El día doce.

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Han pasado dos días desde que hablé con R, estoy otra vez aquí con Jocelyn, observando a Los Siete a través del cristal del pequeño habitáculo.

—Te llevaste la carpeta con información confidencial, y todavía sigues aquí para contarlo. Eres realmente afortunada de seguir aquí todavía incluso con vida —me sonríe de lado con clara ironía—. Realmente debes de ser valiosa para R — y ahora me mira con displicencia—. ¡Enhorabuena! Has ascendido —aplaude y emite una risa burlona —. A partir de ahora tienes que encargarte de ello —niega en silencio intuyo que no le hace la menor gracia—. Era R el que se encargaba de todo esto y yo le ayudaba. Años de experiencia, así que no entiendo cómo puede confiar en una recién llegada.

Si supiera que yo tampoco entiendo. Y tiene tremendamente razón, pensaba que no iba a salir viva para contarlo. A lo mejor es un golpe de suerte y tengo que aprovecharlo. De esta manera podré averiguar más cosas, y obtener respuestas a las preguntas que han estado carcomiéndome la cabeza.

—Te puedo preguntar algo ¿Qué tiene que ver la formula AT con ellos?

—Venga vamos fuera, no sería nada conveniente que nos escuchasen. Como te habrás dado cuenta, tiene bien finos los oídos —Jocelyn ríe con sorna y después se levanta de su asiento y nos dirigimos a la puerta de salida—. R aplicó la selección artificial con ellos. Cuando se había formado el cigoto R modificó partes de su ADN. Decidió el color de ojos, piel, o inclusive el nivel intelectual —seguimos avanzado por el pasillo mientras la escucho atentamente—. Por eso tienen habilidades sobrehumanas. Todos Los Siete tienen una base de súper fuerza, son inmunes a enfermedades, son extraordinariamente inteligentes, ágiles, muy obedientes, vamos que son como soldados perfectos —abro los ojos sorprendida al tiempo que asiento en silencio—. Además de que cada uno por su parte ha desarrollado, o están en fase de desarrollo una habilidad individual.

Finalmente llegamos al comedor. Nos dirigimos a la máquina de cafés, ella se prepara una taza. Después nos dirigimos a un mesa y nos sentamos en la esquina de aquella. La cafetería a estas horas está totalmente vacía, son algo más de las once de la mañana.

— ¿Y la fórmula AT? —insisto nuevamente.

—No todo puede ser perfecto en la vida, incluso a veces la ciencia puede fallar. Debido a estas modificaciones Los Siete desarrollan habilidades a un ritmo vertiginoso, así que la única manera de ralentizar esas habilidades es suministrándoles ya sea en comprimidos o inyectándole cierta dosis de la fórmula. Su contenido inhibe diferentes funciones tales como las neurosensoriales: oír, oler. También las beurofisicas: dolor, frío —levanta la taza del café humeante, y le da un sorbo para después tragar lentamente el líquido—. Neuropsicológicas: miedo, cólera —Jocelyn  vuelve a colocar la taza sobre el platillo y después remueve el azúcar del interior de la taza, supongo que el café todavía sigue amargo. Cuando termina de hacerlo coloca la cucharilla en el platillo—. Por eso aparentan ser fríos, o no expresan ninguna emoción facialmente. Además, no hablan, pero no porque no puedan, simplemente no creen que sea necesario. Cuando acabe de beberme el café te llevaré para presentártelos.

Cuando me termina de contar todo aquello, me parece surrealista. Comprendo que es posible con ciertos seres vivos, como las plantas que me enseñó C. Estoy segura de que si cuento esto a mis compañeros me tomarían por loca.

Prácticamente son perfectos tal y como los describe.

Después de salir del comedor nos dirigimos esta vez hacia la habitación X. Entramos y ahí están sentados y siguen haciendo sus tareas.

Los Siete nos siguen con la vista, sincronizadamente. Parece una coreografía trabajada y perfecta.

Jocelyn les hace una señal y ellos se levantan de sus asientos y forman una fila frente a nosotras, les pide que lo hagan en orden del mayor a menor. Entonces reparo en sus rostros, tienen la piel brillante como la de una porcelana cara. Son hermosos.

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