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Allí estaba Kim Dahyun sentada en el borde de su impecable cama blanca. La coreana estaba leyendo las líneas de una de las novelas de terror que tanto amaba, era curioso, desde que sucedió lo de Sana, la joven jamás volvió a interesarse en novelas de romance. Lastimosamente, su momento habitual de lectura se vio interrumpido por el pitido de su teléfono móvil. Cuando Dahyun tomó su celular, y esta estaba decidida a rechazar cualquier llamada de los que en un tiempo fueron sus amigos más cercanos. Sin embargo, cuando la coreana vio de quien se trataba, decidió contestar inmediatamente sin hesitar.

-Mark está en la ciudad. Lo trasladaron a la municipal hace dos días-le dijo sin rodeos el joven policía. Era el mismo policía al cual Dahyun le pagaba para obtener escasa información. Aquel hombre era sus manos y ojos dentro de la fuerza. El joven estaba dispuesto a ayudar a la coreana con tal de conseguir el jugoso pago que Kim le daba.

-Gracias. ¿Algo más?

-No-dijo y así concluyó la llamada.

Gracias a esa llamada, Dahyun tenía planeada para su tarde. Dejó el libro en el específico lugar de su casi obsesivo compulsivo librero. La coreana caminó hasta el baño, en donde tomó una larga ducha de agua fría. Después, caminó hasta su impecable armario de donde tomó uno de sus trajes más serios e intimidantes. Dahyun tenía la creencia que utilizar esa clase de abrigos oscuros le daría mayor credibilidad como periodista. Cuando estuvo perfectamente arreglada, tomó las llaves de su auto y emprendió el corto viaje.

De camino, Dshyun encendió la radio; con tan mala suerte que la melodía logró recordarle a la única persona que había amado: Minatozaki Sana-Es una mierda. ¿Acaso no tienen otra canción?-dijo entre los dientes la columnista. Cambió de estación con su mano libre y sin apartar la mirada del pesado tráfico del medio día. Finalmente, optó por una melodía instrumental.

Luego de media hora, la joven se encontró frente al edificio gris, edificio que parecía más bien una fortaleza. De su auto solo llevó consigo una libreta café de cuero y un bolígrafo porque sabía que no podría entrar nada más con ella. En la entrada, fue instruida por un guardia de seguridad, ese hombre se encargó de informarle a Kim las reglas básicas del lugar. Dahyu asintió cuando el hombre termino de recitar su gastado discurso.

Luego de eso, Dahyun continuó caminando por el impecable pasillo, era similar al de un hospital, fue lo que pensó la columnista.

-Quiero visitar a Mark Tuan, por favor-fue lo que le dijo a la mujer recepcionista.

-¿Es familiar?-preguntó la mujer mayor de mala gana.

-No.

-¿Es su abogada?

-No-volvió a repetir la joven Kim.

-¿Motivo de la visita?-dijo la mujer sin ni siquiera mirarla por un segundo. Esta estaba tan concentrada en su juego de solitario que ni se molestó en detallar a Dahyun.

-Un entrevista.

-Tenga-la mujer le entregó un formato de visita-. Llénelo y tráigalo cuando haya terminado.

Dahyun no contestó más nada. La joven columnista tomó su pluma con el fin de no utilizar el desgastado bolígrafo azul que estaba atado de la otra esquina del salón. Sacó su libreta de cuero café y empezó a llenar el formato. Era simple; nombre, apellidos, fecha, motivo de visita y más de lo mismo. Cuando la coreana hubo terminado, se levantó del incomodo asiento para entregarle el papel a la mujer encargada.

-Pasé y espere a que la llamen-fue la pobre explicación que Dahyun recibió.

Tal y como la mujer le había explicado, Kim cruzó por la única puerta que creyó correcta. Allí había una sala de espera muy similar a la anterior salvo que allí había cuatro guardias. Y el lugar estaba dividido en dos. Una enorme pared de cristal estaba puesta en el medio, la única forma para hablar con quien estuviera del otro lado era usando un teléfono negro que colgaba del extremo de cada cubículo. «Es una puta cárcel, no un hotel cinco estrellas. ¿Qué esperabas?» internamente se regañó.

¿dónde estás, sana? [saida fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora