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-Vamos -dijo Peter de improviso a Edmund y a Lucy-, es la hora.

-Por aquí -indicó Susan, que parecía estar al tanto de todo-, volvamos a los árboles. Tenemos que cambiarnos.

-¿Cambiar qué? -quiso saber Lucy.

-Las ropas, desde luego -respondió su hermana-. Pareceríamos bobos en el andén de una estación inglesa vestidos así.

-Pero nuestras cosas están en el castillo de Caspian -protestó Edmund.

-No, no lo están -dijo Peter, sin dejar de conducirlos a la zona más frondosa del bosque-. Están todas aquí. Las trajeron empaquetadas esta mañana. Está todo dispuesto.

-¿Sobre eso les hablaba Aslan a ti y a Susan esta mañana? -preguntó Lucy.

-Sí... De eso y de otras cosas -respondió Peter con rostro muy solemne-. No puedo contároslo todo. Había cosas que quería decirnos a Su y a mí porque no vamos a regresar a Narnia.

-¿Jamás? -exclamaron Edmund y Lucy, consternados, el azabache estaba un poco preocupado por dejar de ver a la nueva reina de narnia.

-Ustedes dos sí volveréis -respondió Peter-. Al menos, por lo que dijo, estoy muy seguro de que quiere que regreséis algún día. Pero Su no, ni tampoco yo. Dice que nos estamos haciendo demasiado mayores.

-Vaya, Peter -dijo Lucy-, qué mala suerte. Y ¿qué vas a hacer?

-Nada, ya lo tengo casi asumido -respondió su hermano-. Es bastante diferente de lo que pensé. Lo comprenderás cuando llegue tu última vez. Pero, démonos prisa, aquí están nuestras cosas.

Resultaba extraño, y no muy agradable, quitarse las prendas regias y regresar vestidos con las ropas del colegio (no demasiado limpias por aquel entonces) a la gran asamblea.

Uno o dos de los telmarinos más antipáticos se mofaron; pero las otras criaturas aplaudieron y se pusieron en pie en honor de Peter, el Sumo Monarca, la reina Susan del Cuerno, el rey Edmund y la reina Lucy.

Tuvieron lugar afectuosas y, por parte de Lucy, llorosas despedidas con todos sus viejos amigos; besos de animales, apretones afectuosos por parte de los Osos Barrigudos, apretones de mano con Trumpkin, y un último abrazo hormigueante y bigotudo con Buscatrufas.

Y por supuesto Aria ofreció devolver el cuerno a Susan y obviamente ella le dijo que se lo quedara. Y luego, de un modo maravilloso y terrible, llegó el momento de despedirse de Aslan, y Peter ocupó su lugar con las manos de Susan sobre sus hombros y las manos de Edmund en los de Susan y las de Lucy en los de éste y las del primero de los telmarinos en los de Lucy, y así en una larga fila fueron avanzando hacia la puerta.

-Alto -dijo la azabache acercándose a ellos, Caspian trato de detenerla pero fue muy tarde.

Todos estaban confundidos antes su reacción pero sin previo aviso, la azabache tomo delicadamente la barbilla del pecoso y lo beso sin más.

Al terminar aquel largo y tierno beso juntó sus frentes aceptando así al final sus sentimiento hacia el.

-Espero volver a verte -le confeso el pecoso a Aria.

-Te esperare con ansias tu regreso.

Antes de volver a tomar su camino se soltó de las manos para besarla una vez más, quizá podrían pasar años hasta volver a verla, pero sabían que era tarde para decirse lo que sentían, pero con aquel beso todo quedo claro.

La azabache comenzó a llorar por su despedida, pero no podía hacer nada más que esperar su regreso, volvió con su hermano viento como todos se tomaban de la mano nuevamente.

1. 𝗹𝗼 𝗾𝘂𝗲 𝗿𝗲𝗮𝗹𝗺𝗲𝗻𝘁𝗲 𝘀𝗼𝗺𝗼𝘀. 𝖾𝖽𝗆𝗎𝗇𝖽 𝗉𝖾𝗏𝖾𝗇𝗌𝗂𝖾 ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora