𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟔: 𝐋𝐨𝐬 𝐦𝐚𝐧𝐭𝐞𝐧𝐢𝐝𝐨𝐬.(𝟐/𝟐)

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Una hora más tarde Ricardo salió con Sofia en dirección a su pasado. Necesitaba saber si el negro Pablo lo había buscado. No pasó mucho hasta que volvió a la casona solo y sin noticias ni rastro del negro Pablo. No sabía si estar feliz o si preocuparse.

Los demás se habían puesto de acuerdo en dejar en condiciones la casona. Pollo martillaba una de las paredes mientras Natalia junto a Walter barrian el suelo. Chiqui, alegando que se sentía cansado, estaba en el sillón junto a Severino. Ricardo sonrió al verlo, agarró su guitarra y se sentó junto a Chiqui.

── Este perro necesita una limpieza profunda. ── Comentó el grandote quitándole las pulgas a Severino.

Natalia se agachó y recogió del suelo un papel sucio que tenía algo escrito.

" Los 5 mandamientos:

1. No quilombo
2. No droga
3. No música fuerte
4. Chicas con discreción
5. No meter a absolutamente nadie."

Al girar el papel se encontró los datos de Clara y la compañía en la que trabajaba. Sonrió y decidió conservar el papel en el bolsillo de su jean.

── Limpieza profunda necesita esa porquería que larga un olor terrible. ¿Porqué no lo tiras? ── Walter señaló un frasco en el cuál Chiqui había puesto a crecer unas semillas del árbol de Peralta.

Chiqui se levantó y fué hasta el frasco, revisando el estado del mismo.

── ¡Uy, boludo! Hay una que prendió. ── Informó segundos después. Walter y Natalia no tardaron en ir hasta el para apreciar dicho milagro.

── Estamos hechando raíces, loco. ── Festejó Natalia aplaudiendo.

── Che, ¿decís que va a prender así hagamos una plantación en la terraza? ──

── Sí, Walter. Vamos a ser el cartel de Congreso y tus perros la van a salir a repartir. ── Se burló Pollo sin dejar de trabajar.

── Vos cagate de risa pero yo conozco a más de uno que empezó así con una semillita. ── Respondió Walter.

── No es una mala idea. ── Murmuró Ricardo a la vez que tocaba unas cuantas notas en su guitarra.

── ¿Que cosa? ── Pollo se giró para mirarlo.

── Es una buena señal. ── Ricardo compartió miradas con todos para luego largar a reir.

Aquel acontecimiento que parecía tan insignificante para el resto, para el grupo fué el inicio de su vida en la casona del orto. Esa misma tarde comenzaron con la limpieza del lugar, tirando todo lo que les era inservible y manteniendo las cosas que estaban en buen estado. Al otro día se les unió Sofia junto a su hijo Ezequiel, con quienes trajeron varios muebles que encontraban en la calle cómo camas, mesas y sillas. Poco a poco y con ayuda mutua, acondicionaron la casona del orto en su único y preciado espacio. Lo que no sabían es que aquello poco les duraría.

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