Lentamente las cosas para Takemichi estaban volviendo a la normalidad. Seguía acongojado por la candente noche de pasión de la que sin querer fue protagonista, pero el bochorno era mínimo, comparado con la ansiedad de saber la identidad del otro chico, porque sí, las dudas sobre el género estaban disipadas, sin embargo, no había un nombre por el cual empezar a buscar.
Cuando aceptó ir a esa fiesta de disfraces con sus amigos, tras una larga y tediosa, semana de trabajo y estudios, jamás imaginó que acabaría perdiendo su virginidad y menos con un tipo vestido de caperucita, raro y extravagante.
Por supuesto, en medio de su embriaguez, lo vio en medio del salón, moviéndose como si fuese el rey de la pista, con las melenas rubias revoloteando en el aire y una sonrisa coqueta en sus mal pintados labios rosados. Para Takemichi fue la imagen más sexy que hubiese visto.
No estaba en sus cinco cuando se acercó al tipo y empezó a moverse a su sutil ritmo, sus manos apoyándose en su cintura. No sabía que pensaba, cuando se inclinó a tomar un beso en esos delgados labios, por dios, todos esos recuerdos eran increíblemente vergonzosos, pero tan placenteros. Recuerda sus ojos oscuros intensos entre la oscuridad y las luces centelleantes, luego una invitación silenciosa y su raciocinio se fue al carajo.
Definitivamente no sabía que tenía, debía ser algo muy trágico, para que siempre le fuese tan mal. Y bueno, tampoco debería quejarse tanto, mentiría si dijese que no disfruto el encuentro, ese cuerpo esbelto, los sonidos que salían de su boca.
Takemichi tragó en seco al sentir de repente una oleada de calor sacudir su cuerpo.
— ¡Takemichi! — La voz de su jefa bajó la intensidad de sus pensamientos. El mencionado se irguió de golpe, con sus manos en sus costados y la cabeza al frente.
— Dígame.
— Te estoy llamando hace cinco minutos y estás en la luna, no te pago para pensar, ponte a trabajar.— Le empujaron una caja con nuevos dvd's, casi resbalándose por su falta de concentración. Sus dedos se sentía mantequilla y su cabeza fuera de lugar.
— Lo siento, lo siento. Ya me pondré en esto. — Murmuró, acercando la caja a su pecho, en lo que su jefa refunfuñaba y se marchaba, dejándolo hecho un lío.
Por lo menos ahora se permitió respirar tranquilo y volver a su trabajo, está vez tratando de sacar de sus pensamientos a la caperucita. Más tardó en agacharse para seguir con su trabajo, que en lo que su mente recreando las inolvidables escenas de nuevo.
. . .
En otro lado de Tokyo, un rubio cenizo terminaba parte de sus ocupaciones diarias. La única condición que su abuelo le impuso para tener y seguir en una pandilla, era ayudar en el dojo familiar y estudiar, hacía ambas cosas, gruñendo y maldiciendo, pero cumplía.
Estaba madurando o eso decía, sin dejar de lado su puesto de capitán de la Toman, aunque ese último fuese más una organización para matar el rato e intimidar a los tipos que se metían con sus amigos.
Una vida relativamente normal, si no fuese por lo que pasó en la fiesta y el vampiro, a pesar de las conexiones aún no había dado con él, pero estaba cerca, ¿Cuántos rubios teñidos vestidos de vampiros de su edad habían en el distrito?
Tres, irónicamente a esa fiesta fueron tres.
— Emma, voy a salir. — Dijo, asomándose a la habitación de su hermana, sonriendo al verla con un libro en la mano mientras estaba sentada en la cama, con sus piernas flexionadas.
— ¿A dónde vas? — Preguntó Emma, sin despegar la vista de las páginas que leía.
— Voy al taller, con Kenchin.
— Oh, le preguntas si viene a comer.
— Está bien, por lo menos prepara algo rico hoy.— Tres decir eso, Emma lo miró con las cejas entrecerradas, amenazando con lanzarle la revista que leía.
— Mejor vete.
— Nos vemos. — Tarareó, antes de darse vuelta e ir a la salida, tomó las llaves de su moto de la mesa y salió sin más. El aire veraniego era un poco sofocante.
— Veamos que noticias hay hoy.— Susurró, subiéndose a su moto para ir rumbo al taller que Draken compartía con Inupi y él, Mikey había estado de acuerdo con que los tres fuesen socios.
Aunque Mikey solo fuese cuatro días por semana, no parecía un trato justo, pero de vuelta, era el único que estudiaba, Draken no aceptó la responsabilidad e Inupi, no podía darse ese lujo.
Ya en el taller, el ambiente era silencioso con solo los chirriantes movimientos de las tuercas. Draken estaba frente a una moto, trabajando como siempre.
— Kenchin.
— Oi, Mikey, ¿Qué haces aquí? ¿Ya terminaste en el Dojo?
— Hoy estuvo todo tranquilo.
— Ya veo, entonces, ¿Qué quieres?
— Deberías saberlo.
— Inupi está en la parte de atrás buscando unos repuestos, Mikey, no vayas a meterte en problemas, ni golpear a nadie.
— Te lo prometo. — Se cruzó de dedos mientras pasaba de largo hacía el almacén. Inupi estaba agachado, revisando en los cajones viejos unos repuestos que necesitaba.
— Inupi, ¿Koko averiguó algo?
Inupi se sobresaltó y luego, visiblemente más calmado le lanzó y mirada irritada, que trató de cubrir con aburrimiento.
— Mikey, da alguna señal, ¿Quieres? Y si, Hajime está seguro que el chico que buscas está en la tienda de dvd's que queda cerca del puesto de Dorayakis que te gusta.
— ¿Nombre?
Inupi se encogió de hombros y ya no le respondió, siguió en lo suyo. Mikey sonrió, un poco más emocionado por tener un nuevo destino al que ir ese día.
Y justo tenía ganas de verse una película.
— Kenchin, ya me voy. Emma dice que vayas a comer.— Dijo en voz alta, yendo nuevamente a su moto.
No escuchó los reclamos y tampoco le importaban, quería ir a esa tienda lo antes posible.
Conocía perfectamente el camino, si era verdad que quedaba cerca de su puesto de Dorayakis favorito. Bajó la velocidad con la que conducía y se detuvo en una esquina, solo para darse cuenta que Inupi tenía razón, allí estaba la tienda de dvd's. La zona no era muy concurrida y la fachada era un poco vieja, pero Mikey no iba a ver, si no a redescubrir al rubio que atendía.
Se bajó con sus llaves en mano, caminando despreocupado hacía la tienda. Los amplios ventanales daban una imagen detallada dentro, pero por más que busco, no vio a nadie rubio, algunos clientes y una mujer que estaba apoyada en un mostrador al lado de la caja.
Tomando un suspiro, entró al lugar y sin dar demasiadas vueltas, empezó a caminar por los pasillos, no era un lugar muy grande, pero habían muchos estantes que separaban un lado de otro. Mikey estaba entretenido mirando al frente, que cuando chocó con un cuerpo que apareció de repente, soltó un montón de maldiciones.
El chico bajo él, no pareció nada afectado por el golpe y se levantó de dónde estaba agachado un poco nervioso. Mikey abrió su boca para reclamarle, pero por fin se dio cuenta de un detalle importante, ese rubio teñido tenía el feo uniforme de esa tienda y segundo, debía ser exactamente al tipo que buscaba.
No debía ser cierto... ¡¿Ese tipo tan desaliñado y asustadizo?!
— Disculpe, estaba organizando estos dvd's, ¿Está bien? ¿Se golpeó en algún lado? — La voz no era la que imaginaba, su porte tan escuálido.
Mikey quería matarse.
Buenos días, espero estén teniendo una semana muy agradable.