Capítulo 11.(Editado) Despierta

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No podía creer lo que mis ojos veían, me era completamente imposible. Pero era cierto, era demasiado real para ser un sueño... Él estaba aquí, podía mirarlo, sentirlo, olerlo... Pero aun así, no debía, no quería:

-¿Qué haces aquí?- pregunté.

Él, como los otros; me miró fijamente. Estaba más delgado que antes, la frente, mucho más sudorosa que la mía. Y lo más importante de todo: tenía la mirada muy triste, casi se podía decir que vacía. La expresión de los labios me lo reafirmó. Todo él me lo indicaba.

Pero no me contestó, y no creía que lo hiciera hasta que terminase todo eso. Me lo estaba haciendo pagar con su silencio... Decían que el silencio de una persona era el peor castigo de todos, y él lo estaba poniendo en práctica.

-¡Vamos!- ordenó el capitán- ¡A por él! ¡Y no dejéis huir a la chica!

Con las espadas alzadas, los soldados se dirigieron corriendo hacia nosotros. Me cubrí la cara con las manos, como un acto reflejo; pero sin cerrarlas totalmente, dejándome ver entre los espacios de los dedos. Casey se puso delante de mí, con una de las lanzas de los soldados en las manos, preparado para atacar en cuanto vinieran.

-¡Aaaahhh!- gritaron.

Los tres soldados que se habían lanzado primero, ahora estaban tumbados en el suelo completamente inconscientes, con las miradas absolutamente en blanco. El segundo grupo que se abalanzó instantes después, terminó igual que el primero en cuestión de segundos.

Cuando ya había más de diez soldados en el suelo, y solo cinco en pie, el capitán, a regañadientes, dijo:

-¡Retirada!- gritó con la voz llena de amargura. Pero antes de emprender la marcha, se giró ante nosotros con la mirada encendida- No creáis que esto terminará así, ni mucho menos. Cuando el futuro rey Allen lo sepa, vuestra huida será en vano. Si antes ya había movilizado a todo el ejército, ahora moverá cielo y tierra para encontraros, no os quepa duda. En menos de tres días, estaréis en la celda preparándoos para vuestro gran final.- terminó con una sonrisa maliciosa iluminándole el rostro- ¡Vamos caballo!

Rápidamente, sus siluetas se perdieron entre los árboles y el juego de luces que hacía el Sol con ellos. Toda la gente permanecía callada, esperando una simple reacción por parte nuestra. Pero yo no sabía qué hacer, que decirle, como explicarle todo eso...

-¡Briana!

Meredith se acercó corriendo y llorando desesperadamente. Siendo una niña tan pequeña, todo esto le iba muy grande, demasiado grande. Sentía tanto todo esto, que ella tuviese que pasar por este gran susto... Pobrecita.

-¡Briana!- repitió esta vez con mucha más fuerza.

La cogí entre mis brazos, meneándola suavemente y dejando que su llanto fluyera tranquilamente para que poco a poco se fuera deteniendo. Demasiado había vivido en tan poco tiempo, tan sólo tenía unos seis años...

-Tranquila... Todo ha pasado, ya todo está bien...- le decía mientras acariciaba cariñosamente su cabeza.

Cuando se sintió mejor y dejó de sollozar, lentamente se separó de mí. Se limpió las lágrimas con las palmas de las manos, y luego, cuando se dio cuenta de que no era suficiente, con las mangas del vestido. Al verla sonreír, supe que había hecho lo correcto.

Aun así, Casey no me quitaba los ojos de encima. Su sombra, alejaba el sol de nosotras. Evité alzar la cabeza, impedir cruzar nuestras miradas, porqué sabía que si lo observaba aunque fuera un sólo segundo, me derrumbaría. Y no quería hacerlo, o por lo menos, no en este lugar.

Un camino inciertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora