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—[Lo que pensé fue simplemente la verdad, no hay nada malo en ello... ¿no? ¿O tengo otra cosa del que preocuparme?]

El pelirrojo, tras explorarse la cabeza pensando en que fue ese pensamiento, se rindió ante tal reto: descubrir la razón de la innecesaria comparación anterior entre el pelinegro con el peliplateado.

Había pasado unas cuantas horas desde que acudió al trabajo. Se le hacía mal sabor de boca no haber estado aquí ayer, pues, los otros compañeros tuvieron que ocupar su puesto. Y dado que no se le hacían muchas excepciones faltar al trabajo sin algo realmente justificante, los otros trabajadores le miraban con envidia. Y todo por el favoritismo y el buen trato que le tenía el jefe a este y que este nunca pidió.

Y no, el pelirrojo nunca usaba ese "pase o privilegio" para tomarse cualquier capricho, asistía al trabajo como era debido y cumplía de su parte. Todo muy puntual, pero la gente seguía teniendo problemas con que eso fuese así. Y eso le dolía al pelirrojo.

—[Siguen mirándome mal, solo falté un día de todos los días que podía haber faltado a mi gusto...] [A pesar de que tengo bastante trabajo acumulado por ello y lo estoy compensando, ¿realmente estuvo mal estar ausente ayer?] [¡Claro que no! Al menos no me la pase de vago en la casa]—. Hmph —reprochaba, escribiendo las últimas palabras restantes en el documento en el que trabajaba.

Ya casi era la hora de acabar la jornada de trabajo, y ¡qué decir de que ya era viernes!

Se despidió de los otros con cortesía tras salir del edificio y giró a un lado.

—Haah... —suspiraba con pesar—. [Sigo preocupado por él...]

[...]

Ya en la estación del metro, donde hace rato tomó para llegar, la iba a tomar, esta vez, para volver.

Los murmullos iban cada vez a más, formando una muchedumbre alrededor de un sospechoso individuo. El pelirrojo, quien al poco tiempo de darse cuenta de que se había formado algo, giró hacia la dirección de la raíz de todo y aflojó un poco su entrecejo al verlo, dando a entender su alivio.

Era el pelinegro, quien iba más llamativo que la primera vez que lo conoció: en el que en ese entonces, afortunadamente, ni siquiera podía distinguirse del todo de entre la multitud. Pero, ahora resulta hasta imposible no dirigir la vista a este y convertirlo en el centro de atención.

Al ver que se acerca a este, su estado pasó de calmado a nervioso.

—[¿Qué está haciendo aquí? ¿Eh? ¿¿Se está dirigiendo a mí??] —pensaba, echando la vista hacia detrás para caer en cuenta de que el único que estaba en ese sitio era él. Y solo él—. [¡¿Y la gente?!]

—Hey, pequeño Mozi~ —saludó casual, como si se conocieran desde siempre.

—Emm, ¿quién eres? ¿Te conozco? —se apresuró a decir—. Digo, hola, He- Sr. He. —corrigió al instante por los nervios.

—Te noto tenso, ¿te encuentras mal?

—Qué va —respondió agitado—. Estoy perfectamente, ¿cómo estás tú?

—¿Después de conocerte? Mejor que nunca —contestó sincero con una sonrisa, linda ante los ojos de este otro joven.

—¡No deberías decir esas cosas en público! —replicó avergonzado mirando por los lados, viendo que, para su suerte, las personas ya se despejaron poco a poco y que apenas quedaba alguien mirando. Estaba más tranquilo.

—¿Qué pasa con eso? Oh, ya entiendo, te sonrojarás como la otra vez, ¿verdad~?

—¿Cómo la otra vez? ¡Eso no pasará de nuevo!

—Jaja, ya empezaba a extrañar tus enojos~. Ven, acompáñame a un sitio —dijo, acto seguido invitó al pelirrojo a caminar hacia las afueras de la estación.

—Hey, hey, ¿y qué tiene que ver conmigo?

[...]

—Sube, al coche, por favor —pidió educado, al quedar en frente de un coche elegante que estaba aparcado de forma casi impecable en la carretera.

—¿Es esto un secuestro?

—Jaja, pequeña bolita pelirroja, que cosas tienes. Te llevaré a visitar mi apartamento para saldar las cuentas~.

—Yo no hago las cosas para esperar algo a cambio, estamos más que en paz —gruñó por lo bajo.

—En verdad no lo lo hago por eso, solo me hace ilusión que conozcas el mío también. Venga, no seas tímido, tu ropa está allí esperándote~.

—[¡Oh, cierto, mi ropa!] —Tras pensarlo con detalle, cedió a tal invitación y se adentró al coche—. Que sepas que lo hago solo por mi ropa.

—Sí, sí, lo que tú digas~.

Ya dentro del auto, empezó el largo recorrido hasta el dicho apartamento del joven mayor...

—¿Quieres que ponga música?

—No hace falta, está bien así —contestaba distraído, contemplando el paisaje de la ventana en el puesto del copiloto.

El pelinegro también observaba hacia ese lado, pero no exactamente el paisaje, sino al chico. Sonrió.

—¿A que es bonito? —preguntó el alto volteando a ver de nuevo al frente.

—¿El qué? —contestó sin entender, girando la cabeza hacia donde estaba él.

—La vista.

—Em, sí, ¿por qué? —dijo, y volvió a mirar por la ventana, tal y como lo estaba haciendo hace rato.

—Por nada, solo que te veo muy distraído, ¿pasaste por aquí alguna vez?

—Apenas tengo tiempo libre.

—Oh, veo que eres de los que apenas tienen tiempo para ellos... Te cuento, estas montañas no son nada comparado con las bellas vista del mar que hay desde mi ventana.

—¡¿Desde tu ventana?!

—Te sorprenderás más si te enseño la gran pecera que tengo en la sala —contó, sin una mínima intención de presumir; es más, solo quería llamar la atención del chico, y eso que en verdad nunca le gustó captar la atención de nadie—. Veo que te interesa bastante, espero que cuando llegues a verlo te encante.

—¡Seguro que sí lo haré!

En la parada del metro [19 Days] (TianShan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora