13. Kurenai

163 19 19
                                    

"Todo lo que quiero (y todo lo que necesito)"

--

— ¡Deberías vivir aquí!

La voz es repentina y alta. La hace detenerse sobre la mesa y parpadear hacia la ventana de la cocina, mirando un momento las nubes antes de atreverse a girar sobre su hombro.

El rostro sonriente de Mirai no la está viendo. Su línea no se trata de una sugerencia ni de un capricho, es algo que Kurenai sabe relacionar con un deseo sincero y probablemente desinteresado. Son las cosas minúsculas que funcionan como tuercas en el corazón.

— Te extraño cuando te vas — la voz de Mirai es más baja esta vez y todavía no mira a su madre. Ella se balancea en el suelo, presionando con esperanza las manos del hombre sentado en su cocina.

— Eso... sería muy lindo Mirai, pero tengo que volver a mi propio departamento, ¿quién alimentaría mis tortugas si me quedo aquí? — la tranquilidad con la que Gai responde casi la relaja.

Solo que la tranquilidad de Gai hace tiempo no hace más que emocionarla. Se ha vuelto un elemento en su vida. Una constante en su rutina. No hay paz a menos que obtenga la paz de Gai a su alrededor, llenando los espacios vacíos con los que a veces Kurenai ya no puede ni quiere arrastrar.

— Pero... ¡podrías traerlas! ¡Estoy segura de que mi mamá también te extraña cuando te vas! — el gesto de Mirai es infantil y mira a Kurenai en un intento muy malo de chantajearla. No es intencional, por supuesto, porque Mirai es noble, y una niña muy dulce, y en todo caso, tampoco está equivocada.

La verdad está rozando mucho lo que Kurenai en algún momento quiso decir.

— Bueno, eso no depende de mí, pequeña Mirai. Esta es la casa de tu mamá y la tuya, yo solo soy una visita.

Gai toca su cabeza y acomoda los bordes despeinados del corte de Mirai. Parece tan fácil para Gai calmar a la niña tanto como lo hizo alguna vez con sus alumnos. Es un maestro extraordinario. Podría ser un padre extraordinario.

La cabeza de Kurenai duele un poco y vuelve a darse la vuelta en la cocina, levantando el resto de los vasos vacíos y fingiendo que no se da cuenta de la mirada de Gai en su espalda, recorriendo su nuca y sus hombros, bajando por sus brazos, entre sus dedos. En sus manos.

Kurenai no puede evitar suspirar al percibirlo, así como no puede evitar darse cuenta de la intención de la mirada.

Han estado haciendo esto los últimos meses. Gai ha dejado su mirada de forma prolongada en Kurenai, y a cambio, ella ha hecho lo mismo con él.

Mirai da un puchero triste y se queda sin más ruegos por esta noche. Es tarde. Y de todos modos, mañana, si tiene algo de suerte, Gai estará de nuevo aquí.

— Bien, ¡pero promete que volverás! — Mirai le da a Gai un gesto acusador — Mi mamá se pone triste cuando no lo haces.

Los hombros de Kurenai se tensan. Mirai se despide en voz alta y luego corre por e pasillo a su habitación. Lo único que deja son las palabras flotando y la intensidad entre dos adultos que han pasado por demasiadas cosas juntos. Solo deja la verdad que ambos saben porque no hay manera en la que Kurenai lo pueda contradecir.

La noche afuera tiene bastante viento y, muy pronto, también lluvia.

En su juventud, Kurenai amaba correr bajo las gotas de agua gélidas. Pero también tenía una mano que la sostenía y la arrastraba a la aventura. Ahora, necesita cerrar la cortina porque no quiere mirar la tormenta caer. Parece que puede convertirse en algo demasiado triste.

14 parejas para Maito GaiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora