𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟖

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—¿Segura que no quieres despedirte de tu hermano? —la miro de reojo aun con las manos en el volante

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—¿Segura que no quieres despedirte de tu hermano? —la miro de reojo aun con las manos en el volante. —Aún podemos regresar y...

—Papá, solo sigue conduciendo. —Contestó Levana.

Todo estaba listo. Estaba dejando atrás el lugar, la casa y las personas con las que había pasado la mayor parte de su vida. ¿Estaba triste? Claramente. Pero ella creía que ya no había marcha atrás y lo bueno de todo es que podría despejarse un poco y pasar más tiempo con su padre.

Semanas después...

—Jacob decía que tú hermano siempre lo veía como si esperara algo de él. No te lo quiso decir nunca pero ahora con esto, todo se vuelve aún más raro.

—Bueno, a decir verdad aquel corte le queda bastante bien. —Trató de sonar lo más tranquila posible. —La última vez que lo vi en casa de los Clearwater era ¿diferente? Incluso se veía mayor.

—¡Por dios! —Se levantó Quil de inmediato de la cama de la chica—. Incluso fui al bosque esperando una respuesta de ellos. Por dios me vi tan estúpido gritando sus nombres qué seguramente ellos solo se reían de mi.

—¡Hey! tranquilo ¿si? Yo hubiese hecho lo mismo, es obvio que querías respuestas. Ellos son tus mejores amigos. —Dijo Levana a la vez que se paraba de puntas frente a su amigo para juntar su frente con la del chico.

Quil habia cambiado demasiado tanto mental como físicamente en las últimas semanas. Él iba a ver a Levana cada que podía si no es que diario a pesar de la distancia entre la Reserva y el centro de Forks, la casa de la chica era de dos pisos. Demasiado grande para dos personas a comparación de donde vivia con su madre y Sam. Era por ese motivo qué su padre no había puesto objeción cuando veía a Quil casi diario en su casa, al principio lo tomaba extraño pero conforme el tiempo paso, se le hacia de lo más normal.

Levana luego del instituto se quedaba practicamente sola en casa o a veces Kayle y su hermano solian visitarla ya que estaban relativamente cerca pero aun así. Su padre sabía que su hija extrañaba mucho más La Reserva aunque ella no lo quisiera admitir y sabia que de alguna forma Quil formaba parte de aquello y si asi podria sentirse mejor, él no diría nada.

A ojos de Levana, Quil se había vuelto más malhumorado qué de costumbre y en ocasiones siempre terminaba desesperado e impaciente por cualquier cosa. En cuanto a lo físico se encontraba más fornido, sus facciones se comenzaban a marcar aún más haciendo que ya no pareciera un chico de 16 o 17 años y que decir de su altura, probablemente había crecido unos 10 cm más lo cual era un poco problemático para ella al tratar de molestarlo.

Lo más extraño para Levana, era que todo esto había sido poco a poco pero de repente, sin ejercicio, sin una alimentación propiamente saludable e incluso sin productos de gimnasio o aquellos que anunciaban en la televisión para aumentar la masa muscular. ¿Cómo lo sabía? Por que ella pasaba prácticamente todos los días con el chico y era imposible que alguna de las opciones fueran el resultado para ese gran cambio o quizá si había una explicación y era la que más deseaba fuese la correcta. La pubertad.

𝐋𝐮𝐳 𝐝𝐞 𝐥𝐮𝐧𝐚 ||  Seth ClearwaterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora