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¿Nos vamos a morir? Si.
Mi vida fue corta, tan dura, ni siquiera tenía padres y todo lo que me quedaba era un búho mailtratador que me usaba solo para cazar comida. Los peligros en el bosque no solo eran bajar con cuidado del árbol porque no sabía volar, y el suelo donde se encontraba nuestro nido, si no también en el suelo dónde los zorros, lobos y coyotes trataban de comerme.
Pero sentí nuevamente sus garras rodear todo mi cuerpo. Ni siquiera estaba conciente al cien por ciento. Y me sentí liviano, como si me elevará en el aire.
— No puedo dejarte morir.
Y esas palabras me dejaron enfermo de tristeza. No podía escapar de esta pizpirigaña, juego de niños que se pellizcan las manos, pero en este caso me pellizcaba con su pico para despertarme. El búho era una cría al igual que yo, no esperaba menos de el y su infantil manera de tratar mis plumas.
— Eres un egoísta, ¿Que haría yo sin ti?
— Buho tonto déjame ir, ya no me da miedo morir. La muerte estuvo cerca de mi, puedes matarme.
— Si yo quiero morirás, si no quiero, no morirás. La muerte puede salvarte, pero si yo lo impido nadie te salvará y nadie podrá oírte. Suplicaras por la muerte pero ni ella podrá salvarte.
Me quedé esperando en la plana superficie del nido, de todas maneras iba morir desangrado, o por el frío. Su discurso sobre la muerte no me aterrorizaba, el suicidio era una opción, pero no me tenía tan convencido. Estaba seguro que las cosas cambiarían de un día para otro un águila aparecería y mataría el búho, era por lo que rezaba.
— No eres utopico.— comenté apenas, no podía respirar.
— ¿Que significa eso?— me susurró aplastandome.
Me di cuenta entonces que estaba intentando calentarme con su cuerpo con las plumas y sentandose sobre mis heridas tratando que la sangre parará. Como si fuera un huevo. Estaba tan obstinado a dejarme vivir solo por su propio bienestar.
— No lo sé— respondí. — Solo lo usé para sonar inteligente.
Las acciones dudosas me hicieron pensar y a medida que pasaban los segundo termine dormido y bien calientito. El sol asuso empezó a caer, y empezó esconderse en las montañas, la vista era envidiable, atardecia para el bosque, todo se pinto de naranja, el río que estaba cerca del árbol en dónde vivíamos comenzó a fluir más rápido, y yo dormía por primera en vez en paz después de tantos años.
Recordé entonces, que los humanos juntan las manos para rezar, eso ví en un libro que cayó en el suelo y comencé a leer, así que hice lo mismo. Pero de un día para otro, entre días y días, viendo que nada resultaba para una pobre ave cómo yo, separe las manos y me di cuenta que el búho era lo único que me quedaba.
Terrible.
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