—¿Qué pasará mañana? —pregunté sin querer la respuesta.
—Es imposible que lo sepa. Disfrutemos hoy, luego ya veremos que sucede.
Asentí y de nuevo, me perdí en sus ojos. Increíble como habían cambiado a un verde claro, debido al color que reflejaba el mar en la orilla.
Creo que toda cordura tiene un poco de locura. ¿Lo cuerdo?, me gustaba esa chica. ¿Lo loco?, era la primera vez que la veía, antes solo habíamos hablado por mensajes de texto. Y aunque el amor puede manifestarse de diversas maneras, lo llamaba insensatez porque iba en contra de mi carácter, pero bueno, todos rompimos nuestras propias reglas por alguien.
—¿Te das la vuelta? —me pidió, no sabía el por qué, pero obedecí. Sus dedos rozaron mi espalda y se sintió genial, y más, cuando entendí su propósito. Trazó unas palabras que hicieron darme cuenta de la veracidad de las mismas, «te quiero».
—Yo también te quiero, Nyl —ni puta idea de por qué lo sentía, pero lo hacía. Me lancé a sus labios y la besé. La besé como si fuera la última vez; tomé su mejilla en mi mano y la traje más hacia mí. Luego cuando nuestras bocas dejaron de rosarce, deposité otro beso en su frente.
—Tienes una obsesión muy grande con besarme.
—Perdón Nyl, por querer aprovechar el poco tiempo que tenemos —bromeé con un falso tono de enfado. Ella lo notó y me lanzó un puñado de arena encima. Cuando advirtió en mi rostro el error que acababa de cometer, intentó pararse y salir corriendo, pero fui más rápido. Entre risas logré cargarla en mi hombro como si de un saco se tratase.
—¡Andro, bájame ahora mismo! —gritaba y daba débiles golpes con sus puños en mi espalda, pero reía, lo que dejaba claro que no le hacía daño.
Caminé unos pasos con ella encima, reclamando, y luego la bajé.
—No vuelvas a hacer eso —me regañó.
—Te ves preciosa cuando finges molestia —pellizqué su mejilla y pasé mi mano por su hombro para pegarla a mi. Mientras andábamos, observamos como el Sol comenzaba a ocultarse.
—Es tarde, Andro, debo irme —algo en mi interior se removió. Le hice un ademán para que subiera a mi espalda. Lo hizo, sabía que le gustaba. A solo unos metros de la salida comenzó a besar y morder mi cuello, se sentía jodidamente bien. Seguía creciendo la lista de cosas que extrañaría.
Una vez pisé el asfalto, sentí como si mil clavos penetraran mis pies. Llegaba el momento en el cual no quería pensar. La despedida.
—Me voy ésta noche para mi pueblo, no quise decirte antes para no fastidiar el rato —una parte de mí lo sabía, pero no quería creerlo. Al final la realidad terminó dándome una bofetada. La estreché entre mis brazos como si con eso, pudiera impedir que se fuera.
—Fue bonito —le dije.
—Fue bonito —respondió.
Besé su cabeza y di media vuelta. Molesto. Molesto con lo injusto que era todo. Molesto porque era la única y última vez. Molesto conmigo, por haberme adaptado en unas horas a algo, que no podía ser más que eso.
«Al menos la conocí». Pensé, tratando de consolarme.
15 años después
—Andro, la nueva jefa quiere conocerte —me hizo saber mi compañero de trabajo.
—Veamos que quiere la hija consentida del CEO —era extraño que me llamase, era solo un trabajador más de esa compañía. Mi compañero se encogió de hombros.
Caminé por el largo pasillo hasta dar con la puerta de su oficina. Toqué. Abrí cuando escuché pase del otro lado.
—Buenos días, eres Andro, ¿verdad? —habló primero. Aquella era una mujer increíble, llevaba un vestido que hacía resaltar unas curvas bastantes llamativas, sin embargo, sus ojos llamaban aún más la atención.
—Si, soy Andro, señorita...
—Nyl, me llamo Nyl.