Capítulo 1 (El inicio)

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GALES. FORTALEZA DEL REY AITOR.
En una habitación, iluminada por la luz de las velas, la reina Selina luchaba por traer al mundo a su primer hijo. 

—Puje majestad, ¡puje! —pedía la partera mientras Selina sentía que se desgarraba por dentro, era un dolor que nunca había experimentado y la hacía llorar.

El grito de la reina se escuchó por todo el pasillo, de todos, su esposo Aitor era el que se encontraba más intranquilo. Aitor solo quería que esa situación se terminara de una maldita vez, cuando su primera esposa dio a su luz a los mellizos Alexander y Aura, él se encontraba lejos sin siquiera preocuparse por el bienestar de su reina en aquel entonces. 

Ahora la situación volvía a repetirse con Selina, la mujer que llegó amar y estaba sufriendo al otro lado de la puerta y él no podía hacer nada. De repente los gritos de Selina se detuvieron y fueron reemplazados por llantos.
Selina sintió alivio cuando él bebé por fin salió de su cuerpo y empezó a llorar. La partera y sus dos asistentes procedieron a limpiar a la reina y a la nueva princesa; la niña tenía en su cabecita incipientes rastros de cabellos castaños siendo una bebé fuerte y preciosa.

La reina estaba muy cansada, la dejaron descansar lo suficiente para que luego su marido y sus hijastros pudieran conocer a la nueva integrante de la familia. La niña ya había sido vestida y acostada en una cuna cerca de la cama de la reina Selina.

Aitor ya había entrado al dormitorio para sentarse en la cama junto a su esposa mientras que sus hijos estaban inclinados en la cuna mirando a su nueva hermana.

—Mi hermana es tan pequeña. —se emocionó Aura. Alexander no demostraba expresión alguna pero ya sentía un gran cariño por la bebita que dormía plácidamente. 

—Su nombre es Leyla. —dijo Selina con una sonrisa mientras Aitor tenia sostenida su mano y besaba sus nudillos.

Selina siempre quiso una familia amorosa y su sueño se estaba cumpliendo….

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Las princesas Idris y Aimé vinieron con dos años de diferencia cada una. Leyla era fría y recatada, Idris se caracterizó por ser orgullosa y salvaje, mientras que Aimé siendo la más pequeña era una preciosidad a los ojos de todos. La primogénita Aura adoraba a sus hermanas igual que las niñas a ella y a su hermano Alexander lo admiraban del mismo modo que a  su padre.

El rey Aitor por fin parecía tenerlo todo. Una hermosa esposa, bellas hijas y un príncipe heredero que tenía todas las cualidades que el pueblo admiraba en un futuro rey. Aitor y Alexander estaban en el estudio, el rey dejaba que su hijo leyera las misivas de los otros nobles para que las respondiera mientras el rey veía desde el ventanal a su hermosa esposa jugar con sus hijas.

“Se sentía orgulloso por lo que había construido al lado de aquella mujer y esperaba que esa paz durara siempre”. –pensó Aitor para sus adentros… 

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Años después en una pequeña fortaleza que había sido regalo de su rey para él y su familia; el caballero peleaba con una oponente muy especial en el patio de armas, frente a la vista de sus hombres.

—¡Vamos Alanna, maten la espada en alto!—ordenó el padre de la joven para seguir atacándola.

La adolescente de dieciséis años bloqueó el ataque y sostuvo su pesada espada con todas sus fuerzas sin flaquear, mirándolo fijamente a los ojos. La joven lo empujó para luego agacharse y hacerle perder el equilibrio a Barr con una patada, Alanna terminó apuntado el cuello de su padre con la punta de su espada.
Alanna sonrió en ese momento la chica miró a su madre para ver que pensaba, la distracción que sir Barr aprovechó para hacerla caer del mismo modo que ella había utilizado, levantándose de inmediato y fue Alanna la que terminó contra el suelo con la punta de una espada contra su rostro.

—¡No bajes la guardia!

Dasha miró a su esposo y a su hija entrenar, riendo al ver como su hija terminó en el suelo por distraerse. Alanna había avanzado en su entrenamiento tanto, se sentía tan orgullosa de ella. Su hijo Brakk ya tenía catorce años y miraba con atención cada detalle de la pelea que mantenían su hermana y su padre para encontrar puntos débiles. Dasha notaba que este año su hijo se había hecho cada vez más alto y corpulento debido a su entrenamiento.

Barr ayudó a su hija a levantarse haciéndola practicar ahora con Brakk, se  acercó a su esposa. Dasha siempre estaba presente durante los entrenamientos de sus hijos. Su esposo la vio y comenzó acercarse a ella.

—¿Qué piensas? —le preguntó sir Barr a su esposa rodeando con sus manos la estrecha cintura de su mujer y Dasha apoyo sus brazos en sus anchos hombros.

—Eres duro con Alanna.

—También lo soy con Brakk, no pongo diferencia a la hora de entrenarlos. Si encuentro debilidad en su técnica debo corregirla.

—A mí también me hacían comer tierra cuando bajaba la guardia —bromeo Dasha haciendo reír a su marido.

“Hermosa” –pensó Barr mientras se inclinaba para besarla en los labios.

Sus hijos dejando de lado su entrenamiento, mirando a sus padres.

—Ya empezaron —dijo Alanna sonriendo, Brakk hizo una mueca.

—Siempre se ponen melosos cuando estamos entrenando.

—Se aman, ¿qué esperabas? No pueden vivir sin el otro.

Alanna admiraba a sus padres, sobre todo al amor que se tenían.

“Espero conseguir un compañero así algún día” –pensó y siguió entrenando con su hermano.

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Luego de los entrenamientos Dasha y Alanna se la pasaban en la biblioteca estudiando diferentes libros sobre políticas. Barr llevaba a su hijo a recorrer los alrededores con algunos de sus soldados pero eso no significaba que Brakk se salvaría de estudiar, Dasha estaba segura que su hijo encontraría el tiempo para estudiar el libro que le había dado. Era primordial para ella que ambos niños destacaran tanto en fuerza como en inteligencia.

Dasha miraba Alanna devorar cada párrafo del libro y era impresionante el parecido entre ambas. El largo cabello oscuro de su hija reposaba en su hombro en una trenza, su piel bronceada y sus ojos violetas eran lo que más la hacía destacar. Ver a Alanna era como estar viendo a Dasha en su etapa adolescente, vivaz, llena de inocencia y pasión por aprender a luchar.

Barr y su hijo habían regresado para la hora de la cena, como era costumbre la familia se reunía en el comedor donde Alanna era la más habladora, a veces no había poder en el mundo que hacía que Alanna se callara, lo bueno es que divertía y sacaba un nuevo tema del cual discutir en la mesa. Brakk por otro lado era un niño callado pero curioso, estudioso pero más dado a las armas.

Ambos eran el orgullo de sus padres...

© 𝕵𝖆𝖉𝖊. PARTE IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora