Supersticiones

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Joaquín POV

Regresamos a casa por separado, ambos debíamos llevar las camionetas de vuelta a los ranchos, aunque una parte de mí también lo hacía porque necesitaba procesar lo que acababa de pasar entre nosotros y teniéndolo cerca era incapaz de pensar en otra cosa que no fuera lo mucho que deseaba repetirlo.

En el camino a casa pensé en las versiones que tenía cada uno para no habernos contactado en tanto tiempo, tan parecidas y con tantas lagunas, parecía que una de las versiones que conocía de la historia era una mentira, pero no sabía que tanto quería descubrir la verdad, si mi madre me había mentido quería decir que había estado tan de acuerdo como Juan en mantenernos separados, pero si la mentira venía de Emilio, temía descubrir las razones para no llamarme y mentirme al volver a verme.

Mi abuela solía decir que no buscaras respuestas que no querías escuchar y por primera vez comprendí a lo que se refería, en ese instante en que mi corazón iba tan rápido como las alas de un colibrí, no quería pensar en el pasado, ni en los años que estuvimos lejos, solo importaba que me quería ahora y yo le quería tanto como aquella noche bajo el Sauce. Si teníamos una oportunidad ahora, siendo dos adultos capaces de enfrentarse a las reglas de sus padres, no quería perderla por malentendidos del pasado.

Deja la camioneta de mi padre en su lugar habitual, antes de acercarme al inicio del muro que dividía los ranchos, tratando de ver si él había llegado ya o si debía esperarlo, pero antes de lograr divisar algo en la oscuridad una mano me atrapo por la muñeca llevándome por el campo de los Marcos en una carrera que me dejo sin aliento hasta adentrarnos en lo que parecía el nuevo granero donde solía estar el anterior, sus chinos brillaron con los rayos de luna y sin poder evitarlo sonreí como si fuéramos niños corriendo aún.

Pisamos la paja con fuerza haciendo tanto ruido que por un segundo imagine al señor Marcos entrando detrás de nosotros para gritarnos como la última vez, tragué en seco negando para sacarme esa imagen de la cabeza y justo cuando sus pasos se detuvieron busqué su mirada solo para sentir sus manos sosteniéndome el rostro para estrellar sus labios sobre los míos con la necesidad de un sediento en busca de agua. Ni siquiera tuve tiempo de procesar nada cuando su cuerpo me pegó a la primera pared que encontramos y mis manos que subían torpemente por su pecho fueron apartadas para ser sostenidas a cada costado de mi cuerpo mientras sus labios no me daban tregua.

Sabía a donde iba esto y aunque era algo que había esperado por demasiado tiempo, se sentía como acostarse con un extraño que conocí en un bar, aún no conocía a la nueva versión de Emilio y él tampoco tenía idea de mi vida desde que me fui, quería escuchar sus historias, volver a sentir esa conexión que solíamos tener desde que nos vimos por primera vez, que mi cuerpo le buscara instintivamente mientras andábamos uno al lado del otro y que conociera cada nueva sonrisa en su rostro. Sabía que yo había puesto en su cabeza la idea de acostarnos solo por diversión, pero con él no era solo sexo de una noche, al menos no para mí. Tan pronto sus manos encontraron el camino bajo mi camisa, mi piel se erizo completamente anhelante y recobrando la cordura.

Atrape sus manos deteniendo su avance y me separé para tomar aire, solo entonces nos dimos cuenta de lo mucho que necesitábamos oxígeno, suspiró recostando su cuerpo sobre el mío, con una de sus piernas entre las mías y su rostro oculto en mi cuello, dejando que su dulce aliento chocara contra mi piel caliente.

―Creí que nada nos detenía ahora. ―susurró besando un punto detrás de mi oído que no recordaba nadie hubiera besado antes, dejándome sorprendido por el temblor en mis rodillas. ―Es aquí donde lo dejamos y mi padre no va a entrometerse.

―Lo sé. ―murmuré con la voz ronca y mis manos subiendo hasta su cuello, acariciándolo delicadamente con las puntas de mis dedos con los ojos cerrados, disfrutando de la calidez de su cuerpo tan cerca del mío. ―Solo no quiero hacerlo así, ya no tengo diecisiete y han pasado cinco años desde la última vez que nos vimos. ―musité abrumado por sus besos sobre mi cuello. ―Tenemos mil cosas que hablar y hay tantas preguntas...

Maldición MarcosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora