El día nueve.

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Menos mal que la habitación X queda de camino a las habitaciones y R se lo creyó anoche. Suelto un suspiro de alivio mientras estoy en el laboratorio sentada en una silla tamborileando la mesa hasta que aparece Jocelyn con una carpeta bajo sus hombros que coloca junto a mi lado. Levanto curiosa un poco la cabeza para intentar ver un poco.

La carpeta lleva por nombre: Los Siete.

Espero a que todo el mundo esté medianamente ocupado para coger la carpeta, esconderlo dentro de mi bata blanca y salir con ella. Algo en mi interior me dice que dentro de ella encontraré información muy valiosa.

—¡Ahora vuelvo, voy al baño! —digo mientras atravieso la puerta. No estoy segura si alguien me ha escuchado, pues lo hago con la única intención de acallar mi consciencia, que grita que estoy haciendo algo malo, tomando algo sin permiso, o es más bien temor por estar realizando un movimiento demasiado arriesgado.

Camino hasta el final del pasillo, pulso el ascensor y subo a la planta en la en que se encuentra mi habitación. Una vez dentro, tomo asiento en la silla y coloco la carpeta en mi escritorio. La abro con mano trémula, expectante con lo que me puedo encontrar. La primera página contiene una especie de informe, lo leo rápido con la vista siguiendo mi dedo índice. Al final de la página pone algo de modificación genética y clonación.

Me llevo la mano a la boca.

La selección natural muchas veces puede ser cruel y déspota ¿acaso no es posible que nosotros mismos podamos elegir, escoger como queremos que sean las futuras generaciones? Por eso hoy, yo K. R empiezo con mi experimento. Quizás me lleguen a juzgar por lo que voy a hacer, pero espero algún día comprendan los motivos por los que hago todo esto.

Sigo leyendo por encima, es una especie de diario personal.

La carpeta también contiene fotos, no son muy agradables de ver, tanto que siento que se me revuelve el estómago. Las siguientes páginas son fichas personales de cada uno de los chicos. Es muy interesante toda esta información, debo guardarlo. Y después de echar algunas fotos leo uno a uno cada una de sus fichas.

Entiendo que para identificarlos los han enumerado, y actúan a su vez como sus nombres. No veo por ninguna parte sus verdaderos nombres, porque si estos son clones, debe de haber por alguna parte los originales.

Avanzo entre los diferentes documentos hasta que me encuentro el trozo de una nota periódica de hace 10 años. La nota habla de la muerte en un accidente automovilístico debido a causas desconocidas de cinco chicos.

¿Qué tiene que ver esto con la clonación genética que se lleva a cabo aquí? No tiene nada de sentido esto.

Y ¿cómo es posible que haya venido a encontrar pruebas de la fabricación ilegal de la sustancia el cual mató a los sujetos en el puerto con ello a mi compañero. ¿Además, descubra que existe otra al cual han dado por nombre AT y termine hallando información de clonación?

Esto es de locos.

—Tengo que informarle de todo esto a Haruto —susurro al tiempo que enciendo mi portátil.

Llevamos hablando por algunas noches, en clave como habíamos acordado para no levantar sospechas.

Haruto no puede más que sorprenderse tanto o más que yo. Pues es algo con lo que no contábamos. Nos ha tomado todo por sorpresa. Me dice que pensará en algo y que me lo hará saber tan pronto lo sepa. No podemos seguir hablando por más tiempo, pues debemos llevar cuidado.

Antes de despedirse, intenta animarme, diciéndome que me echa de menos, y que me cuide bastante. Pero que si me atrapan y no tengo escapatoria no dude en patear pelotas. Ese último comentario logra sacarme una sonrisa.

Es algo que echaba en falta desde hace varios días.

Desconecto el portátil, guardo todo en su sitio y coloco la carpeta en una esquina de la mesa, lo más lejos posible de mí. Me resulta repulsivo.

El resto del día me quedo en la habitación, sopesando algunas ideas. Y me parece demasiado extraño que nadie me haya venido a buscar, pues fue demasiado evidente haber salido del laboratorio y más con una carpeta llena de información fundamental.

Sin embargo, las horas pasan así que decido bañarme. Preparo la bañera y luego me meto en ella, abrazándome a las rodillas. Los recuerdos de repente me inundan, y termino llorando desconsoladamente. Intento ahogar mis lamentos, cubriendo mi boca con las manos. Si tan solo no hubiésemos discutido aquel día, si tan solo.

Él y mamá aun estarían vivos.

En este momento no me cabe la menor duda, este sitio es espantoso, pues todos los recuerdos, y las pesadillas han empezado de nuevo desde que estoy aquí. No quiero perder la cordura, es lo único que me queda, después de haber superado el tratamiento hace siete años.

No soy consciente de cuánto tiempo llevo en la bañera que empiezo a sentir frío, porque el agua se ha enfriado. De modo que decido salir, me coloco el albornoz, y antes de envolver mi cabello con una toalla me observo detenidamente en el espejo, aún no me acostumbro al nuevo color de pelo. Siempre había sido reacia a tintármelo, pero esta misión me empujó a hacerlo.

Una vez en mi cama, el sueño empieza a invadirme, sin embargo, no quiero dormir, no. Pues la pesadilla volverá otra vez.

Y efectivamente sucede de ese modo.

— ¿Puedo ver tu nuevo juguete del proyecto de ciencias? —pregunta como un niño ilusionado en navidad.

— ¡No lo toques, Tarou, no lo toques que lo vas a romper!

Grito antes de escuchar un cristal romperse que da paso seguidamente a un silencio sepulcral.

Me despierto agitada, otra noche más, ese triste recuerdo. Ese recuerdo amargo que vuelve para atormentarme.
Doy un respingo cuando escucho unos pequeños golpes detrás de la puerta repentinamente y el temor sube desde los pies hasta mi corazón.

LOS SIETE.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora