Mikey seguía en shock tras un vistazo completo del chico con el que se acostó. Estaba prácticamente a su altura y una posición ligeramente encorvada por estar mucho tiempo agachado. El color pálido del uniforme no le hacía gracia a su piel, pero de una u otra forma, parecía resaltar el color tan intenso de sus ojos azules. Mikey quedó encaprichado por el brillo que veía en ese manantial de vida, sin embargo, seguía en negación ante el hecho de que se había dejado follar por él.
— ¿No te acuerdas de mí? — Preguntó Mikey, tanteando en los recuerdos del rubio teñido. El chico reclinó su cabeza cómicamente antes de que su expresión se esclareciera y empezara a temblar nerviosamente.
— Disculpe, ¿De qué se supone que debería conocerlo? — Preguntó en voz baja el desconocido, manteniendo su agarre torpe sobre los dvds que organizaba. Mikey notó que los nudillos del chico se ponían blanco ante la fuerza que estaba ejerciendo sobre el fino plástico de las películas.
— ¿Estás diciendo qué no te acuerdas de los chicos con los que follas en el baño en medio de un fiesta? — Preguntó el rubio cenizo notablemente indignado.— Qué mal vampiro eres.
Hubiese sido graciosa la forma en la que el rostro del chico se contrajo de no ser porque casi se cae para atrás. Mikey suspiró exasperado, sin saber que hacer en esos momentos. Lo único que se le ocurrió fue empujar al rubio teñido al estante tras él y sostenerlo del cuello del viejo y desgastado uniforme, haciéndole saltar de terror.
— Escúchame bien, porque solo lo diré una vez. Nadie me folla y actúa como si nada.
Takemichi que había estado temblando todo el tiempo, a penas tuvo tiempo de reaccionar contra el ímpetu con el que el contrario lo estaba tratando. Anonadado por la reciente declaración. A Takemichi si le habían parecido conocido esos ojos oscuros, pero ni en mil años pudo haber supuesto que era el mismo con el que había tenido el vasto encuentro en el baño, era demasiado para procesar.
— Espera, espera, déjame explicar.— Dijo en voz baja, mirando alrededor. Estaría en serios problemas si su jefe lo encontraba en una posición tan comprometedora con un cliente.— Suéltame y hablemos, todo tiene una explicación.
El rubio cenizo lo miró con cautela e inteligentemente lo soltó, sin alejarse por supuesto. No lo iba a dejar ir tan fácilmente. Takemichi carraspeó, sin saber por donde empezar.
— Dilo entonces.
— Ese día estaba muy ebrio, no recordaba bien tu cara. Estaba medio oscuro y estabas disfrazado, no me aproveche de ti a propósito. — Balbuceó rápidamente, teniendo que tomar una respiración profunda para proseguir.— Lamento lo que paso, no quería herir tus sentimientos.
El chico sin nombre, lo estudió detenidamente. La intensidad de sus ojos negros lo paralizó por segundos, luego pareció relajarse y sonrió como si nada hubiese pasado. Dándole un poco más de espacio.
— ¿Takemicchi? — La improvisada pregunta lo descolocó, pero a raíz que el chico señalaba su gafete, supuso que se refería a su nombre. Sintió la necesidad de corregirlo, pero se conformó con un asentimiento leve y amistoso.— Puedes llamarme Mikey, aún no estoy conforme con tu explicación, pero supongo entonces que te harás responsable.
— ¿Eh? ¿Responsable de qué?
Mikey abrió la boca para responder, pero el chillido molesto de su jefa lo sacó de sus cavilaciones. Takemichi se puso rígido, con una mirada de pánico. Mikey pareció entender su reacción y le quitó el DVD que tenía en mano.
— Me llevaré esta película, gracias por la atención.
La mujer se calmó, pero no dejó de mirarlo con reproche. Takemichi asintió, soltando un suspiro. Mikey se dio vuelta, pero se detuvo con disimulo mirando hacía unos estantes vacíos aún.
— ¿A qué hora sales de trabajar?
— A las siete, Mikey-Kun.
— Esta bien, pasaré por ti. Y no acepto un no por respuesta.
— Claro.— Respondió dubitativo, viendo a Mikey desaparecer entre los pasillos que conectaban la caja y la salida. Su expresión derrotada era el claro ejemplo de que se estaba metiendo en problemas, uno del que probablemente no podría salir pronto.
Takemichi terminó de trabajar unos minutos antes de las siete de la noche. Colgó su delantal en el perchero de la habitación de empleados, antes de salir por la puerta principal. Fiel a su palabra Mikey lo esperó fuera, tenía una expresión aburrida que no había visto antes, incluso desinteresada. Takemichi pensó que sería una buena señal.
— Mikey-kun, qué puntualidad.
— No pudimos hablar mucho allá adentro, tu jefe da miedo.
— Es un poco gruñona, sí. Pero está tienda me da para pagar mis estudios.
— Comprendo, ahora sube. Tengo hambre y podríamos ir por algo de comer mientras nos ponemos al día.— Takemichi por primera vez se fijó en la moto que acompañaba al rubio cenizo. No quería hacerle el feo, pero le daba miedo si quiera pensar en subirse a una cosa de esas.
— Mikey-kun, no estoy seguro... ¿y si me caigo?
— Takemicchi, odio repetir las cosas.
No le quedó de otra que obedecer a Mikey, arrastró los pies hacía la motocicleta, dudando antes de subirse tras el chico. Sus manos quedaron en el aire, pero Mikey se adelantó y lo obligó a abrazarlo, argumentando que debía sostenerse de él.
— Eres muy mandón, Mikey-kun.
El chico atinó a sonreírle y condujo en silencio por las coloridas calles de Japón, nunca había tenido un viaje en motocicleta a esas horas, pero era por mucho una experiencia memorable, con la brisa fresca en su rostro y el ruido de la gente que desaparecía con el ruido del motor. Le gustó y mucho, por eso se permitió relajarse en la espalda ancha de su acompañante.
Se detuvieron en un restaurante pequeño y Mikey se adelantó a pedir, Takemichi no opinó cuando escuchó sobre un menú infantil. Él mismo pidió algo de pollo frito y muchas papas también fritas.
El primero en romper el silencio en medio de la espera fue Mikey, con sus codos apoyados en la mesa y sus ojos cavando profundo en su interior, como si quisiera descubrir sus secretos.
— Y dime, Takemicchi, ¿acostumbras a follar con chicos en los baños?
— No, no... digo, fuiste el primero.
— ¿El primero con el qué tuviste sexo ocasional?
— El primero con el que he tenido sexo, antes de eso no había tenido nada de eso... — Respondió con un ligero rubor en sus mejillas. Su mano jugueteando con un paquete de servilletas dispuestas al publico.
— Oh, eso era... ¿Qué edad tienes?
— Voy a cumplir veinte, ¿y tú?— Tengo veinte. —Una respuesta corta, pero que le acompañó con una sonrisa un poco más amigable.— Supongo que te juzgue mal, ¿no? ahora yo me siento mal por haberte corrompido.
— ¡Eso no paso! No lo digas de esa manera, de igual forma, creo que ambos estuvimos de acuerdo aunque no estuviésemos del todo cuerdos. Estaba bebido esa noche y no soy muy tolerante al alcohol.
— No tienes que avergonzarte de nada, no somos unos niños que no podemos hacernos responsables de nuestros actos, ¿o sí?
— ¿A qué te refieres con responsable?
— Desde ahora somos novios, Takemicchi, eres mío.
Y Takemichi pensó que el corazón se le saldría del pecho. Estaba perdido.
BUENAS NOCHES, por fin actualización.
Gracias a los que siguen está historia.