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—¡¿Eh?! —formuló tras despertarse de un sobresalto.

—Oh, perdón, te desperté —se disculpaba el de cabello negro con una sonrisa.

—¿No estabas tú en la cama y yo en el sofá? ¿Cómo acabé yo acostado en ella y tú levantado?

—Ah, emm... —dudó un segundo en si decirle que cargó de él como a un saco de patatas, pero decidió tratar de evitar el tema para que no se enfade y optó por resumir lo ocurrido omitiendo esa parte—. Me dormí, tú también te dormiste, me desperté y te desperté. Así fue, más o menos.

—Vaya, conque eso ocurrió... —Mo guan shan sabía que él cargó de él también, pero pensó que debía de ser incómodo si lo decía, por lo que decidió guardar silencio—. ¿Y qué hora es? —preguntó un tanto adormilado.

—Son las diez de la noche, ha pasado unas cuantas horas.

—Uuuah~ —bostezaba mientras se incorporaba de la cama—. ¿Qué hacías de pie?

—Estaba echando un vistazo a tus fotos y sin querer la hice caer. Perdón...

—Nah, no importa —decía, restando importancia al asunto.

—¿La señora que se encuentra en una de las fotos, es tu madre? —preguntaba, recogiendo la foto caída en el suelo.

—Sí... Bueno, ¿debes de tener hambre, no? Cocinaré estofado de carne para comer —contestó, evitando que haya más preguntas.

—¡¿En serio?! —exclamó, poniendo la foto en el sitio donde estaba.

El pelinegro no insistió más en la pregunta, estaba tan feliz que no podía describir su emoción. Simplemente extrañaba el cuidado de una persona más, a parte de la que su hermano le ofrecía indirectamente.

—[Me alegra verle contento, ¿será que el estofado es su plato preferido?] Sí, y de mientras puedes tomar una ducha, hay ropa en el armario. No tardaré mucho—. Y, tras recibir un asentimiento de parte del otro, el pelirrojo se dispuso a ir hacia la cocina.

—[Ropa, ropa... ¡Estas se parecen más a las de mi talla!] 

[...]

—Listo, veo que terminaste también, adelante, siéntate y come —le ofrecía mientras ponía los cubiertos en la mesa—. Veo que te molesta que la camisa sea chica, siento no tener de tu talla —se disculpaba tras observarlo llevando su ropa.

—Qué va, solo está un poco ajustado, estoy bien —contestó mientras se sentaba—. Wow, ¡se ve muy delicioso! Muchas gracias por la comida, qué aproveche~ —dicho esto, se dispuso a devorar la comida con rapidez.

—Come lento, mocoso, te atragantarás —avisaba, contento de que esté disfrutando del plato que preparó.

—Lo siento, es que tengo mucha hambre... —se disculpaba avergonzado—. Además de que, ¡cocinas de maravilla!

—Por supuesto que lo hago, tuve un restaurante cuando era más joven —contaba, orgulloso.

—¿Más joven? ¿Ya no lo tienes?

—Bueno tuve que dejarlo para venir aquí, y en verdad fue cuando tenía un par de años menos —se justificaba avergonzado.

—Jajaja, ¿y cuántos tienes ahora?

—¿Es necesario responder?

—Por supuesto, todo el mundo sabe el mío. ¿Por qué no me dejas ser uno de lo que sepan el tuyo~?

—En verdad, desconozco tu edad...

—¡¿Qué no sabes mi edad?! —exclamó, ofendido.

—Es cierto que debería saberlo, pero, ¿sabes? La vida de los demás no es de mi incumbencia —repuso, dando un bocado a la comida.

—¿Estás seguro de que no te importa la vida de los demás?

—... No... Sí que me importan... —confesó este—. Me importan más que la mía, pero no en el sentido de tener que conocerlo personalmente —se defendió.

—Está bien, no importa —mentía, se sentía entristecido de lo poco que el chico conocía de él y de lo poco que él sabía de este, a pesar de ser reconocido mundialmente—. Empezaré diciendo el mío y luego tú el tu-

—Tengo 23. Sigue el tuyo.

Contento de que haya tomado la iniciativa, respondió energético—: ¡Yo tengo 24, ya no me podrás llamar mocoso ahora que sabes que soy mayor que tú!

—Dudo que lo deje de hacer, eres demasiado infantil para todas las hazañas que lograste.

—Y tú eres demasiado lindo para ser tan rudo~.

—¿¿Eh?? —Esto le había pillado tan a la sorpresa que se sonrojó hasta las orejas. Incluso por poco se atragantaba.

—Jajaja, estás muy sonrojado, ¿te avergüenza que te digan la verdad~?

—¡Por supuesto que no! —insistió, mientras se intentaba limpiar la boca con un pañuelo.

El pelinegro siguió comiendo de su plato, feliz. Observando como el pelirrojo evitaba a toda costa que su sonrojo se pusiera a más.

—Y... Ejem..., dime, ¿quieres pasar la noche viendo alguna película? —cuestionó, al rato de volver a la normalidad, retirando los platos de la mesa.

—¿¿Puedo?? Aunque... no, es demasiada molestia... —retiró—. Será mejor que me vaya ya... —No quería irse nunca de esta estancia, y tampoco creo que quiera alejarse de este pelirrojo jamás.

—Si te hes incómodo irte y te hes cómodo quedarte, ¿sabes?, por mí que puedes quedate todo el tiempo que quieras. —El pelirrojo parecía sincero, no había broma en su cara.

—[¡!] —No podía formular palabra, se preguntaba como es que podía leer lo que por su mente pasaba y, por alguna razón, eso le alegraba—. No... No puedo, tengo que volver... —negaba rotundamente, sentía una pena profunda tener que decir "no" a esa propuesta.

El pelinegro no esperó más respuestas, recogió su ropa, que era casi lo único que tenía en ese momento, y se dirigió a la puerta, la abrió y le dijo justo cuando la atrabesaba:

—Lo siento mucho, devolveré tu ropa en cuando pueda...

Y la puerta se cerró.

En la parada del metro [19 Days] (TianShan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora