he looks so perfect

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— Por la señal de la santa cruz, de nuestros enemigos líbranos señor, dios nuestro. En el nombre del padre, del hijo y del espíritu santo, amén...

Minho escuchaba atentamente las palabras del sacerdote en frente suyo. se persignaba inclinando la cabeza mientras recibía complacido el agua bendita que uno de los monaguillos estaba rociando en cada una de las creyentes cabezas que había en el lugar. No podía quitar la sonrisa de su rostro, para ser un chico de diecinueve años del siglo xxi amaba asistir a la iglesia, ese templo le transmitía paz.

Sus ojos miraron disimuladamente a su madre, la cual estaba besando un crucifijo que antes colgaba de su cuello, y después, aunque se suponía que debía de tener los ojos cerrados, miró al coro que cantaba fuertemente una de sus alabanzas favoritas hasta ahora. Lástima para él que no pudiera cantarla también, porque semanas atrás había sido rechazado por no tener una voz lo suficientemente angelical.

Su abuela le dió un golpe con su bastón en la pierna al notar que el niño no estaba siendo devoto a la misa y él se disculpó con una reverencia, aún así le resultaba graciosa la manera en la que su nana (como él solía llamarla) se ofendiera tanto por haberse distraído un segundo.

— Honnie cariño, te noté un poco distraído en la ceremonia de hoy.— la misa ya había terminado y su madre lo tomó del brazo antes de salir por las puertas de la iglesia, dedicándole una sonrisa sincera— ¿Sigues triste porque no te aceptaron en el coro?

— Tonterías.— su abuela intervino en la conversación— Escuché decir al padre que en estos tiempos el diablo está aún más suelto que antes y anda llevando a los niños por los malos caminos y deseos...

— ¡Mamá!

—... Seguramente lo que mi niño tiene es que el diablo lo está distrayendo de lo verdaderamente importante, el camino del señor, por eso ya no quiere prestar atención en la misa, ¡además mira lo mal vestido que vino!

Minho se miró a sí mismo, lo único diferente a su vestimenta habitual era un suéter color rosa pastel y sus converses negros, suspiró.

— Nana tiene razón, mamá. Quizá debería ir a confesarme.

Su madre asintió emocionada y el muchacho caminó hacia el confesionario, sus pasos eran lentos y pesados, su respiración era calmada y su pulso parecía inexistente. No paraba de pensar en todos los problemas que ha tenido últimamente; al querer entrar al coro se convirtió automáticamente en objetivo de burla para sus compañeros, su profesor de filosofía había renunciado dejando tras él un montón de notas sin resolver arruinando así su perfecto promedio, nana tratando de desechar toda la ropa que se viera mínimamente femenina, rebelde o indecente y las matemáticas, ay cristo, las matemáticas.

— Padre confieso que he pecado.— de rodillas, ante la ventana que le impedía ver el rostro de su sacerdote se relamió los labios dispuesto a desahogarse ante dios disfrazado de su cura.

— Cuénteme hijo, yo seré quien te juzgue y te perdone.

— He tenido pensamientos suicidas padre, a veces pienso que lo mejor sería morir, solo le hago daño a mi abuela y a mi madre, a las cuales amo pero hay días en los que simplemente me sacan de quicio y las he insultado en mi mente, con palabras realmente feas padre. Y mis compañeros son cada vez más insoportables que he pensado en matarlos. Sé que es horrible y me he comportado como una persona horrible los últimos días, ¿acaso podré tener perdón?— no había dicho mucho pero eso bastó para que Minho rompiera en llanto.

— Todos tenemos perdón de dios hijo mío, con tal que reconozcas tus errores, ahora debes hacer cuatro ave marías y diez padre nuestro, no olvides dejar tu diezmo en la entrada para así ayudarnos a crecer como iglesia.

del poliamor y otros pecados del catolicismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora