𝙰𝚍𝚊́𝚗 𝚢 𝙴𝚟𝚊

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Todos mis compañeros comenzaban a quitar sus uniformes para vestir ropa deportiva y prepararse para la Educación Física. A medida que iban terminando, salían del aula para ir al terreno de actividades.

La miré. Aún demoraba e hice lo mismo a propósito, con la esperanza de que los pocos que quedaban dentro se largaran de una vez y nos dejaran solos. En realidad no sabía para que, no tenía un plan en mente; lo que si sabía era que ella y yo teníamos algo pendiente, algo que llevábamos tiempo posponiendo y no podía demorar más. No quería.

Cómo esperé, el aula quedó vacía; a excepción de nosotros. Culminó de abrocharse los cordones de sus zapatos y me miró, le dí una sonrisa pícara para que conociera mis intenciones.

Caminé con lentitud hacia la trigueña de pelo largo. Cuando nuestra cercanía ya se hacía notable, comenzó a dar cortos pasos hacia atrás. Quizás tratando de huir; o quizás, queriendo hacerlo más excitante para mí. De cualquier forma, la pared le impidió seguir retrocediendo. Estaba acorralada.

Nuestros cuerpos quedaron solo a unos centímetros de separación. Su respiración se aceleraba e inconscientemente, separó un poco sus labios. Llevé mi mano derecha hasta su rostro y descendí lentamente rozando su piel, hasta llegar al cuello; el cual apreté con mis dedos ligeramente. Soltó un leve gemido ante ésto, sabía que la encantaba.

—Adán —hablaba con dificultad —, nos... nos verán.

—Dicen que una aventura es más divertida si huele a peligro Eva —cerré un poco más fuerte mi agarre en su garganta, siempre con un cuidado excitante. Estábamos tan cerca que nuestros alientos se mezclaban.

—Enserio Adán, no debemos hacer ésto aquí.

—Los Adán y Eva bíblicos pecaron, ¿por qué nosotros no? —no perdí más tiempo y estampé mis labios contra los suyos. Sabía que una vez comenzado, no había vuelta atrás.

Sin separarnos la tomé por los muslos y la elevé hasta que sus piernas se enroscaron en mi cintura. El beso era exigente, ansioso por más. De alguna forma se las ingenió para llevar sus manos hasta mi espalda y arañar con sus uñas la misma. Eso prendió la mecha.

La estrujé más fuerte contra la pared para que sintiera la dureza que me provocaba. Leves gemidos ocasionados por la fricción de nuestras partes salían de su boca y descansaban en la mía.

Mordía mis labios, apretaba más fuerte sus piernas a mi alrededor y seguía arañando mis dorsales. No aguantaba más, necesitaba sentir de una vez su intimidad dándole paso a mi desesperado amigo.

Se soltó de su agarre y ambos quedamos nuevamente de pie. Aún besándonos llevó sus manos con rapidez hacia mi short y lo bajó junto con el boxer, quedando afuera mi miembro por completo. Leyó mi mente. Ella también bajó su ajustada licra y ropa interior.

La tomé por la cintura y la giré. Hice presión con mi mano en su espalda, logrando que se inclinara y quedase en una perfecta posición.

Me tomé unos segundos para deleitarme con la maravillosa mujer que tenía en frente. Sin más, enredé su cabello en toda mi muñeca y mano; jalé con fuerza de él al mismo tiempo que me introducía en ella con una ruda estocada.

—Por favor, no pares —sus palabras estaban llenas de lujuria, lo que confirmó que al igual que yo, me deseaba.

Comencé a moverme con velocidad. Entrando y saliendo de ella, cada vez con más furia y deseo. Presionó su mano en su boca para que no se escucharan los jadeos que le provocaba aquella sensación.

De repente nos quedamos quietos. Pasmados, al escuchar el carraspeo de una garganta. Giramos nuestras cabezas con lentitud y nerviosismo hacia el sonido.

Era el profesor de Educación Física.

—Mierda —dijimos al unísono.

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