14. Tobirama

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"Héroes"

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Tobirama nunca consideró quedarse tanto como consideró irse.

No permitirse abandonar todavía la segunda vida era algo que ni siquiera consideró.

Así que sacude su expresión y frunce el ceño cuando el pensamiento vuelve a cruzar su mente y se detiene de nuevo al ahora, donde él y un par de revividos no había podido desprenderse de la vida otorgada por la maldición del Edo Tensei.

Madara se fue, afortunadamente para Tobirama, pero con él su hermano también se fue y no puede recordar el número de veces que ha maldecido a ambos en el día, solo para intentar variar.

Entonces Tobirama culpa a Madara y también a Hashirama de estar ahí a partes iguales.

No se culpa a él mismo por inventar la técnica, por supuesto, y tampoco se culpa a sí mismo por las reglas implícitas del Edo Tensei, mucho menos de la posibilidad de que su alma termine en algún lugar misterioso si no se deshace del modo correcto de la resurrección maldita.

Arrastrarse como un revivido es la opción. La única. No afortunada y no deseada y no favorecida. Pero es un genio, sí, y de eso está orgulloso incluso ahora, cuando no tiene ningún lugar a donde ir.

El hospital es solo una coincidencia de su camino errante, porque estaba de paso y porque da menos asco que el mundo amigable que reconstruyen afuera.

Le recuerda a la guerra y eso es todo. Tobirama nunca conoció otro lugar o un lugar mejor y el dolor es lo único que lo mantiene tranquilo en la actualidad.

Entonces, cuando termina en la misma habitación que antes siente un extraño dolor en el vientre que no le pertenece. No tiene que ver consigo mismo, sino con el hombre excesivamente ruidoso y alegre que está en la cama. Al menos cien veces más desagradable que el mundo afuera, pero se repite a sí mismo que lo merece como castigo por haber dejado una técnica como esa en las manos equivocadas tanto tiempo atrás.

Suspira suavemente cuando recarga las manos en la ventana y mira hacia el exterior, distrayendose con el aleteo de algunas aves y prefiriendo ignorar la mirada que lo sigue. El par de ojos negros ansiosos y brillantes que parpadean con entusiasmo, como si hubiera algo bueno que ver.

— ¡Es una mañana maravillosa, ¿no es así?!

La voz del hombre es irritante. Alta. Grave. Masculina y autoritaria. El tipo de voz que hubiera servido para dar órdenes de guerra y no discursos extremadamente cursis, pero Tobirama no se puede quejar.

— Es solo una mañana cualquiera — su respuesta no está cerca de ser un saludo.

Gai lo da. Pero Gai saluda hasta la flor en el mueble al lado de su cama y no puede tomar en consideración su opinión.

— ¡Precisamente! ¡Mietras se nos permita una nueva mañana, siempre habrá esperanza en el mundo!

Tobirama quiere fingir una arcada, pero solo se gira al paciente detrás de él, con la mitad del rostro todavía cubierto de vendas y el cuerpo deshecho.

¿Cómo puede estar tan alegre de despertar así? O de despertar siquiera. La forma en la que parece esperar algo bueno de la vida le causa un poco de náuseas. Se pregunta si en algún momento Gai se topará con la inevitable decepción.

— La esperanza no sirve de nada, deberías saberlo mejor.

Su vista va a la pierna de Gai. El impacto lo dejó irrecuperable, inservible. Es un trozo de carga como madera vieja y Tobirama forma una sonrisa ácida, como si quisiera dar un punto o una lección que parece más el nivel de agua fluyendo indiferente en un río.

14 parejas para Maito GaiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora