amnesia

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Abrir los ojos parecía un trabajo bastante tortuoso considerando la situación. Su madre, quien estaba hirviendo en rabia, gritaba desde la sala con un único propósito, advertir a todo aquel que viviese en esa casa llena de crucifijos.

El mensaje era muy claro: No volver a dejar entrar a Han Jisung en su "santa casa.

Minho no entendía nada, después de todo, había pasado los últimos dos días enteros en su habitación pensando en que carajos hacer con su vida.

Aunque sus padres habían llegado de su retiro hace ya varias horas, la verdad, él ni siquiera había reparado en su presencia. Hasta las seis de la mañana, o sea, esa misma hora.

—Mamá. — llamó pacientemente.

Ya había bajado completamente las escaleras, interesado en el desastre de lágrimas y voces que había en su sala. Su madre no era la única presente, también estaba su padre, su abuela, y seis mujeres más que el reconocía de la iglesia.

—Dios mío Minho, menos mal que despiertas.—y como no lo haría con todo el escándalo que estás formando— Estaba hablando con mis amigas ¿recuerdas a jisung?—¿cómo no recordar mi primer beso? —Descubrimos, por una de las hermanas, que es gay, bendito sea Cristo ¡Gay!

— ¿Gay?

— ¡Sí! G.a.y —pronunció la palabra letra por letra, una y otra vez, cada vez con más asco, quizás tratando de procesar lo que ella misma estaba diciendo.

Minho no se preocupó por lo que su madre decía, de hecho, sus pies descalzos y su pijama a cuadros fueron directo a la cocina por un vaso de leche, no pretendía fingir que le aterraba la idea de que uno de sus "amigos" era homosexual.

—¿Cómo lo saben, mamá? —pronunció finalmente sentándose, con su vaso, en medio del círculo de señoras, como solía hacer cuando era más pequeño.

—Las hermanas lo vieron salir de su escuela y tomar la mano de un chico mucho más mayor que él, y además se besaron.

Todas las mujeres ahí presentes, y su padre, hicieron un sonido de asombro mezclado con repulsión, el Lee menor simplemente escondió una risita y asintió.

—¡No quiero que vuelva a la casa más nunca!

—No te preocupes mamá, él y yo ya no somos amigos.

—¡Cristo! Menos mal —y terminó su frase persignándose.

Claro que él y Jisung no eran amigos, después de todos los mensajes que intercambiaron, los besos y las llamadas nocturnas, no, no eran solo amigos. Le agradaba la idea de tenerle, tenerle cerca, sentirle, tocarle, estar a su lado era simplemente magnífico.

—Mamá, papá, hoy no tengo clase, pero saldré con Felix, si no les molesta.—dijo mirando a ambos consecutivamente mientras hablaba.

—Ay mi niño, claro que sí, le das un beso a Felix de mi parte y le dices que lo extraño mucho, que el martes lo invitamos a almorzar, si quieres ese chico que trajo la otra vez también ¿Changbin? Se ve muy buena gente.

Minho hizo una reverencia y se retiró, al llegar a su habitación no pudo evitar soltar una carcajada, si tan solo su madre supiera. Se preguntó qué sería de Felix si algún día se enteraban que es gay ¿Lo extraditarían de sus vidas? ¿Aún después de haberse ganado el cariño de toda su familia? Incluyendo, el de sus tíos que iban de visita cada tanto.

Tomó su celular y marcó su número preferido.

—¿Profesor Bang? —dijo con un bastante pícaro para su gusto.

—Vaya, pero si es mi alumno favorito... —respondió el otro de la misma manera.

—¿Está seguro? Porque creí verlo coquetear con Irene noona no hace mucho ¿Debería estar celoso? —se mordió el pulgar y después pasó la punta de su lengua por el lugar sensible.

—Deberías, quizás, soy un hombre muy cotizado. Pero para tu suerte solo tengo dos personas en mi lista.

La sonrisa que se formó en su rostro no la pudo disimular.

Dos segundos después de colgar tiró el celular sobre su cama y se fue a bañar lo más rápido posible.

Quizás estaba arriesgando todo para tenerlo todo, si acaso eso es una buena forma de decirlo. Estaba arriesgando una perfecta relación con su familia por dos chicos que había conocido al menos tres meses atrás, pero ¿A qué costo? Ser feliz, feliz tres horas en las que estaba con ellos, feliz dos minutos en los que le besaban, feliz toda una noche después de una llamada, felicidad a un precio injusto.

Minho se preguntaba si algún día podría tenerlo todo, la aceptación de su familia y el amor de aquellos chicos.

Al escuchar el ruido de un motor apagarse sonrió, tomó su mochila de un manotazo y corrió escaleras abajo. Su madre aún estaba discutiendo aquel tema tan banal junto a sus amigas, tanto así que ni siquiera notó cuando salió por la puerta.

—Vaya, puedo sentir el olor a agua bendita y biblia vieja desde aquí.—dijo Christopher apoyado contra su auto, un Jeep rubicon del 2018.

—Mejor cállate Bang si no quieres que mi papá salga con una escopeta.

Minho volteó rápidamente para asegurarse que todas las cortinas estuviesen cerradas, a su familia le era costumbre husmear. Al poner su vista nuevamente en Christopher se encontró con el chico jugueteando con su labio inferior, los brazos cruzados y la cabeza ligeramente inclinada. Imagen que guardaría hasta el final de sus días.

—¿Acaso matar no es pecado?

— Lo es, pero solo para su conveniencia, está bien matar ateos, homosexuales y demás, pero si abortas eres un monstruo ¡Salvemos las dos vidas! Dios, a veces quisiera despertar con amnesia después de escuchar esas cosas.

Ninguno de los dos contuvo su risa y antes de poder ser escuchados entraron al auto, Minho de copiloto y con una emoción latente.

—¿Sabías que la iglesia se enteró de ti y Jisung?

—¿A qué te refieres? —dijo encendiendo el motor para segundos después ponerse en marcha.

—A que no fue muy ingenioso de tu parte irlo a buscar a su colegio católico y besarle en frente de la entrada.

—¿Qué? ¿Cuándo?

—No lo sé, Bang, ¿Cuándo fue la última vez que recogiste a Sunggie después de clases?

Christopher pensó por un momento y cuando unió las piezas apretó el volante con fuerza, tanto que sus nudillos comenzaron a tornarse blancos. No dijo nada, no por varios minutos, cosa que comenzó a preocupar a Minho.

—Min...—inmediatamente el mencionado giró su cabeza— Yo nunca he ido a recoger a Jisung al colegio.

del poliamor y otros pecados del catolicismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora