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Kim Dahyun suponía que ese sería otro aburrido día en su intermitente rutina. Lo cierto era que se equivocaba. Como era de costumbre, la hermosa coreana se despertó a las 11:00 AM. Caminó hasta la cocina para tomar sus habituales tres tragos de zumo de naranja más las dos mordidas de las frías sobras de la noche anterior. Después de eso, Dahyun se dio una larga ducha en la que no escatimó el uso del agua tibia. Nuevamente, frente al espejo, Kim poso sus ojos sobre la rosa que llevaba tatuada en el medio de su pecho. Ese dibujo permanente tenía el único propósito de recordarle a la coreana la existencia de la japonesa.

—Sana, eras tan hermosa como una rosa en primavera—le susurró a su reflejo— ¿Por qué tuviste que dejarme?

Cuando se sentó sobre la silla de su escritorio con el firme propósito de escribir su columna, la joven se percató que tenía correo sin revisar. Al abrir la bandeja de entrada se dio cuenta que la mayoría de estos eran facturas y recibos de cobro, lo típico. Sin embargo, había uno que, en particular, llamó su atención. La joven sin dudar un segundo, abrió el mensaje. Era corto, pero conciso.

"Puedo ayudarte con el caso de Minatozaki Sana. Nos vemos mañana en el parque central a las 9:30 PM. Te espero junto a los columpios. Se puntual."

¿Podía ser verdad? ¿Acaso alguien estaba dispuesto a ayudar a la coreana con su investigación? Dahyun no sabía si aquello era una cruel broma. En ese instante, Kim cuestionó si era o no prudente asistir. Por un lado, podría tratarse de alguien dispuesto a ayudar. Pero por otro lado, podría ser algún loco paranoico pretendiendo llamar la atención de prensa con sus delirios.

¡Qué dilema! ¿Debía o no ir? Kim también consideró que sería muy peligroso el estar sola y desarmada en un parque a merced de un desconocido. La joven columnista sabía que era mala idea asistir a la misteriosa cita. Por un momento Dahyun pensó pedirle a Taehyung que la escoltara. Sin embargo, inmediatamente se deshizo de la idea ya que eso implicaría el tener que contarle sobre su investigación.

Luego de una exhaustiva comparación entre los pros y los contras de asistir, Dahyun decidió asistir—No tengo mucho que perder—dijo en voz alta como si hubiera alguien a su lado. Kim Dahyun estaba dispuesta a correr los riesgos que fuera con tal de dar con la verdad sobre Minatozaki Sana. No le importaba poner en peligro su vida. Ella haría todo lo que fuera por la japonesa.

Durante las horas de espera, Dahyun se dedicó a caminar de lado a lado sobre la impecable baldosa de su apartamento. En medio del desespero, la periodista trató de leer, pero esta no logró concentrarse en las oraciones del libro de poemas contemporáneos. Finalmente, optó por limpiar su closet; de este, la coreana sacó esa enorme pizarra que estaba llena con recortes de periódicos, números telefónicos y nombres con apellidos—Si alguien llegara a ver esto, confirmaría que me estoy enloqueciendo—dijo la columnista mientras apoyaba la pizarra sobre una de las paredes del cuarto.

Y ahí estaba Dahyun contemplando las principales evidencias de su investigación. Llenar esa pizarra de elementos le había tomado a Dahyun más de cuatro años. Para ser exactos, Kim empezó a trabajar en su investigación cuando Minatozaki Sana hubo cumplido un año de fallecida. Dahyun inició ese proyecto con el único objetivo de obtener algo de tranquilidad, pero lo que ella no contaba era que ese proyecto le robaría la poca paz que le quedaba. Dahyun no esperaba encontrar tantas interrogantes sobre el suicidio de Minatozaki ni mucho menos espero encontrar tantas contradicciones. Después de cuatro años recolectando evidencia, testimonios y hechos, finalmente, Dahyun había llegado a una conclusión—Minatozaki Sana no está muerta—fue lo que dijo en voz baja como si tuviera miedo de que las paredes de su habitación proclamaran su poca cordura.

Absorta en las pruebas de la pizarra, dejó correr el tiempo. Cuando Dahyun fue consciente de que hora era, la coreana estaba justo a tiempo para llegar puntual; así que dejo la soledad de su apartamento y corrió hasta el aparcamiento en busca de su auto. En menos de treinta minutos la joven columnista estuvo de pie en el parque. Cuando la chica alzó ojos, vio una silueta junto a los columpios. Desde lejos, Dahyun podía intuir que se trataba de un hombre. La coreana caminó hasta él fingiendo seguridad y empuñando el gas pimienta que estaba dentro del bolsillo de su sudadera.

—Me alegra que haya venido—dijo el hombre rubio. Este no era ni mayor ni menor que la columnista, pero se veía mucho más viejo por su poblada barba amarilla y su cabello casi por los hombros.

—Me alegra que me haya citado—dijo Dahyun fingiendo esa típica cortesía que la caracterizaba—Podríamos ir a un lugar un poco más iluminado si gusta.

—Es mejor si no—dijo el hombre—Me llamo Kai.

—Un placer Kai. Ahora bien, ¿Qué tiene que pueda ayudarme?

—Encontré que el causante de todo lo que paso con esa chica se llama Kook.

—¿Kook?

—Así es.

—¿Quién es?—preguntó Dahyun confundida ya que nunca había escuchado hablar de nadie con ese nombre.

—Kook es el responsable de más de treinta suicidios en los últimos cinco años.

Dahyun lo miró incrédula. Muy incrédula. Empezó a sospechar que el hombre fuera uno de esos perturbados conspiranoicos.

—Sé que suena increíble, pero Kook es un demonio con la potestad de ocupar el cuerpo de las víctimas. Él te obliga a hacerlo que él quiera y no puedes hacer nada para impedirlo.

Sospecha confirmada.

—¿Sabe qué? Acabo de olvidar que tengo una reunión importante. Gracias por contactarme—dijo la periodista. De inmediato se dio la vuelta y prácticamente corrió hasta su vehículo rezando para que Kai no la estuviera persiguiendo.

Aquello no era algo nuevo para la columnista. A diario recibía correos electrónicos de personas que aclamaban tener material exclusivo y legítimo sobre algún tema paranormal. Iban desde los temas más estúpidos y poco creíbles hasta las más elaboradas teorías de conspiraciones. Una vez la llamaron a las 3:00 AM alegando que tenían el cuerpo sin vida de un extraterrestre; otra vez, una mujer la buscó con tanta desesperación solo para decirle que ella conocía la fecha del fin del mundo y que debían poner a la población en sobre aviso—Otro loco. Lo que me faltaba—dijo enojada cuando tuvo que para en un semáforo.

De camino a su solitario apartamento, Dshyun rechazó las llamadas de Jihyo y Taehyung. Ambos estaban preocupados por el comportamiento de la columnista noches atrás. Luego de llorar en el baño junto a Jihyo, Dahyun se disculpó culpando a los langostinos y su débil estómago. De camino a su apartamento, Dahyun paró por comida italiana en uno de los pocos lugares que seguían abierto a esa hora. 10:45 PM. Compró su pasta para llevar y al poco tiempo llegó a su edificio. Estacionó su vehículo en la plaza que tenía el número de su apartamento y caminó hasta la entrada del edificio. En donde vio a una castaña de tal vez un par de años mayor que ella.

—¿Kim Dahyun?—preguntó la castaña apenas la vio entrar al pequeño lobby.

—Sí. ¿Qué quiere?—esa noche estaba llegando a su fin junto con las escasas ganas de Dahyun de fingir cordialidad.

—Puedo ayudarla con la investigación de Minatozaki Sana.

Al escuchar la última oración, en lugar de alegrarse, la joven periodista sintió enojo. Apostaba que la castaña era otra charlatana con deseos de venderle vanas teorías acerca de Minatozaki. Se equivocaba.

—Mira amiga, no estoy de ánimo para escuchar tus locas conspiraciones acerca de demonios que obligan a jóvenes a suicidarse. Ya he tenido suficiente de eso por hoy. Si quieres impresionarme, vas a tener que esforzarte.

La joven se quedó sin palabras junto al ascensor mirando como Dahyun entraba rápidamente a este sin darle tiempo de responder. Mina frunció el ceño porque, definitivamente, no esperaba esa reacción por parte de la columnista. Se quedó de pie mirando como los números de la diminuta pantalla del elevador cambiaban constantemente hasta llegar al número ocho.

—Supongo que tendré que volver otro día—Mina le dijo al portero—Que tenga buena noche señor—Se despidió con una sincera sonrisa. 

¿dónde estás, sana? [saida fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora