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Los siguientes días fueron agotadores, me vi obligada a comenzar a comer. No mucho, pero comía de vez en cuando.

No lo hubiese hecho si no fuese necesario, pero las fuerzas abandonaban mi cuerpo tan rápidamente que no podía pasar 10 minutos parada en la ducha.

Mamá notó como había ojeras y bolsas bajo mis ojos, notó como empalidecía cada vez más, notó que la báscula había pasado de estar en el baño a estar en mi habitación, notó que no comía con ella, notó mis mareos, mis dolores de cabeza constantes, notó todo y no hizo absolutamente nada, era de esperarse... ¿Qué importaba ya?

Largué un suspiro y me di vuelta sobre mi cama, miré el reloj: 3:50 am. Cada vez me costaba más conciliar el sueño, necesitaba dormir.
Cerré los ojos al menos por dos minutos y luego de esto las voces y los vagos recuerdos invadieron mi cabeza.

"Deja de golpearme, voy a denunciarte. ¡Voy a llamar a la policía si no me sueltas!"
Ahí estaba mi madre, siendo atacada por mi padre tan brutalmente que casi la mataba. Yo me escondí bajo el tocador de mamá, cubría mis ojos con ambas manos para no ver, pero podía escucharlo todo.

"Muévete gorda, déjame pasar. ¿Vas a bajar las escaleras rodando? Pareces un elefante."
Esos niños habían sido muy crueles conmigo, tan solo tenía 11 años, era injusto. Me hacían sentir tan humillada y triste.

"Tu padre se fue porque no le importas, él no te quiere. Nunca te quiso, lo siento.
Sólo me utilizó, ¿puedes creerlo? Dijo que me amaba y se fue, nos dejó."
Mamá estaba llorando, yo no entendía porque me decía esas cosas. Papá me quería, él lo dijo. ¿A caso no volvería a verlo? Pero ya casi era mi cumpleaños... Iba a ser mi cumpleaños número 14 y el prometió estar.

Abrí los ojos y mi respiración estaba exaltada, tenía una ligera capa de sudor en la frente. Todo aquello no había sido una pesadilla, habían sido simples episodios de mi vida.

Le di otra vista al reloj: 4:38 am. ¿Tanto había dormido? Parecían simples minutos. Y de nuevo... De nuevo me costaría conciliar el sueño.

Giré mi vista hacia la ventana y como si de segundos se tratasen, el sol comenzó a asomarse escondiendo todas las estrellas en el cielo y dándole lugar al canto de los pajarillos en los árboles.

Era sábado por la mañana, tenía que hacer algo. Tenía que salir o iba a volverme loca.
Me paré como pude de la cama y fui directamente al baño, encendí la regadera y comencé a desvestirme. Omití por completo el mirarme en el espejo, entré a la ducha e hice todo lo que tenía que hacer.
Al salir tomé una toalla para secarme y enrollarla alrededor de mi cuerpo, caminé hasta mi habitación y busqué en el armario.

Me coloqué ropa deportiva acompañada de unos tenis, dejé secar mi cabello para luego atarlo en una coleta alta.
Salí de casa tranquilamente y comencé a caminar por la acera, a unas calles había un parque donde las personas iban a correr por las mañanas y las tardes, al llegar ahí calenté un poco y luego de eso empecé a correr como si mi vida dependiera de eso. Luego de una hora mi corazón latía con tanta fuerza como si fuese a salirse. Estaba asustada porque mi vista comenzó a desvanecerse y me apoyé en lo primero que encontré.

— ¿Estás bien? —Escuché una voz detrás de mi, negué con la cabeza sin voltear a verle.

— ¿Te puedo ayudar en algo? —Negué nuevamente mientras sentía mis piernas desfallecer y casi al caer al suelo sentí unos brazos sosteniéndome con fuerza, pero sin lastimarme.

— Gracias. —Murmuré mientras intentaba recuperar el aliento.

"The weight of death"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora