Joaquín POV
El viaje a la ciudad era demasiado largo si nos íbamos en la camioneta, nos tomaría días llegar, al menos dos semanas recoger todo y otros cuantos días en volver, así que decidimos tomar un avión para ahorrar algo de tiempo. Había contratado un camión de mudanza que traería todo después y nosotros solo tendríamos que asegurarnos de guardar mis cosas en cajas antes de que el camión llegara.
Salimos del pueblo un sábado por la mañana para llegar a la ciudad ese mismo día en la noche, era la primera vez que Emilio salía tan lejos y estaba emocionado de llevarlo a conocer la ciudad en cuanto tuviéramos tiempo, quería que conociera todas esas cosas que un día encontré pensando en lo mucho que le gustarían si estuviera conmigo y tenía planeado tomarnos al menos unos días para hacer algo más aparte de empacar.
Rentamos un auto tan pronto llegamos al aeropuerto, le dije que con un taxi para ir a mi apartamento era suficiente, pero él estaba seguro que una camioneta nos vendría bien si teníamos que salir a comprar cajas o cualquier cosa necesaria para guardar mis cosas, no discutí su respuesta porque sonaba razonable y de todas maneras tenía un lugar asegurado en el edificio donde vivía, así que tendríamos donde estacionar la camioneta mientras la tuviéramos. Eran las nueve cuando llegamos a mi piso, el lugar estaba lleno de polvo por los días que no estuve aquí y había una docena de cartas en la entrada que seguramente había dejado el portero cuando empezaron a acumularse.
Emilio llevaba las maletas unos pasos detrás de mí y me apresuré a recoger todos los sobres para que pudiera pasar por la puerta, dejándolos en la mesita que tenía justo a un costado de ésta, su mirada curiosa recorrió el lugar y le dediqué una sonrisa sintiéndome de pronto nervioso de cada pequeño detalle en las paredes.
―No se parece al rancho ¿eh? ―musité colgando las llaves en un gancho en la entrada y él asintió llevando las maletas al centro de la habitación, el lugar tenía un concepto abierto con la sala y la cocina conectados, la habitación era el único lugar separado del resto y me funcionaba bien hasta que traía invitados y querían usar el baño, porque el único que tenía estaba dentro de la habitación, pero aparte de eso el lugar era bastante agradable. ―Ven, pondremos las maletas en el cuarto. ―estaba demasiado callado para mi gusto, pero me siguió de inmediato a la habitación, dejando nuestras cosas junto a la cama volviendo a distraerse ahora con las decoraciones en mi cuarto. ―Creo que tengo un juego de sábanas limpio en el armario, las cambiaré para poder dormir aquí y mañana...
―Tienes muchas fotos. ―murmuró acercándose a la mesita de noche tomando un portarretratos con curiosidad, la foto era de la última navidad que pase con mis padres, ellos habían venido a la ciudad y vimos como encendían el árbol más grande del lugar, mi madre había hecho una sesión fotográfica esa noche y solo me dejo quedarme esa foto de los tres frente al árbol.
―Desde que llegué a vivir aquí empecé a llenarlo todo con ellas. ―musité poniendo a un lado las almohadas para quitar las sábanas. ―Eran mi manera de sentirme cerca de las personas que estaban lejos. ―expliqué con una media sonrisa, él levantó la mirada con el ceño ligeramente fruncido dejando la foto en su lugar.
―No hay fotos nuestras. ―detuve mis movimientos mirándole sorprendido de que hubiera notado ese pequeño detalle, suspiré asintiendo.
―Las tenía, por todos lados. ―murmuré con una sonrisa inquieta ante su mirada expectante. ―Pero después de dos años sin saber de ti empecé a quitarlas.
― ¿Por qué?
―Pensé que te habías olvidado de mí, odiaba tener que explicarles a todos quien era el chico en las fotos, ya no podía fingir que eras mi novio al otro lado del país esperando a que volviera y dolía pensar que quizás tú ya hasta habías conocido a otras personas, mientras yo seguía decorándolo todo con tu rostro. ―murmuré volviendo a deshacer la cama, quitándole las fundas a las almohadas también, el edificio tenía lavandería en el sótano, las llevaría a lavar antes de empacarlas. ―Pero todavía las tengo todas, solo las guarde donde el único que podía verlas era yo.
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Maldición Marcos
Fiksi PenggemarDos niños se conocieron a los siete años, una mañana después de un horrible tornado. Después de que una de las inmensas construcciones que separan sus casas, fuera destruida durante la noche, un par de ojos curiosos se encontraron por primera vez mi...