Me pasé la cena con la cabeza gacha. En la Sala de los Arreglos había podido mostrarme valiente porque tenía a XiaoJun al lado, y a él le caía bien. Pero allí, rodeado de personas cuyo odio podía sentir casi físicamente, me acobardé. Solo levanté la vista del plato una vez; entonces me encontré con Kim Doyoung, que le daba vueltas al tenedor con gesto amenazador. Y Jungwoo, siempre tan elegante, no dejó de hacer morritos, sin dirigirme la palabra. De lo único que tenía ganas era de huir a mi habitación.
No entendía por qué era todo tan importante. Vale, parecía ser que le gustaba a la gente. ¿Y qué? Allí dentro aquello no tenía ninguna importancia; sus gestos de cariño no valían para nada.
Después de todo, no sabía si sentirme honrado o molesto.
Centré mis energías en la comida. La última vez que había comido filete había sido unas Navidades, años atrás. Sabía que mamá se había esmerado todo lo posible, pero no tenía nada que ver con aquel, tan jugoso, tan tierno, tan sabroso. Me daban ganas de preguntarle a alguien si no era el mejor filete que había probado nunca. Si XiaoJun hubiera estado allí cerca, lo habría hecho. Lo busqué con la mirada. Estaba charlando tranquilamente con los chicos que tenía alrededor.
¿Cómo lo conseguía? ¿Acaso no había salido en la misma grabación que decía que era uno de los favoritos? ¿Cómo lo hacía para que la gente le hablara?
El postre fue un surtido de frutas con helado de vainilla. Era como si estuviera descubriendo el placer de comer. Si aquello era comida, ¿qué era lo que me había estado metiendo en la boca hasta entonces? Pensé en Karina y en lo golosa que era. Aquello le habría encantado. Estaba seguro de que ella habría triunfado.
No podíamos abandonar la mesa hasta que todos hubieran acabado, y luego teníamos órdenes estrictas de irnos directamente a la cama.
—Al fin y al cabo, por la mañana conocerán al príncipe JaeHyun, y todas querán dar su mejor imagen —recordó Sungkyung— De hecho, es el futuro marido de uno de ustedes.
Unos cuantos chicos suspiraron ante la idea.
El repiqueteo de los zapatos al subir las escaleras esta vez fue menos sonoro. No veía el momento de quitarme los míos. Y aquel saco. Tenía una muda mía de verdad en la mochila y no sabía si ponérmela, aunque solo fuera por sentirme yo mismo por un momento.
Tras subir las escaleras, mientras los chicos se dirigían a sus habitaciones, XiaoJun me cogió del brazo.
—¿Estás bien?
—Sí. Es solo que algunos de los chicos me miraban mal durante la cena — dije, intentando no parecer un llorica.
—Solo están un poco nerviosos porque le has gustado mucho a la gente — respondió, quitándole hierro al asunto.
—Pero tú también le has gustado a la gente. He visto los carteles. ¿Por qué no te hacen lo mismo a ti?
—No has pasado mucho tiempo con grupos de chicos, ¿verdad? —me preguntó, con una sonrisa pícara, como si yo supiera lo que estaba pasando.
—No. Sobre todo con mis hermanos —confesé.
—¿Te educaron en casa?
—Sí.
—Bueno, yo estudié con un grupito de otros Cuatros en casa, todos chicos, y cada uno tiene su método para influir en los demás. Fíjate: todo consiste en conocer a la persona, en pensar qué es lo que le molestará más. Muchos de los chicos me hacen cumplidos ambiguos, o pequeñas observaciones, cosas así. Sé que me ven como una persona superficial y extrovertido pero que, en realidad, es tímido, y creen que pueden ir mellando mi autoestima con palabras.