El día veintidós.

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 Hace dos días que le conté a Haruto los planes de R con Los Siete, me dijo que buscaría la manera de ayudarme a detenerlos. Entonces le informé que quizás la única forma era bajando al laboratorio de clonación, averiguar lo que se cuece allí o al menos obtener una gran parte de información. Por eso ayer hice una pequeña ronda, y desgraciadamente me encontré con un armazón de acero como puerta con un lector de pantalla, en donde tendría que introducir la huella de la palma de la mano, no estoy  del todo segura, pero creo que sería la del cerebro de este negocio, R.

Haruto me prometió que con sus conocimientos de informática al menos me ayudaría a hackear las cámaras de seguridad mientras yo buscaría la solución para entrar a aquel laboratorio.

Y claro que lo intenté, sin embargo, R había abandonado la isla y no vuelve hasta mañana, así que le conté que sería imposible entrar ahí. Me siento verdaderamente una inútil, no he conseguido prácticamente nada durante estos días, bueno sí, aquella libreta.

Me golpeo la frente con la palma de la mano, ¿por qué dejé que me la quitasen?

¡Idiota!

Y no sé si es por el golpe en la frente, pero, me acabo de acordar de algo. Me acerco a mi guardarropa y busco entre tanto blanco hasta que finalmente doy con que lo busco. Suspiro aliviada, pues menos mal no lo había llevado a la lavandería. Quizás todavía haya esperanza de entrar al laboratorio de ese nivel. Salgo de mi habitación en busca de los materiales que necesito. Una vez hecho esto y con todo lo necesario, monto un laboratorio improvisado en mi baño.

Extiendo la tela de mi bata sobre la superficie del lavabo, y aplico por encima, justo en el lugar, la solución de cloruro de zinc. Repito una plegaria para mis adentros con la esperanza de que R haya presionado lo suficiente como para haber dejado su huella impregnado en mi bata aquel día. Enciendo la luz ultravioleta, aunque no es demasiado revelador, considero que es suficiente. Ahora el siguiente paso es trasladar la huella a otra superficie, por lo que recurro a una película transparente, presiono lo suficiente sobre la tela. Luego levanto con cuidado aquella y ya está. Suelto el aire contenido en mis pulmones, sintiéndome realizada.

Notifico a Haruto mi hazaña y desde entonces llevo un par de horas esperando su respuesta. La espera se hace eterna y para matar el tiempo camino en círculos, junto al pie de la cama, pues esta desesperación puede conmigo.

Miro el reloj por milésima vez, hasta que finalmente Haruto se pronuncia. Me confirma que, en un par de minutos podría conseguir entrar en los ordenadores, y una vez hecho esto debería bajar hasta el -4 de nuevo.

Repentinamente, escucho un sonido de notificación.

¡Por fin! ¡ya era hora!

Comienzo por leer detenidamente todo lo que me dice Haruto. Las instrucciones.

—He conseguido entrar, pero tienes solo 20 minutos. Así que tienes que darte prisa.

— ¿Qué hago con ellos, Haruto?

—Tienes que destruirlos —niego con la cabeza— si realmente piensan venderlos como armamento, no debemos permitir eso, pues sería demasiado peligroso —sigo negando con la cabeza, no acepto esa solución—. Tú me has dicho que, si le das una sobredosis de la fórmula dejarían de existir. Pues entonces ya tienes la solución ¡Solo hazlo!

¿Destruirlos? No, eso no. Lo siento Haruto, pero encontraré otra solución.

Después de terminar mi conversación con Haruto, salgo de mi habitación y me encamino hacia el ascensor a toda prisa. Desciendo hacia el último nivel, ahí se encuentra el lugar, aunque R me dijo que era una especie de trastero, logré estos días averiguar que en realidad era el laboratorio en que se llevaba a cabo las clonaciones. Aún no estoy segura de que voy a hacer, ni lo que me voy a encontrar ahí abajo. Solo espero encontrar las suficientes pruebas que vine a buscar y desmantelar todo esto antes de que sea demasiado tarde.

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