CAPÍTULO 1| X

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De acuerdo, para empezar tengo mal sudor.

Mi cuerpo está sudando demasiado y el reloj no ha parado de correr.

Tu puedes, Aria. Tú puedes, solo respira y concéntrate.

Cierro los ojos y trato de imaginarme de todo, menos la cara de mi contincante, señor alias cara de culo, que está a nada de salir por las cortinas violetas del otro extremo del establecimiento. Como puedo hago caso omiso de los gritos y silbidos de las cientos de personas que de seguro deben estar en las gradas a la espera a que se de inicio la pelea, cuya no ha empezado por mis estúpidos nervios.

¿Qué es lo peor que puede pasar?

Me repito.

Lo he estudiado, he visto todas y cada una de sus peleas y aunque me cueste admitirlo, el bastardo es bueno.

Su historial demuestra dominio y sus movimientos en el cuadrilátero representan la experiencia que tiene.

Aron González, es hasta ahora mi mayor rival.

Cuerpo completamente esculpido de puro músculo, aplicado, inteligente, calculador, y veloz cuando dar puñetazos se refiere . En pocas palabras, un arma mortal en todo lo referido al Kickboxing, y muchísimas otras artes marciales más.

Probablemente para él, yo no sea una amenaza, quizás solo me considere una más, de los cuerpos que ha y seguirá derrotando, y no lo negaré, en serio me encanta su forma de pensar, admiro el gris de sus ojos al observarme, sus pocas ganas de trabajar día tras día para derrotarme, puesto que, al final de cuentas soy una presa fácil, soy un cuerpo liviano para destrozar, mi mente es débil en comparación con la suya, solo soy una mujer. Pero se equivocan, ya que, aunque lo sea, no soy solo una mujer; soy una mujer con mente de hombre y entrenamiento de soldado, quizás para la mayoría no soy lo suficientemente buena, una amenaza o tal vez un arma mortal como están acostumbrados a catalogarse entre todos, pero cuando ellos solo entrenan ocho o seis horas al día yo lo hago al doble, mientras ellos se toman su tiempo para estudiar a su contrincante justo antes de una batalla, yo en cambio lo hago durante meses. Practicar este deporte era una de mis metas de cuando era pequeña, una adicción cuya anhelaba todas las tardes cuando por fin lograba terminar todos mis deberes de la escuela. Sin darme cuenta el Karate y el boxeo pronto empezaron a formar parte de mi vida, y poco a poco yo misma me conduje a donde quería llegar: Ser escuchada, y vista por todos esos inútiles llenos de testosterona, quienes asumían que la mujer no era más que un objeto sexual.

Mis padres me otorgaron educación, su dinero, en cambio, la oportunidad perfecta de ser igual o mejor que lo otros.

Mi cuerpo cambio indescriptiblemente, mi mente lo hizo al prepararse durante años. Justo ahora mientras me alisto para salir lo miró, detallo de arriba abajo con mi ojos verdes todos, y cada uno de sus movimientos. Su cuerpo refleja confianza, su mirada, Dios, sin duda hace creer que ganará.

Pero, ¿Les cuento un secreto?

Yo jamás pierdo.

- ¡JHONY!- Llamo al chico flacucho que se hace pasar por el presentador. Sus ojos cafés enseguida voltean a mirarme y corre hacia mi dirección.

- ¿Qué hay muñeca?- su sonrisa se espande hasta formar un par de oyuelos en sus mejillas- ¿Lista para destruir a Hulk?

Sonrío a pesar de que he escuchado el sobrenombre en más de una ocasión, y en todas esas veces no había provocado en mi no más que desprecio hacía su persona, pero justo hoy, que por fin es el día del torneo el apelativo solo se me hace gracioso, ya que, luego de que ese cuerpito dietitico se enfrenté ante mi, tal vez Hulk le haya quedado pequeño después de todo.

El Poder De PiscisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora