6. Madara

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"Buenas noches, dulces sueños"

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Madara ha estado esperando esto por demasiado tiempo.

Ha estado soportando a este tonto, mirando reír a través de sus ojos, escuchando sus discursos animados e incluso notando las veces que se lamenta patéticamente y se pone a llorar.

Sin embargo, finalmente Madara ha reunido la fuerza para manifestarse. E incluso si sabe que es toda la fuerza que va a obtener en esta nueva forma, todavía es mejor que soportar en silencio los gritos animados de Gai justo en sus oídos.

Así que Madara se emociona cuando ve su espalda, sentado en su silla de ruedas y mirando al paso parlanchín como si algo tan absurdo pudiera ser posible. No cabe duda que Maito Gai solo sabe bailar en batalla. Madara le ha quitado todo. Sin duda alguna acabó con él.

Su sonrisa cínica se asoma y casi quiere reír fuerte y festejar, tal vez patear su patética cara y retarlo a otro duelo. Esta vez Madara sabe lo tiene que esperar de él y no bajará la guardia un solo segundo. Va a aplastarlo.

— Nos volvemos a reunir, Maito Gai — hablar se siente formidable y Madara disfruta del tono de su voz rugiendo en el campo.

El pasto parlanchín se asusta y se gira entre las demás hojas con ojos saltones. El árbol junto a ellos lo observa también, torciendo sus labios de miel con disgusto.

Es Gai el que no se gira para mirarlo ni tampoco se inmuta, sigue acariciando el borde de una flor rosada que tiene orejas de conejo y cabello. Es asqueroso en todo sentido. Despreciable. Madara ya está planeando prenderle fuego a todo el campo que se extiende hasta el infinito como líneas de maíz.

— ¿Acaso ya me esperabas? — Madara vuelve a hablar como si tuviera la necesidad de rellenar el vacío, mirando con desprecio al pasto asustado y a la flor que lo observa con sospecha desde la mano de Gai.

— ¿Mnh? — Gai finalmente gira sobre el hombro, aunque lo hace sin fuerza y sin interés — Ni siquiera sé en dónde estoy, amigo mío, así que me temo que no te esperaba.

Madara bufa y, harto de la poca expectación, gira a través del huerto de plantas horrorosas hasta que puede ver directamente a Gai.

Hay una línea de sol que viene desde algún lado y Madara se interpone en ese camino. Los ojos de Gai finalmente abandonan la flor-conejo y sube a él. No hay una reacción en su rostro.

— ¿Qué no lo entiendes? — Madara sube los hombros, orgulloso de verse más alto que Maito Gai en esta ocasión, ahora que está paralizado en esa silla de ruedas — ¿Acaso ese día también se quemó tu cerebro, además de tu estúpida pierna?

Gai tuerce las cejas y deja que la flor-conejo salte fuera de su regazo, escapando junto al árbol que sigue mirando a Madara como si pudiera sentir las ganas que tiene de hacerse una silla con él.

— Eso... ¿estabas en mi batalla contra Madara?

— Tsk... ¡Yo soy Uchiha Madara! — sus manos hacen un ademán en el aire y presiona sus guantes con un chirrido. El ruido se pierde en la infinidad del sembradío y en las insondables paredes blancas, sin montañas ni cielo ni sol.

— Oh — la boca de Gai hace un gesto y luego vuelve a mirar abajo, persiguiendo con la vista un pasto andante — Lo siento, no me acordaba de ti.

A la voz de Gai le falta el ánimo que ha oído desde afuera. Encerró un pedazo de su chakra en Maito Gai por error cuando su pie atravesó su pecho y tocó su corazón, sin embargo, ahora es su único pedazo de conciencia viva.

14 parejas para Maito GaiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora