© 𝕵𝖆𝖉𝖊. PARTE II

Capítulo 4

El príncipe Alexander era considerado el León dorado de Gales. Hermoso, buen guerrero y siempre mostrándose preocupado por el pueblo llano. Ya tenía una prometida inteligente y bella, escogida por su padre, después de años había logrado ser un hombre que todos aclamarían cuando el Rey Aitor le cediera la corona.

Era demasiada perfección, una pared que en algún momento mostraría una grieta.

Mientas que Aura, su hermana gemela, la princesa dragón por fin había decidido casarse. Un hecho que sorprendió tanto a su padre como a su hermano Alexander, después de años rechazando pretendientes, de repente ella misma escogió a un caballero entre muchas opciones de grandes familias. Todos estaban curiosos y sospechaban de la decisión de la princesa, los rumores decían que había escogido al hombre para molestar a su padre. Era la hora del día en que su prometido visitaba el castillo, los caballeros del rey lo admiraban y siempre querían entrenar con él, ahora la princesa lo miraba entrenar, tratando de ver más allá de esa apariencia hosca que mostraba.

—Aquí estas, admirando a tu prometido —dijeron a sus espaldas y Aura volteó a mirar a su hermano Alexander.

—Sí, ¿a donde te diriges con esa espada?

—Iré con Brakk y otro caballero a recorrer la costa. Informaron que hay barcos de esclavitas que abarcaron nuestras costas.

—Cuídate. —después de decir eso lo ignoró para volver a mirar al hombre que muy pronto se convertirá en su marido.

—Tú deberías hacerlo, parece que te gusta poner tus ojos en personas peligrosas.

—Él es muy intimidante pero padre puede serlo más, así que no me asusta. —dijo con desinterés. 

—Esperemos que te tenga paciencia. 

—Probemos si me la tendrá —dijo divertida la princesa, pronto su prometido tiraba a su oponente a la mirada y los ojos mieles de él se fijaron en los de ella.

Aura volvía a sentir una corriente recorrerla cuando sus miradas se cruzaron. Así que se decidió por fin acercarse a él, caminando hacia el campo de entrenamiento.

Gabriel Iwam vio a su prometida acercarse, la primera vez que se vieron supo que las historias de su belleza no eran mentira. Aura era una de las mujeres más hermosas que había visto, siempre vestida de ceda y plata.

“Ella es una reina dorada”.-pensaba.   

Él no era alguien noble, solo es un buen asesino, alguien que con mucho esfuerzo y matanza había peleado por el rey Aitor y había sido recompensado con un dinero, unas pocas tierras y muy pronto el título de conde. Aunque nada de eso se comparaba con ella.

—¿Le gustaría dar un paseo conmigo sir? —preguntó Aura con un tono casi melodioso cuando estuvo frente a él.

“Vaya, ¿cuantos años le habrá tomado para perfeccionar esa voz para que todo lo que saliera de sus labios sonora así? La perfección no existe y para proyectarla llevaba un costo. Cuál sería el de su prometida”.

—Por supuesto. —respondió con ese tono hosco que era característico de él.

La princesa Aura se situó a su lado para empezar a caminar, pasaron varios minutos en silencio sin saber qué tema sacar a relucir. Mientras que por la cabeza de Gabriel pasaba solo una pregunta que había querido hacerle a ella desde hace mucho.

—¿En serio estás de acuerdo con este matrimonio? ¿En unir tu vida conmigo?

—Yo misma te elegí entre otros hombres, ¿tienes que preguntarlo?—inquirió la princesa estudiándolo con la mirada.