CAPÍTULO CUADRAGÉSIMO

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La mitad del mundo ha explotado.

Algunos, tales como religiosos, dicen que el infierno ha estallado al otro lado del Quebranto. Que de lujurias y libertinajes colmaron el reino de Corinta y el mal los devoró hasta convertirlos en polvo. Otros, tales como pensadores y filósofos, que el mundo está tocando su fin. Y que desde donde sale el sol hasta donde se pone, irá desapareciendo con el paso de los años. Pues nada es eterno, y mucho menos la humanidad. Que polvo somos, y en polvo nos convertiremos. Otros, tales como comerciantes y mercaderes, que un desierto se ha llevado consigo los bosques y ríos, las ciudades y asentamientos. Que nada queda al otro lado del gran río donde rascar ni sacar provecho.

Pero digan tales o cuáles, unos u otros, mendigo o patrón, todos dicen la verdad en algo. Que al otro lado del Quebranto, no queda más que arena y calor.

Anónimo, Falacias y más falacias


***


Si alguno de vosotros pudo pensar que las poderosas aguas del Quebranto fueron mi fin, habéis de ser más mentecatos de lo que me esperaba. Cosa que tampoco dudo, pues si permanecéis aquí, encerrados conmigo, es porque muy listos no debéis de ser. Pero bueno, al fin y al cabo aquí me tenéis delante, aún con vida y sin merecerlo, a un día de una muerte segura en el Arenal. Si es que es verdad eso que decís todos. Que de aquí no se sale con vida.

Pero qué más da. Ya estoy cansada... Muy cansada de esta vida. De perder y perder. Me di cuenta de que todos cuantos me habían querido de verdad, habían muerto. Y que lo habían hecho por mi culpa. Si estoy aquí lo tengo merecido. Quizá ha llegado ya el momento de rendirme. De dejar de hacer que mueran más almas buenas a mi alrededor.

Si os soy sincera, cuando la corriente me arrastraba en aquel río que más bien parecía un mar embravecido, no descarté la idea de dejarme morir. Allí. Dejar de luchar y morir al fin. Esas brujas parecían haber ganado. Encajando las piezas no me fue difícil llegar siempre a la misma conclusión; había logrado matar a Lucero. Y según pude escuchar más tarde, ese hijo de puta debió hacer saltar por los aires medio mundo, porque todos hablaban del gran desastre. Del fin del mundo. Y entonces lo supe; Akiyama no pudo haber sobrevivido a aquella devastación nacida de la muerte del dios de Luz. Madelane se había llevado consigo mi venganza, y el motivo de mi vida.

Os juro que me rendí. Que pensé que tal vez lo mejor era olvidar, y así dejar atrás ese odio que ya no tenía sentido alguno. Y la mejor forma de hacer aquello era retroceder. Beber tanta sangre que mi cuerpo y mi mente se perdieran y volvieran a una dulce niñez, donde los recuerdos se diluyen junto al odio y el terrible arrepentimiento que me embargaba. 

Y cuando logré salir de aquel endemoniado río, os juro que lo intenté. Que la culpa me decía una y otra vez que o la muerte, o el olvido. Y no sé si fue mi cobardía o mi egoísmo, pero en aquella ocasión me decanté por el olvido. Cosa que, como podréis comprobar, tampoco hice del todo bien...


***


Las embravecidas aguas del Quebranto arrastraban y destrozaban no solo bloques de hielo venidos del norte, sino troncos, árboles enteros, y la vida de cualquier animal que cometiera el error de acercarse a alguna de sus orillas o despeñarse por los desfiladeros que daban a él en su largo camino hacia el sur, al mar Truncado.

Lo que nunca llegó a comprender la chica vampiro que fue arrastrada por aquellas nefastas aguas, fue que lograra sobrevivir a aquella travesía. Y es que no solo fueron varios días y sus noches, donde, agarrada a lo que podía encontrar, perdía y recuperaba la conciencia sin dejarse morir. Cierto es que en más de una ocasión eligió la muerte como vía de escape, pues ya no le quedaba nada más que perder. Pero siempre había luchado por sobrevivir, y ese instinto no se mataba de la noche a la mañana.

TISERISHA "Tres siglos de odio"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora