Fin de la misión

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Tras varios minutos en el suelo, Tarou ayuda a ponerme de pie, sin embargo, mis piernas tambalean tanto que casi vuelvo a desplomarme. Tarou me observa con aflicción dibujada en el rostro, por lo que procede a abrazarme, para terminar, finalmente cargándome en sus brazos. No sé si es porque estoy convaleciente, pero el sonido de la alarma se vuelve prácticamente insoportable. Pienso que, si sigo escuchándolo, me va a estallar la cabeza. Me llevo las manos a las orejas.

—¡Tenemos que salir de aquí! —interviene un preocupado Cinco.

Los chicos forman un circulo e intercambian miradas mientras yo pienso que sería genial poder leerles la mente y saber en lo que están pensando.

—Por la plataforma móvil es imposible, está totalmente tomada por los de seguridad —añade Tres—. Además, ellos tienen armas.

Pero vosotros tenéis poderes, pienso mientras escucho la conversación.

­—¿Entonces qué sugieres? ¿Cómo vamos a salir de aquí? —cuestiona un impaciente Dos, lo intuyo por el tono de su voz.

—Tengo una idea —interviene Cuatro, es la primera vez que escucho su voz salir del interior de su boca, es grave y bastante enérgica. Me sorprende demasiado— la idea más plausible es tomar el ascensor en dirección a la azotea —asiente levemente—. No veo otra posible opción.

Ante su sugerencia, no tardan demasiado lo demás en dar el visto bueno. Asienten con seguridad, en un mismo momento. Sincronizados.

—Siete y yo os cubriremos —señala la puerta con un ligero movimiento de su cabeza, apurándonos—. Siete tú tienes la capacidad de regenerarte, no resultará peligroso para ti.

Cuatro le guiña el ojo y a continuación le da una palmadita en la espalda. Siete le responde con un mohín, parece que no le hace la menor gracia.

Cuando empezamos a dirigirnos hacia la puerta estoy por preguntar a Tarou por nuestro padre, pero Siete les hace una señal con la mano e inmediatamente todos salen corriendo hacia el ascensor, yo en los brazos de mi hermano.

Todo es un caos, se puede escuchar muchos disparos, gritos apabullantes aunque el sonido de la alarma que no ha dejado de sonar en todo el tiempo amortigua un poco las anteriores. De repente mientras seguimos el largo pasillo, la luz blanca se apaga, quedándose todo a oscuras, sin embargo, tarda unos poco segundos y en su lugar se enciende una luz roja, parpadeante.

Mientras todo sucede a nuestro alrededor, repito todas las plegarias para que al menos el ascensor siga funcionando, porque si no es así, no tengo la menor idea de como los chicos resolverían el desajuste en el plan, aun así, me convenzo a mi misma que debo confiar en ellos.

Por otro lado, observar a los chicos haciendo sus hazañas me ha hecho olvidar mi situación, pero no pasa demasiado tiempo hasta que vuelvo a sentir la agonía. Mi cuerpo arde, lo puedo sentir en mi estómago, y en el interior de mis extremidades tanto que comienzo a sudar como si hubiese hecho una buena sesión cardiovascular, resulta hasta gracioso. Las gotas de sudor bajan por mi frente en dirección al puente de mi nariz, por lo que algunas terminan en mis pestañas.

La garganta completamente seca y la lengua tan áspera que podría funcionar sin ningún problema como un estropajo, me demandan beber algo, pero de inmediato.

—Toma esto por el momento —Cuatro me saca de mi estupor. Sostiene un vaso hecho de hielo entre sus manos—. Se te ve deshidratada.

Yo lo único a lo que atino es a pestañar, totalmente incrédula, o es un buen observador o estuvo paseándose por mi mente. Tarou con un ligero gesto de su cabeza, me anima a aceptarlo. Así, que no tardo demasiado en tomar el vaso.

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⏰ Última actualización: Jan 22 ⏰

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