Capítulo 10. No puede ser

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-Por favor quédate. Briana yo te...

Antes de que Kenneth pudiera terminar, se escucharon unos pasos viniendo hacia nosotros. Rápidamente nos levantamos, y Kenneth poniéndose protector; me envía detrás de él para que nadie me vea. Aun así, yo saco mi cabeza por detrás de uno de sus brazos sin que se dé cuenta. La sorpresa es de ambos al ver el rostro de la persona que se acerca, y saber que no augura nada bueno.

-¡Kenneth los soldados!- grita su madre corriendo desesperadamente hacia nosotros- ¡Han llegado los soldados!

-¡¿Cómo?!- gritamos los dos a la vez mirándonos.

-Después de que Briana se fuera- se toma un momento para coger un poco de aire y así, continuar- Se empezaron a escuchar el sonido de pisadas de caballos y golpes metálicos, no sé si me entendéis- asentimos para indicarle que sí- Entonces, tu padre y yo salimos a fuera, y sorprendidos vimos a un escuadrón que entraba en el pueblo. Con poco tiempo, decidimos que yo viniera a avisarte para que no te movieras de este lugar, hasta que todo esto hubiera pasado.

-Es comprensible...- argumenta Kenneth.

No, no lo es. No quiero quedarme aquí mientras ellos mienten por mí. Elegí este camino, y si hay una piedra en el medio no tengo intenciones de rodearla, la voy a echar de él.

-Yo también voy.

-Briana, tú no puedes ir- Kenneth me lanza una mirada de ruego y a la vez de furia- Tienes que permanecer aquí, hasta que uno de nosotros vaya a buscarte.

-Kenneth tiene razón.

-No, no la tiene. ¡Esta también es mi lucha, y ya estoy harta de esconderme de ella!- los dos se quedan sin habla al escucharme- Ya eché de mi lado a una de las personas más importantes de mi vida por huir. Y ahora no quiero hacer lo mismo...

-Aun así...- susurra Kenneth.

-Aun así, nada- le interrumpo- Atended por favor, no voy a gritar a los cuatro vientos mi nombre, ni voy a dejar mi melena a la vista de todo el pueblo, ni tampoco voy a ponerme en medio de la milicia y detenerla. No estoy tan loca. Solo os pido dejarme ir y oír lo que dicen- observo sus rostros llenos de dudas, y veo que con esto no será suficiente, necesito una promesa más potente- Hasta puedo esconderme detrás de la puerta del hostal o en mi habitación...

-Princesa, no...

-¡Si me dejáis ir os prometo permanecer aquí hasta que todo en Palacio y en el reino esté más tranquilo!- suelto de repente.

Inmediatamente, me arrepiento. No tendría que haber dicho una cosa que no tengo la intención de cumplir. Ahora mismo me odio a mí misma, y a mi lamentable capacidad de reflexionar antes de hablar...

-Está bien- dice la mujer. Sin darme cuenta, Kenneth y Meredith habían llegado a un acuerdo entre ellos dos, aun así; ninguno de ellos parecía muy convencido de lo que ella iba a decir- Podrás ir con nosotros. Con dos condiciones: la primera es que permanecerás cerrada en la despensa, donde hay una ventana bastante grande donde podrás escuchar todo; y la segunda es que a partir de ahora, no te podrás ir a ningún lado sin que nadie te acompañe y sin mi consentimiento y el de mi marido. ¿Qué te parece?

-De acuerdo- lo que importa ahora es ir hacia el hostal. Ya me las arreglaré después para disolver esta promesa.

-Entonces- se levanta la mujer- Vamos. No hay mucho tiempo.

No tardamos ni tres minutos en llegar. Entramos por la puerta de atrás. La cara de sorpresa del padre de Kenneth era tal que creo que nunca la podré olvidar. Mientras ellos cerraban la puerta de la despensa por fuera ya se escuchaban los gritos de los soldados muy cerca de nosotros.

Un camino inciertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora