Pequeños Fragmentos— ¿Eres tú, Abejita? —pregunto para confirmar mis sospechas
— Bell, yo…yo te necesito— implora entre sollozos
— Ary, respira —le ordeno, olvidándome casi de hacerlo yo— .¿Cálmate sí?, ¿En dónde estás?
Me da la dirección y salgo como alma que lleva el diablo, tomo el coche de mi madre, pues la moto tiene una goma ponchada, coloco la dirección en el GPS y acelero a todo lo me permite el tráfico.
Los nervios nublan mi juicio, me sudan las manos, el corazón martillea en mi pecho y la angustia crece a medida que me adentro en una zona peligrosa de la ciudad.
— ¿Qué haces aquí Abejita? —pregunto a la nada.
Los escenarios que comienzo a imaginar son escalofriantes produciendo así, una reacción inmediata y la ira inunda cada célula de mi cuerpo. ¡Quien se atreva a tocar a Ary lo pagará!, nadie juega con mi gente.
Doy con el lugar, reduzco la velocidad y diviso la moto de Ary a pocos metros de mí. Bajo lo más rápido que puedo, miro en todas las direcciones buscando su cabello caramelo, no lo encuentro.
Camino apresurado, comienzo a gritar su nombre una y otra vez, hasta que escucho un ruido en el callejón del final de la calle. Corro a toda velocidad hasta allí y no puedo con lo que mis ojos ven.
Delante de mí, acurrucada entre unos contenedores de basura la encuentro. Está despeinada, sucia, temblorosa e inundada en lágrima.
—Ary—pronuncio confuso; me encuentro aliviado de verla aparentemente bien, pero preocupado por lo que haya podido pasar.
Al escuchar mi voz, se levanta de golpe y corre hasta dar con mis brazos, quienes la reciben sin preámbulos.
La preocupación, el miedo, la incertidumbre y todos esos sentimientos que llegamos a experimentar hace unos segundos desaparecieron en el instante en que su cuerpo se fundió con el mío. Un aura distinta, cargada de sensaciones nuevas, nos rodeó; y por segunda vez en años mis demonios y fantasmas descansaron.
Después de unos segundos, la tomo por los hombros y alejo su anatomía, aunque, siendo sinceros, no quería hacerlo.
—Vámonos de aquí —agrego, colocándole una mano por encima del hombro para que se sienta protegida. Ella se apega a mi costado y noto cuan pequeña es, no alcanza el metro sesenta, comparada con mi metro setenta y cinco—; y, por cierto, ¿qué hacemos con tu moto?, en estas condiciones no puedes manejar — pregunto
Se encoge de hombros —No tiene gasolina
Saco mi teléfono y doy llamar
— ¿Si? —murmura Cris
—Necesito que vengas a la dirección que te voy a mandar
— ¿Acaso no tienes reloj? ¿no? Es la una de la madrugada, idiota— me regaña
—Cris, es urgente, tienes que venir por la moto de Ary a esta dirección, trae gasolina, mañana te explico todo —informo y cuelgo, le envío un mensaje con la dirección y llevo a Ary hasta el coche.
Abro la puerta del copiloto ayudándola a entrar y abrocho su cinturón de seguridad, ella cierra la puerta en lo que rodeo el coche y me subo. Acomodo mi cuerpo, prendo el motor y volteo hacia ella:
—¿A dónde te llevo?
—A casa— responde, mirando por la ventanilla.
—Ary —digo poniendo mi mano sobre la suya, que reposa en su regazo— Estas a salvo —aseguro, mientras veo las lágrimas descender por sus mejillas.
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Empíreo
Teen FictionAntes de leer esta historia debes saber una cosa Tu estabilidad emocional no quedará intacta. Si aún así, decides continuar con la lectura...Bienvenido al Empíreo. El lugar que resguarda las almas de aquellos que hoy no nos acompañan, pero recuerda...