Capítulo 13

89 29 4
                                    


Pequeños Fragmentos

— ¿Eres tú, Abejita? —pregunto para confirmar mis sospechas

— Bell, yo…yo te necesito— implora entre sollozos

Ary, respira —le ordeno, olvidándome casi de hacerlo yo— .¿Cálmate sí?, ¿En dónde estás?

Me da la dirección y salgo como alma que lleva el diablo, tomo el coche de mi madre, pues la moto tiene una goma ponchada, coloco la dirección en el GPS y acelero a todo lo me permite el tráfico.

Los nervios nublan mi juicio, me sudan las manos, el corazón martillea en mi pecho y la angustia crece a medida que me adentro en una zona peligrosa de la ciudad.

¿Qué haces aquí Abejita? —pregunto a la nada.

Los escenarios que comienzo a imaginar son escalofriantes produciendo así, una reacción inmediata y la ira inunda cada célula de mi cuerpo. ¡Quien se atreva a tocar a Ary lo pagará!, nadie juega con mi gente.

Doy con el lugar, reduzco la velocidad y diviso la moto de Ary a pocos metros de mí. Bajo lo más rápido que puedo, miro en todas las direcciones buscando su cabello caramelo, no lo encuentro.

Camino apresurado, comienzo a gritar su nombre una y otra vez, hasta que escucho un ruido en el callejón del final de la calle. Corro a toda velocidad hasta allí y no puedo con lo que mis ojos ven.

Delante de mí, acurrucada entre unos contenedores de basura la encuentro. Está despeinada, sucia, temblorosa e inundada en lágrima.

Ary—pronuncio confuso; me encuentro aliviado de verla aparentemente bien, pero preocupado por lo que haya podido pasar.

Al escuchar mi voz, se levanta de golpe y corre hasta dar con mis brazos, quienes la reciben sin preámbulos.

La preocupación, el miedo, la incertidumbre y todos esos sentimientos que llegamos a experimentar hace unos segundos desaparecieron en el instante en que su cuerpo se fundió con el mío. Un aura distinta, cargada de sensaciones nuevas, nos rodeó; y por segunda vez en años mis demonios y fantasmas descansaron.

Después de unos segundos, la tomo por los hombros y alejo su anatomía, aunque, siendo sinceros, no quería hacerlo.

—Vámonos de aquí —agrego, colocándole una mano por encima del hombro para que se sienta protegida. Ella se apega a mi costado y noto cuan pequeña es, no alcanza el metro sesenta, comparada con mi metro setenta y cinco—; y, por cierto, ¿qué hacemos con tu moto?, en estas condiciones no puedes manejar — pregunto

Se encoge de hombros —No tiene gasolina

Saco mi teléfono y doy llamar

— ¿Si? —murmura Cris

—Necesito que vengas a la dirección que te voy a mandar

— ¿Acaso no tienes reloj? ¿no? Es la una de la madrugada, idiota— me regaña

Cris, es urgente, tienes que venir por la moto de Ary a esta dirección, trae gasolina, mañana te explico todo —informo y cuelgo, le envío un mensaje con la dirección y llevo a Ary hasta el coche.

Abro la puerta del copiloto ayudándola a entrar y abrocho su cinturón de seguridad, ella cierra la puerta en lo que rodeo el coche y me subo. Acomodo mi cuerpo, prendo el motor y volteo hacia ella:

—¿A dónde te llevo?

—A casa— responde, mirando por la ventanilla.

Ary —digo poniendo mi mano sobre la suya, que reposa en su regazo— Estas a salvo —aseguro, mientras veo las lágrimas descender por sus mejillas.

EmpíreoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora