo de mi cuerpo al sentir la suavidad y humedad de sus labios.

En ese momento caí en la cuenta que un cuerpo definido y que un rostro semejante al de Afrodita solo eran detalles poco significantes, lo que en realidad importaba era la persona.

El contacto me estremeció. Necesitaba ésto, necesitaba ésta intimidad con ella. Al principio fue lento, dejándonos saborear el placer que habíamos reprimido por tanto tiempo. Después pasó a ser rápido, eufórico, ansioso por más.

Nos separamos para tomar aire, yo aún con los ojos cerrados sintiendo el ligero aroma de menta y alcohol que desprendía su respiración acelerada y por dentro, deseando que no fuera la última vez.

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