Capítulo 13

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Salir del ascensor no fue el único reto que me encontré a pesar de que nos tocó saltar hacia el piso tres mientras los técnicos y gente del edificio nos miraba

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Salir del ascensor no fue el único reto que me encontré a pesar de que nos tocó saltar hacia el piso tres mientras los técnicos y gente del edificio nos miraba. Me parecía raro ir con Pedro a buscar mis llaves, entre la conversación sobre el clima y el sentirme un poco mal ante Esteban por haberme emborrachado, quería irme a casa.

Pedro notó mi incomodidad, porque una vez me senté en el asiento del copiloto y me quedé jugando con mis llaves, él no arrancó.

—¿Estás bien? —preguntó, pero al ver que no le respondí añadió—: Oye, nadie piensa mal de ti. Todo lo contrario, eres la primera persona que logra que baile tanto.

Giré mi cabeza para verlo y me reconfortó que ya él hacía lo mismo.

—No tengo la costumbre de emborracharme, pero no te mentiré al decirte que después de que nos tomaran la foto cenando yo... —Me callé por un momento, mis manos temblaban—, el susto se quedó conmigo y me daba vergüenza estar con gente que me vio en la fiesta.

—Ya eso pasó, créeme cuando te digo que ellos tienen una buena imagen de ti, no pienses que los comentarios de la gente en internet equivalen a lo que piensan los que sí te conocen. —Asentí, convencida a medias—, vamos a tomar el café y así te distraes.

Pedro arrancó un minuto después. Era raro que me preocupara por mi imagen, sobre todo cuando las personas en cuestión eran unos desconocidos.

Intenté concentrarme en el merengue que se escuchaba en la radio y en mi respiración, buscando la calma entre la incomodidad aplastante. Observé la calle, todas esas personas que seguían sus vidas como si en la carretera no hubiera una pareja ficticia que iba a reventar su burbuja en cualquier momento. Tenía la sensación de que se acabaría nuestra burbuja; teníamos una fecha de caducidad o eso era lo que mis nervios me decían.

Al menos me quedaba la certeza de que si acabábamos con la mentira, existía otro plan que haría que nos siguiéramos hablando. Estaba cansada de tantos cambios tan seguidos y sentir que ganaba a alguien en mi vida para perderla así de rápido me perturbaba.

Quizás estaba exagerando, porque en realidad no teníamos una base para sustentar una relación ficticia, pero sí para ser amigos. No había datos ni patrones que me indicaran que todo saldría bien. Por lo menos podría sacar algo bueno de la situación, tenía muchos problemas económicos como para dejar pasar el meme y cualquier otra oportunidad de generar ingresos con ello. Mientras organizábamos ese negocio, continuaría buscando trabajo. Dudaba que podría pagar el alquiler en cualquier momento, por lo que tendría que recurrir a mis padres si ellos no me escribían primero; me consolaba que no tendría que darles una excusa horrible. Las conexiones que hacía en mi cabeza tenían una connotación un poco negativa y, por eso, la duda seguía ahí. ¿Estaré haciendo las cosas bien?

Bostecé. Pedro se estacionó en un hueco a un lado de la acera, apagó el vehículo y se bajó. Salí de ese desastre con ruedas y lo seguí por la calle. Él se veía muy adentro de sus pensamientos, como si algo le molestara. De repente, se detuvo en seco y, por suerte, yo estaba a unos pasos atrás por lo que me dio tiempo de evitar chocar con su espalda al parar mi caminata.

Las mentiras de Mara [Disponible en físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora