Silencios

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Joaquín POV

Nos pasamos toda la noche hablando de lo que fue de nuestras vidas, los grandes cambios hasta los pequeños detalles, queríamos saberlo todo y antes de darnos cuenta el amanecer cayó sobre nosotros, la canasta que había llevado llena de dulces ahora estaba vacía y aun con el frío de la primeras horas de la mañana, solo podía sentirme cálido recostado en su pecho mientras veíamos el sol asomarse detrás de las montañas.

Sus labios acariciaban mi cuello, mientras sus dedos recorrían mi piel de mis brazos erizada por el frío, habíamos usado su chaqueta para sentarnos horas atrás y ahora estaba húmeda por el pasto, así que no podíamos usarla para cubrirnos del frío, había bromeado con la mala idea que fue y como nosotros de diecisiete habrían llevado una manta para sentarnos, él tan solo había sonreído asintiendo en silencio.

Por momentos había algo extraño en los silencios de Emilio, no eran los que recordaba cuando éramos adolescentes, no estaba mirándome con ternura pensando en nuestro futuro o en los planes que hacíamos como si tuviéramos poder sobre todo el mundo. Era más bien como si estuviera apretándose los dientes para no decirme algo que no estaba seguro quisiera escuchar, incluso su sonrisa torcida adquiría un toque de pedantería. Algo había cambiado y a pesar de haber hablado por horas, no tenía idea que era lo que había oculto detrás de la oscuridad en su mirada.

Decidí no prestarle más atención hasta que él no quisiera hablarme de ello, había perdido a su padre y su madre hablaba de mudarse a un asilo, debía ser normal encontrarse tan abrumado cuando la soledad estaba a la vuelta de la esquina, por lo que sabía, no había hecho muchos amigos en esos años, ni había una persona especial en su vida, podía entender que hubiera tensión en sus sonrisas y oscuridad bajo sus ojos, yo había tenido la posibilidad de conocer a otras personas, salir y conocer el mundo, él fue encerrado en el rancho de su familia bajo los regaños de su padre desde el día en que fui, hasta el día en que murió. Mi Emilio de sonrisas dulces debía estar oculto debajo de todo ese peso y quería ayudarlo a salir de nuevo.

Regresamos a nuestras respectivas casas cuando el sol terminó de iluminar los campos y como si tuviéramos prohibido vernos antes de que oscureciera, hicimos una cita para cenar en un lugar más cómodo que el Sauce. Dijo que él haría las reservaciones y que solo necesitaba arreglarme para salir a las siete a la ciudad, y apenas cruce las puertas de la casa me sentí como un adolescente al que acababan invitar a su primera cita.

― ¿Le gustaron los postres? ―musitó mi padre ajustándose el sombrero frente a la puerta del armario junto a la entrada, sacándome un jadeo de sorpresa en el proceso que lo hizo sonreír divertido.

―Me asustaste. ―exclamé llevándome una mano al pecho y él asintió sacando su chaqueta del armario. ― ¿A dónde vas tan temprano?

―Tengo una reunión de negocios en la ciudad en unas dos horas, pero quiero dar mi revisión por el rancho antes de irme. ―explicó tranquilamente, asentí recuperando el aliento y volví a avanzar rumbo a la cocina para dejar la canasta en su lugar. ―Entonces ¿debo empezar a llamar al chiquillo Marcos mi yerno con la gente del pueblo? ―musitó siguiéndome poniéndome tan rojo como un tomate, estaba acostumbrado a que mi madre estuviera interesada en mi vida amorosa, en especial cuando se trataba de Emilio, pero no él.

―Quizás deberías esperar a que yo lo llame mi novio o algo parecido ¿no te parece? ―murmuré tratando de sonar relajado, pero él frunció el ceño de pronto serio.

―Te pasaste toda la noche fuera con un tipo que ni siquiera es tu novio. ―masculló mirándome como si tuviera quince años y acabara de descubrirme escapándome por la ventana. ―Estoy dispuesto a aceptar muchas cosas, Joaquín, pero no quiero un nieto fuera del matrimonio. ―mis mejillas terminaron de arder y negué con la boca abierta tratando de procesar lo que acababa de decir.

Maldición MarcosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora