"¿Quién más vive en esa casa? Capítulo 4

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Lo miré sorprendida, según yo. Pero estaba nerviosa, lo había visto sin playera y él lo sabía, así que era momento de actuar.

MAR: ¡Ey, hola! No te había visto.

EMILIO: (SUSPICAZ) ¿En serio? Yo más bien pensé que estabas corriendo de mi.

MAR: Para nada. ¿Por qué iba a correr de ti?

Él se veía divertido con la plática pero a mí no me estaba causando ninguna gracia.

EMILIO: No sé, en fin. ¿Cómo estás? ¿Cómo va el encierro?

MAR: Bien, mi prueba salió negativa. Así que creo que eso ya es ganancia. ¿Y tú? ¿Cómo va el hospital?

EMILIO: Pues, cada vez peor. Llegar sano a casa es todo un desafío. ¿Pero, qué le vamos a hacer? Prefiero eso a estar encerrado 24/7. Me volvería loco.

MAR: Yo también preferiría estar trabajando, la verdad es que me aburro mucho.

En ese punto de la plática comenzaba a sentirme a gusto, todo iba bien hasta que...

EMILIO: Me imagino. Por eso espías a los vecinos.

Casi me da un infarto, quería correr y no verlo nunca más. Pero no me quedó más que seguir fingiendo.

MAR: ¿Perdón? No sé de qué hablas.

EMILIO: (RIENDO) Sí, no lo niegues. El otro día te vi espiándome con tu telescopio.

Siempre he sido muy buena para muchas cosas, pero para mentir soy pésima. Algo pasa dentro de mí que comienzo a reír y no puedo controlarlo. Esta vez no fue la excepción.

MAR: (RISA NERVIOSA) Ah, eso. No, para nada. Estaba viendo las estrellas, mi intención no era verte a ti.

EMILIO: Ah, pues... seguro las estrellas se bajaron a mi ventana. Justo cuando me estaba desvistiendo.

Eso ya no me causó gracias y lo único que quería era terminar la conversación.

MAR: ¡Qué chistosito me saliste! Nos vemos, tengo que comprar muchas cosas.

Emilio se dio cuenta de que ya estaba molesta y arregló la situación. Se puso serio.

EMILIO: Mar, no, no te enojes. Estaba jugando. Me da gusto que no estés contagiada y me imagino que debe ser muy aburrido estar sola y sin nada qué hacer. ¿Por qué no intercambiamos teléfonos? Por si se te ofrece algo.

Me quedé mirándolo y pensando un momento. No sabía si era buena idea, pero sí quería. Y se lo di. Intercambiamos teléfonos como personas civilizadas y nos despedimos.

MAR: ¡Suerte en el hospital!

Él me sonrió y cada quien se fue por su lado.

Mientras regresaba a la casa, le di vueltas al asunto y era evidente que él tenía cierto interés en mí. O ya no sabía si estaba paranoica de tanto encierro, pero por qué me habría pedido mi teléfono. Otra vez no dejaba de pensar en él, aunque me había dado una pena tremenda, se me hacía simpático y hasta atrevido al confrontarme así. Sabía que me gustaba y estaba metida en un lío con Juan Pablo. ¿Cómo le iba a decir que me gustaba alguien? ¿Se iba a enojar? ¿Pude alguien sentirse triste estando muerto?

Eso me hizo recordar el día en que murió. Estaba débil en la cama del hospital y sabíamos que faltaba poco para que se tuviera que ir. Habían pasado muchos días desde que yo estaba ahí con él, cuidándolo. Acerqué mi silla y la pegué lo más que pude a su cama, para sentirlo cerquita. Puse mi cabeza en su pecho y el trataba de acariciar mi cabello. Ya habíamos hablado de qué iba a pasar cuando él no estuviera. Pero yo me resistía y no quería dejarlo ir.

"Te amo en pandemia"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora