11.

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Ellas se saludaron como si no se miraran hace años, lo cual me parecía ridículo porque hablaban todos los días en el trabajo.

— Oh Ale. ¿Este es tu hijo? Al fin tengo el gusto de conocerlo, que maravilla. Es muy guapo, pero mira que alto. —Mamá parecía muy entusiasmada, yo me limité a reír silenciosamente... Pobre chico.

— Mucho gusto, señora. Soy Daniel. —Murmuró el dueño de aquella voz, aún no lograba verlo.

— Mucho gusto, Daniel. Puedes decirme Liz. Pero venga, entren... ¡Hija! —Gritó como si no estuviese a diez pasos de ella.

Me puse de pie al momento que entraron todos y al verlos alcé ambas cejas en seña de sorpresa y mi mandíbula cayó un poco sin saber que decir.

— Ella es mi hija...

— Amber. —El chico interrumpió a mamá, por lo cual ella se sorprendió un poco.

— ¿Se conocen? —Cuestionó curiosa y Ale, la amiga de mamá nos miraba a todos en silencio sin entender nada.

— Hola Dennis... ¡Danny! Perdón. —Dije divertida, nuevamente le había cambiado el nombre al chico del cabello lindo y no, está vez no fue accidental.

— ¡Muy bien! No entiendo nada, pero ustedes parecen conocerse muy bien, fantástico. Ale, acompañame a la cocina. —Nuestras mamás se retiraron, dejándonos completamente solos y un silencio incómodo inundó la habitación.

Danny me miraba con curiosidad, como si quisiera decir algo, sin embargo no lo hizo.

— Que pequeño es el mundo... —Murmuré tirándome sobre el sofá en el que estaba unos minutos antes.

— Vaya que si, espero que ahora no me ignores y te marches de nuevo... Como las veces anteriores. —Anduvo con pasos lentos hasta el sofá vecino y se sentó acomodando su cabello.

Solté una carcajada, me había parecido realmente gracioso y negué con la cabeza sin decir nada, al parecer a él no le hizo ninguna gracia porque su semblante se mantenía serio.

— Lo siento por haber sido grosera aquellas veces. —Aclaré mi garganta luego de decirlo y mantuve mi vista al frente clavada en el televisor que irónicamente estaba apagado.

— No te preocupes... Lindo atuendo, por cierto. —Me dedicó una mirada extraña. No con morbo ni nada por el estilo, sólo algo que no pude descifrar.

— Gracias. — Dije evitando mirarle, pero algo en él me llamó la atención.

Su brazo izquierdo estaba repleto de pulseras con letras de diferentes colores, podía reconocer casi todos los logotipos o frases inscritas en cada pulsera. Mis ojos se abrieron más de lo normal y rápidamente me acerqué a él, tomando su brazo.
El chico no me dejó mirar tan de cerca, lo cual me pareció extraño.

— Son geniales, ¿tienes alguna banda favorita? —Pregunté tratando de aligerar el ambiente.

— Personalmente prefiero Blink-182 y Avenged sevenfold, me encantan... ¿Y tú? —Ya habíamos entrado en confianza, era un buen tema y me parecía genial tener en común gustos musicales con él.

— Buena elección, me quedo con Asking Alexandria. —Elevé mis brazos y ambos reímos.

— Oh, creo que podríamos ser buenos amigos. —Asentí y él sonrió.

— Deberíamos ir arriba, quiero mostrarte la band merch que he logrado conseguir.

Me sentía entusiasmada y en total confianza con Danny, era raro porque nunca había estado con alguien más que con Hannah en mi habitación.

Ambos subimos, el dudó un poco sobre si entrar o no. Lo animé y se sentó en mi cama observando todo a su alrededor. Sobre la pared habían varios afiches de bandas que me gustaban, busqué en mi closet y saqué varias camisetas, el comenzó a verlas y sonrió mientras lo hacía.

— ¿Crees que me queden?—Preguntó con curiosidad, mirando la camiseta de Green Day.

— Claro, las compro una talla más grande y no creo que sea tan gorda... Igual tú eres muy esbelto, seguro te quedan perfectamente. Puedo prestarte las que quieras. —Sonreí y Danny hizo lo mismo.

— Gracias, creo que sería buena idea porque tienes muchas que yo no. Si quieres puedes ir a casa, podría prestarte las mías. —Se encogió de hombros y asentí con emoción.

Pasamos un buen rato en mi habitación, escuchamos música y nos conocimos un poco.

Hoy no me había sentido mal, ni siquiera un poco débil y rogaba para que mamá no subiera a decirnos que teníamos que comer porque esta vez no podría escaparme... Aunque muy dentro de mi anhelaba comer, comer hasta quedar completamente satisfecha. No, no, no.

— Amber, bajen a comer. Ya está listo, rápido. — Mamá interrumpió mis pensamientos justo con las palabras que no deseaba oír.

¿A caso dios me odiaba?

Miré a Danny, quien igualmente me miraba... Había algo extraño en su mirada. Algo como preocupación.
Le hice una seña, me levanté de mi cama y el me siguió hasta abajo.

Nos encontramos con mamá y Ale ya sentadas, nos estaban esperando. Suspiré pesadamente y me senté frente al plato repleto de comida.
Trague saliva con dificultad y me atreví a mirar al chico situado enfrente mío, lucía igual o peor que yo y muchas dudas se formularon en mi cabeza, negué y tomé un trozo de zanahoria con el tenedor. Me dediqué a sólo comer las verduras y tomar bastante agua para satisfacerme más rápido.

Luego de quince minutos, me paré sin decir nada pero la mamá de Daniel me detuvo.

— Amber, ¿te sientes bien? No comiste casi nada. —Asentí con la cabeza y miré como ella desviaba la mirada hacia su hijo.

— No pasa nada, Ale. Ya sabes como son los adolescentes de ahora... Déjala. Si quiere comer después, que lo haga. —Mamá rió restándole importancia al asunto. Rodé los ojos y subí las escaleras con prisa.

Me encerré en mi habitación y cerré los ojos con fuerza, abrí la puerta del bañó para lavar mis manos y sin pensarlo introduje dos de mis dedos en mi boca hasta llegar a mi garganta, provocando el vómito. Era desesperante pensar que por cada trozo de comida que consumía me alejaba más de mi meta.

"The weight of death"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora