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Como hubiera deseado salir de esta. Como me hubiera gustado decir algo antes del suceso. Patético de mi parte suplicar hasta llorar. ¿Los pequeños lloramos no? Sin embargo, a esa ave, le parecía gracioso que llorara, se reía de mí, en forma de burla. Cómo si lo que hubiera dicho, fuese uno de mis mejores chistes.
— No es gracioso.
Grité tratando de que se compareciera de mi. Más aún así, las carcajadas resonaron fuertes en mi cabeza, y yo miraba hacia mis patitas sintiendome cada vez más pequeño. Ahora dejando de lado sus resonantes chillidos, se me oscureció toda la visión. ¿De verdad había hecho un trato con alguien que en cualquier momento podría comerme? ¿Por qué no me valoraba a mi mismo? O, ¿Me valore tanto que admiti, qué, yo sólo no puedo?
— Seguramente te preguntarás. ¿Cuál será tu trabajo siendo mi ala derecha?
Ni siquiera me debería importar. En cuanto te des la vuelta morirás, te atacaré cuando duermas y cuando estés comiendo.
— Seras el encargado de traerme comida. Si no lo haces, Tú. Serás mi cena, desayunó o almuerzo.
Cena. Otra vez cena. La palabra que en mis pesadillas más grandes ahogan todo sueño plácido, todo sueño de ave feliz quien solo quiere volar y vivir en compañía de quién ha elegido para toda la vida. No sé supone que yo quiera esto, para nada, vomitare por mi libertad si esto se hace tedioso.
— Bien tengo hambre. Tráeme algo, o te buscaré y comeré. Y... ¡Ojo! Es de noche, puedo encontrarte en un abrir y cerrar los ojos. No te pases de listo conmigo.
Hambre.
— No te quedes ahí. Vete, es de noche. El mejor horario para cazar.
Noche. ¿Esta manta negra es la noche? Así como mi plumaje, no distingo entre el descolorido cielo que antes era azul. Porque, jamás había visto la noche. Apenas asome mi cabeza del agujero, aquel sitio ahora es como mi plumaje, quizá, en algún segundo sacando la cabeza para ver mejor el cielo, sentí seguridad porque allá afuera, todo es igual a mi.
— Ve, ve. La noche es consuelo para tu corazón. Porque solo a esa hora podrás demostrar que vales la pena.
Si. Por la noche podré pasar de este momento. Pero, no puedo evitar sentir muchísimo miedo, y un nudo en mi garganta. Si la noche me traga, podré haberme escapado del búho sin ser visto.
— Mis ojos son la luna, te veré y te encontraré.
Era cierto. Sus ojos eran grandes. Tan grandes como aquella "luna".
— ¿Luna?—apunte cuando ví una bola gigante en el cielo.
— Exactamente, es tan grande que no se le escapa nada.
¿La luna puede verme con tantas ramas que hay en los árboles? Pero, ni siquiera sé volar.
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