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Los chirridos que producían las vías del tren al pasar y el bullicio que armaban las personas presentes en la estación eran una muy mala combinación para este joven empresario.

El muchacho era muy conocido, se decía que había nacido con las tres bendiciones que cualquiera hubiera deseado poseer: salud, riqueza y, lo que resaltaba siempre a primera vista, la belleza en todos los ámbitos.

Tenía un cuerpo bien definido, resaltando lo esbelto que era y demostrando el fruto de todo su entrenamiento. Por no decir que, además de astuto, era bastante apuesto. Un par de ojos rasgados color carbón intenso detallaba su proporcionada cara y que fielmente acompañaba al misterioso aura que emitía. También tenía un cabello del mismo color, despeinado pero a la vez tan elegante y reluciente que venía siempre a juego con el conjunto que llevaba.

Sin embargo, no nos precipitemos en sacar conclusiones sobre lo afortunado que debía de ser su vida. No era tan feliz como las personas ajenas la pintan... Ha tenido varias experiencias cercanas al suicidio, aunque nunca pudo llevarlos a cabo por dejarse llevar al pensar que pronto todo estará bien.

Suele convencerse de que el destino de su vida le reservaba algo que lo cambiaría por completo, algo que le hiciese comprender el porqué de su existencia. Pero, ahora piensa que no es más que otra mentira sobre el que mantenerse a flote en este dichoso mundo.

El tren que el azabache esperaba no era el tren correspondiente a esta próxima parada. El tren que muchos esperaban con ansias llegaba dentro de unos 13 minutos, y el de este está casi por aproximarse.

Intentó dirigirse a las vías por donde daban claras señales de que algún tren; su tren, se acercaba desde lejos. Apartó con total decoro a las personas que estaban de por medio, la mayoría no se molestaron en lo absoluto, ya que estaban realmente ocupados en sus programadas agendas. Bueno, la mayoría menos un peculiar pelirrojo.

—¡No, joder, mi café!

—Disculpa —respondió en un acto de cortesía, y siguió su camino—. Tengo prisa.

—Serás idio- espera... pero si el tren no viene hasta dentro de... ¡Mierda!

En un movimiento acelerado, agarró la manga de la camisa del individuo, quien estaba dando pasos firmes hacia donde se asomaba amenazadoramente un tren, y al tirar de ella hacia sí mismo, cayeron ambos al suelo. Dejando un ambiente lleno de murmullos mientras que el tren se alejaba, siguiendo su recorrido con prisa.

—¡En qué carajos estabas pensando! —dijo el pelirrojo, sin saber muy bien como reaccionar ante tal situación.

El misterioso sujeto pelinegro no dijo nada, estaba en silencio y permaneció así hasta que el otro decidió tomar de su brazo, levantándolo y cargando de él casi a rastras hacia la salida.

El pelirrojo llegó a escuchar algún que otro comentario sobre la procedencia del chico que sujetaba, que si era o no el prestigioso empresario triunfador queriéndose matar o cosas por el estilo. Esta vez, en lugar de hacerle caso omiso a los comentos de estos, casi por instinto, decidió hacerles frente para no provocar futuros malentendidos a esta persona, si es que realmente tenía una tan buena imagen que mantener en la sociedad como describían. Aunque, si eso era verdad o no, no le importaba en lo absoluto, lo que sí le preocupaba era la persona misma en el sentido de ser un ser vivo cualquiera.

—¡No inventen! Es un amigo mío que se parecerá a él, no es el famoso ricachón del que tanto murmulláis, es más, está borracho porque lo despidieron de su trabajo y está en la quiebra. No es nada relevante, sigan su dichoso trabajo, dios.

Al parecer, el discurso improvisado había hecho efecto en la gente que se encontraba allí, ya que estos le creyeron sin mucho esfuerzo. Y sin más, volvieron a la nube de labores que invadía, a cada rato, sus mentes.

Así era la sociedad de hoy en día, no había más que trabajo en el mundo de los mayores y, si uno caía, solo era considerado otro más del puñado de perdedores inútiles que la sociedad desechaba. Sin embargo, lo que realmente ocurría era que, todos tenían miedo de dar un paso en falso y quedar en el mismo precipicio hacia el olvido, donde se encontraban los que una vez despreciaron ellos.

En la parada del metro [19 Days] (TianShan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora