Capítulo cinco

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Miraba aquellas dos putas rayas.

Me temblaban las manos y luego la ansiedad me invadió. Me sentía agobiada por el mar de pensamientos que estaba teniendo en ese instante. Pensamientos de iba a ser madre, de que ahora tendría que cuidar a otra persona además de Río.

¡Joder, Río! ¿Qué iba a decir? ¿Y si no le gustaba la idea?

—Tokio, eh –Mariana chasqueó los dedos frente a mí y me trajo de nuevo a la realidad. A la realidad que no quería aceptar– Estás blanca como la nieve otra vez –Dijo preocupada.

Levanto mis ojos del test y la miro por unos segundos, antes de ponerme a llorar.

–Ay, nena.

Mi amiga me abrazó y reconfortó mientras yo solo seguía llorando.

—Venga, sécate esas lagrimitas –Me ofreció un pañuelo– ¿Qué piensas hacer?

Me preguntó Mariana. Como si fuera tan fácil decidir que hacer en ese estado.

Harta de todo y molesta con Río por la pelea que habíamos tenido, decido algo de manera impulsiva.

—Voy a abortar –Dije decidida.

—¿Qué? —Dijo Mariana sorprendida– A ver, Tokio, escúchame ¿Vale? Escúchame. Sé que no es el mejor momento y que quizás pienses que..

La interrumpí.

—No quiero ser madre. No seré una buena madre –Dije dolida.

Vagos recuerdos llegaron a mi mente en ese momento.

Todas las veces que tuve miedo y mi madre no estaba.

Nadie estaba.

Siento las manos de Mariana posarse en mis mejillas. Llamando mi atención.

—Escúchame, que un aborto no es así como así, ¿Eh? Sabes que te dije que te apoyaría en todo, pero estás pensando por el momento solamente.

—Pero Mariana y si no...

—¿Y Río? Si quieres abortar pues bien. Estás en tu derecho, es tu cuerpo, pero esto también le compete a Río. Deberías decírselo –Aconseja– O yo que sé, habla con alguien que ya haya sido madre. Que sea madre. Que pueda orientarte de verdad y así sabrás que hacer.

—¡Nairobi! –Dije de la nada.

—¿Ah?

—Tengo que hablar con Nairobi.

—¿Y quién cojones es Nairobi?

Aunque todo el ambiente seguía tenso, su respuesta me hizo reír levemente.

—Es una amiga... Es como mi hermana. Ella ha sido madre, y creo que no existiría mejor consejera que ella.

—Vaaalee –Dijo sin entender del todo.

—Tengo que ponerme en contacto con ella, joder, pero no tengo ni idea de cómo

—A ver, que eres bastante inteligente. Así que piensa un poquito –Me alentó.

Y tras varios minutos pensando, conseguí la solución.

—¡Sí, joder! –Exclamé feliz.

Mariana pegó un brinco por mi grito. Lo cual me causó gracia.

—Joder tía, al menos avisa –Reclama.

—Sigo sin querer ser madre –Aclaré– Pero tengo que hablar con Nairobi. Sea como sea... Por cierto, ¿Qué hora es?

¿Cuántas vidas tengo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora