Capítulo 14

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Su Pasado

El peso de aquellas palabras llegó a mis hombros, otra promesa a la que me aferraría, otro motivo por el cual seguiría en pie.

Transcurrieron unos segundos más hasta que rompimos contacto visual y ella habla:

—No soy quien crees que soy.

— ¿Qué? — pregunto, arrugando el entrecejo

Bell, déjame hablar por favor. Si después de que te cuente todo, decides no volver a dirigirme la palabra… lo entenderé— anuncia nerviosa y siento miedo. Miedo a volver a estar solo, a perder lo único sano que tengo de mi pasado.

Hace  menos de un mes que nos rencontramos, pero, cada célula de mi cuerpo recuerda como quererla. Es como si todos estos años no hubiesen transcurrido y nuestra amistad se mantuviese impoluta y perfecta. Así que me niego a creer que pueda desaparecer de mi vida, casi tan rápido como volvió a ella.

Adelante —la incito a hablar

No voy a contarte mi historia desde el principio porque no terminaríamos nunca, me centraré en lo que pasó tras salir del orfanato hace casi dos años —anuncia y me mira directamente a los ojos. Como si me suplicara silenciosamente que no la abandone y que acepte que ella no es solo blanco o negro, sino un cúmulo de colores entremezclados y diferentes—. Cuando cumplí la mayoría de edad, fui dada de baja del orfanato y con eso llegaron los problemas. No tenía a donde ir, ni dinero, ni amistades, no tenía nada. Estuve deambulando por aquí y por allá; parques, cafeterías, cines, teatros dejaron de ser simples estructuras y se convirtieron en mi refugio por las noches. Pasó un mes para que pudiera encontrar trabajo, porque como imaginarás en todos me pedían tener experiencia. Aceptar ser mesera en un club fue el detonante de toda la mierda que vendría después—  suspira sonoramente, tomando fuerzas para seguir.

Siento que al fin la estoy conociendo de verdad, que se está desnudando frente a mis ojos, capa a capa, dejándome ver sus fallas e imperfecciones, mostrándome cuan humana es. 

Aparentemente todo iba bien — continua— Empecé a ganar dinero, así que me alcanzaba para dormir en un motel de mala muerte, comía de las sobras del club y así pasaron las semanas, cada vez salía más tarde del trabajo, más interés creaba “la niñata”, que era como me decían, entre los viejos verdes que frecuentaban el club—  se comienzan a cristalizar los ojos y enrojecer las mejillas.

¡¡Diablos no!! No me gusta a donde va esta conversación. Un nudo se me instala en la garganta, la sangre hierve dentro de mí y siento la furia abrirse paso por cada maldita fisura de mi alma.

Puta madre —espeto involuntariamente, y me riño a mí mismo, porque sé que tengo que mantenerme fuerte para ella y que lo que menos ayudaría en este momento es que me descontrole—. Lo siento —murmuro, ella me mira dudando si continua o no, por lo que concluyo—. Si no te sientes preparada para seguir, lo entiendo y lo respeto, pero quiero que recuerdes que te prometí que no te dejaría sola, y aunque ya te fallé una vez, suelo cumplir mis promesas.

Solo… solo déjame terminar. Eres el primero a quien le cuento y me cuesta hablar de ello —tomo su mano y la sostengo en señal de apoyo. El gesto parece animarla y sigue: —El jefe no era estúpido. Empezó a notar el interés que creaba mi presencia, sumado a las ofertas jugosas que le ofrecían, decretó que yo era de su propiedad, y que mi cuerpo sería su mejor inversión—

Uno, dos, tres, cuatro…

Cincuenta y seis, cincuenta y siete…

Ciento veinte, ciento veintiuno…

EmpíreoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora