Capítulo 2

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Había dormido mal

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Había dormido mal. Cuando Val se fue me sentí tan sola que deseé volver a escuchar el ruido del vecino. Para mi suerte se callaron tres horas después de quejarme y gracias a mi amiga ese tiempo pasó rápido. Disfruté mucho de su compañía, al final terminamos hablando de todo un poco mientras tomábamos cerveza como en los viejos tiempos. 

Nos conocimos en la orientación de la universidad y enseguida encajamos bien, éramos dos desconocidas que se juntaron en una actividad estúpida para hacer amigos. A pesar de que abandoné la universidad por un trabajo a tiempo completo, ella siguió ahí y de la misma manera estuve yo cuando necesitó a alguien por la muerte de su madre.

Aunque teníamos vidas contrarias siempre buscábamos una excusa para vernos. Ella era amante de las redes sociales y, de hecho, vivía de eso, en cambio, yo trabajaba como recepcionista con un horario fijo. Lo que más valoraba de nuestra amistad era que respetábamos las decisiones de la otra, Val hizo todo lo posible por entender mis razones al abandonar los estudios por un trabajo. De la misma forma, yo la apoyé cuando conoció a Liv y decidieron emprender juntas en las redes sociales.

Sin importar la sensación de buena amistad que tenía y la soledad que quería acompañarme, mi mente seguía ocupada con lo del alquiler. Era algo que venía a perturbarme y por más que intentaba distraerme, no lograba sacármelo de la cabeza.

Durante toda la noche tuve sueños espantosos, las pesadillas no dejaron de atormentarme cada vez que cerraba los ojos. Unas, las más crueles a mi parecer, me mostraron lo miserable que podía ser viviendo con mis padres; destruían toda posibilidad de solución dejándome desamparada. Era la única salida que tenía si quería evitar vivir en la calle. Odiaba esta angustia que no se fue cuando me desperté, se quedó conmigo todo el día acompañándome en mi soledad.

No salí de casa, tampoco interactué con nadie ni por teléfono. Eso sí, me esforcé en recuperar el sueño perdido mediante siestas largas. Por suerte obtuve la energía necesaria para limpiar mi apartamento de pies a cabeza y me dio una sensación falsa de productividad. La cual, después de un rato, me rendí y pedí comida para cenar. Eso último estaba mal y lo sabía, porque debía guardar dinero. Pero no comí con culpa. No existía razón para ello cuando la idea de vivir con mis padres rondaba en mi cabeza y, para mi sorpresa, era lo que necesitaba para no derrumbarme.

Cayó la noche otra vez. Revisé mi celular para verificar la hora, dos y media de la mañana. Estaba deseosa de cerrar los ojos, perderme en mi subconsciente lleno de sueños feos y despertar en el día siguiente. Me era imposible, desde las diez de la noche la música proveniente del apartamento de Pedro no me dejó desconectar. No tenía planes de quejarme ya que quería evitar conflictos, pero esa decisión había convertido en un martirio.

Por experiencia sabía que era mejor hacer un acercamiento amable para que bajaran el volumen y de esa forma me mostraba empática ante la situación. Si ocurría un enfrentamiento no era mi culpa, porque yo fui buena gente. Cuando no funcionaba, me volvía más grosera y como último recurso llamaba a la policía. Los estudiantes que vivían en el 9B sobrepasaron el nivel de enemistad vecinal que había creado. Todavía tenía esperanza de no volver a pasar por eso.

Las mentiras de Mara [Disponible en físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora