Capítulo 1. (Editado) El inicio del final

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Briana's POV

Era el día de la cosecha, una de las festividades más importantes del reino. La gente viajaba desde los lugares más remotos del país hasta la capital y en ese día, todas las clases; campesinos y nobles; desaparecían, solo existían personas que habían venido a olvidarse de todo por un día. Todos reían, cantaban, bailaban o lo intentaban al ritmo del compás de la música o a veces, sin ella... Un día maravilloso.

Y yo, encerrada en la habitación observándolo todo. Padre y madre, desde pequeña, no me habían permitido salir del palacio por miedo al secuestro. Pero ya no era una niña, tenía casi dieciséis, la edad perfecta para contraer matrimonio, ya era mujer; y estaba cansada de contemplarlo todo desde la ventana más elevada del palacio, olvidada del mundo. Estuve esperando por este día durante más de dos meses, planeándolo todo hasta el más diminuto e humilde detalle. Era un plan a prueba de errores.

Abrí el armario y destapé una caja guardada detrás de los zapatos, donde escondía un manto desgastado que un día se olvidó una de las doncellas en la puerta de entrada del servicio, y un uniforme más o menos prestado. Me vestí con él y recogí mi cabellera en un moño, el único arreglo que sujetaba completamente toda la melena sin dejarla suelta. Al terminar, me calzo los zapatos disponiéndome a salir.

Abrí la puerta con mucha precaución, mirando de un lado al otro si había guardias en el pasillo. Al comprobar que no estaban, me cubrí la cabeza con la caperuza y me desplace rápidamente hasta al final del corredor. Repetí el mismo procedimiento en todos los pasillos hasta llegar a la puerta de servicio. Pero antes de acceder, una mano encubrió mis labios y un brazo me envolvió de la cintura elevándome hasta colocarme en su hombro como un saco repleto de pasto para animales, con mi rostro observándole su dorso. No sabía adonde nos estábamos encaminando, ¿podría ser lo que tanto temían padre y madre? Era evidente que sí. Aun así... No podía dejar capturarme sin presentar batalla, rendirme sin más, tenía que intentar alguna cosa... Y debía apresurarme a hacerlo.

-¡Ah!- se quejó el hombre.

Instantáneamente me soltó para soplarse la mordedura de su mano, dejándome caer al suelo. Al levantar la cabeza para observar el rostro de mi oponente, todo mi detenimiento se convierte en ira contenida:

-¿¡Que pensabas qué hacías Casey!?- le pregunté alzando demasiado mi tono de voz.

-Mi cometido- contestó.

Siempre poseía la respuesta más oportuna para la pregunta más inoportuna. Él era Casey, un amigo de la infancia. Padre le pidió que fuera miembro de mi guardia personal, por su situación familiar y pero sobretodo, por su fuerza. Era el chico más fuerte del reino, con diferencia:

-Te exijo como tu princesa que me permitas salir- le ordené.

-Me niego.

Y nunca se le podía hacer cambiar de opinión.

-La guiaré a sus aposentos- me sujetó del brazo para levantarme.

Al ponerme de pie, un dolor súbito me recorrió toda la pierna derecha, haciendo que tambaleara durante unos instantes. Deslicé mis ojos hasta ella y me percaté del morado del tobillo, probablemente sería una torcedura, pero con un par de semanas de reposo ya podría volver a caminar de nuevo sin ningún mal.

Con suerte, Casey no se percató. Si se diera cuenta, ya podía despedirme del festival hasta el próximo año y también de intentar salir fuera de palacio. Así que relegué mi problema con la pierna un lado, y moví mi brazo soltándome de su mano, mostrando mi gran obstinación a su precipitada decisión.

Un camino inciertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora