CAPÍTULO TRIGESIMOSEGUNDO

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Si te envié en su búsqueda fue porque no puedo confiar semejante secreto a ninguno de tus hermanos. Nuestras leyes son así. Si alguien descubre que pretendo su muerte, el clan acabará conmigo. Y tú, hijo mío, eres el único que comprende el cambio que busco. Ten paciencia. Soy consciente de que estar lejos del hogar duele. Pero solo tú me tienes el amor necesario para comprender todo esto. Es probable que la espera se alargue eternamente, que tu búsqueda por los reinos sea tediosa, pero sé que lograrás tejerte una vida que la haga más liviana. Los nuestros te necesitan, tu labor es la más importante de cuantas puedan desempeñar hoy día cualquiera de tus hermanos y hermanas. Y sé que es peligrosa. Pero ella no te reconocerá, como no lo haría con ninguno de su descendencia. Nunca se ha dignado a miraros a los ojos a ninguno de los que formáis parte de su familia. Así pues, ten ese odio presente, búscala por cada rincón de los mapas, y ten cuidado. No será fácil darle caza. Las víboras no confían en nadie. Y sé que esto que te voy a decir no te gusta un pelo, pero recuerda que tienes la opción de jugar nuestra nueva carta. Siempre puedes hacer que nuestros nuevos aliados, esos que siempre fueron nuestro peor enemigo, hagan el trabajo sucio.

                                                                                            Vladd, misiva


***


Los gritos tras la enorme puerta de dos hojas hicieron que los presentes se estremecieras de pavor.

—Es el mismo mal nacido de los infiernos —balbuceó un soldado, temblando la espada en su mano—. Y viene a por nosotros.

—No hay mal que podamos haber hecho para merecer esto —se pronunció el anciano rey, con ojos muy abiertos—. Rezamos cada noche por todos los dioses habidos y por haber. Esto... Esto debe ser solo una pesadilla.

Un fuerte golpe en la puerta los hizo dar un respingo, tanto al rey como al piquete de guardia que aún permanecía a su lado. Uno dejó resbalar en su entrepierna un líquido que sintió calentito al ver la sangre colarse bajo la puerta.

Silencio.

Ahora, solo el silencio reinaba por encima de su misma majestad allá afuera, en el pasillo exterior, donde los soldados habían tratado de mantener a raya a lo que fuese que trataba de llegar hasta su rey. Y, entonces, algo monstruoso empujó la puerta haciendo gemir la madera que la cruzaba.

—No podrá pasar... —dijo algún soldado.

Un golpe seco y un hueco en una de las hojas estalló en mil astillas y pedazos.

El madero se tambaleó, algo lo elevó y terminó cayendo al firme con un fuerte estruendo. Las bisagras de la enorme puerta gimieron y de ella surgió una ensangrentada mano de niña.


***


Tiserisha despertó de aquel oscuro recuerdo sin poder moverse. De aquella pesadilla que arrastraba desde que la abandonaran en aquel castillo donde se transformó en un monstruo implacable. Donde desahogó su furia contra un pueblo entero. Donde las leyendas de Drácula nacieron para la posteridad. Los colmillos, la sangre, la crueldad.

Entreabrió los ojos. Luces tenues iban pasando a lo largo del oscuro pasillo. Sintió el dolor en el estómago y las costillas; un ser fuerte y peludo la cargaba sobre el hombro.

«Licántropos...»

Las manos y pies atados. Las fuerzas, no sabía adónde se habían esfumado.

TISERISHA "Tres siglos de odio"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora