Johnny iba vestido todo de blanco. Tenía un aspecto angelical. Seguíamos en Carolina, pero no había nadie a nuestro alrededor. Estábamos solos, pero no echábamos de menos a nadie. Él había trenzado unas pajitas para hacerme con ellas una corona, y estábamos juntos.
—¡Taeyong! —graznó mamá, sacándome de mis sueños.
Encendió las luces, cegándome por un momento. Me llevé las manos a los ojos, intentando adaptarme a la luz.
—Despierta, Taeyong. Tengo una propuesta que hacerte.
Eché un vistazo al despertador: poco más de las siete. Así que... había dormido cinco horas.
—¿Consiste en dejarme dormir más? —rezongué.
—No, cariño. Levanta. Tengo algo serio que discutir contigo.
Me senté en la cama, con las sábanas hechas un ovillo y el pelo enmarañado. Mamá iba dando palmadas una y otra vez, como si con aquello pudiera acelerar el proceso.
—Venga, Taeyong. Necesito que te despiertes. Bostecé. Dos veces.
—¿Qué quieres?
—Quiero que te presentes a la Selección. Creo que serías un príncipe excelente.
Era demasiado temprano para aquello.
—Mamá, de verdad, acabo... —pero me detuve y suspiré al recordar lo que le había prometido a Johnny la noche anterior: que al menos lo intentaría. No obstante, ahora, a la luz del día, no estaba seguro de poder hacerlo.
—Sé que no te atrae la idea, pero he pensado que podía proponerte un trato, a ver si cambias de opinión.
Aquello me llamó la atención. ¿Qué podía ofrecerme?
—Tu padre y yo hablamos anoche, y decidimos que ya tienes edad de trabajar solo. Tocas el piano tan bien como yo y, si practicas un poco más, prácticamente no cometerás errores al violín. Y tu voz, bueno, estoy convencida de que no hay una mejor en toda la provincia.
Sonreí, aún algo dormida.
—Gracias, mamá. De verdad.
De todos modos, trabajar solo no era algo que me atrajera especialmente. No veía cómo iba a tentarme con aquello.
—Bueno, eso no es todo. Puedes aceptar trabajos para ir solo... y puedes quedarte la mitad de lo que ganes —añadió, con una especie de sonrisa forzada.
Los ojos se me abrieron de golpe.
—Pero solo si te presentas a la Selección.
Ahora empezaba a sonreír abiertamente. Sabía que con aquello me ganaría, aunque supongo que se esperaba algo más de resistencia. Pero ¿cómo iba a resistirme? ¡Ya estaba decidido a firmar, y ahora además podría ganar algo de dinero para mí!
—Ya sabes que lo único que puedo hacer yo es firmar, ¿verdad? No puedo hacer que me escojan.
—Sí, lo sé. Pero vale la pena intentarlo.
—Vaya, mamá —exclamé, sacudiendo la cabeza, aún sorprendido— De acuerdo, rellenaré el impreso hoy mismo. ¿Dices en serio lo del dinero?
—Por supuesto. De todos modos, antes o después tendrás que ir por tu cuenta. Y te irá bien tener que hacerte responsable de tu dinero. Eso sí, no te olvides de tu familia, por favor. Seguimos necesitándote.
—No los olvidaré, mamá. ¿Cómo iba a olvidarte, con todo lo que me riñes?
—Le guiñé un ojo, se rio y con ello quedó sellado el pacto.
